El martirio documentado en estampas

La situación de los cristianos en Oriente Medio es martirial, es decir, de testimonio. Un testimonio que les está conduciendo a la muerte, pasando por el destierro, la tortura, la barbarie más cruel contra ellos. Son datos, no opiniones. El informe Kerry es una novela con mucho de reportaje periodístico, muy bien documentada, acerca de la cuestión.

He tenido la oportunidad, y la suerte, de conocer a algunos de los responsables de varias de las comunidades cristianas citadas en la novela. Son así: directos, profundamente humanos, muy bien informados, realistas y grandes rezadores. Personas que confían en Dios y apelan a sus hermanos de Occidente para que se pongan las gafas de mirar a la realidad de frente, sin el fantasma del buenismo ni el filtro de los intereses coyunturales por medio.

La redacción de un informe acerca de la realidad de las comunidades cristianas en Asia Menor, encargado por la Administración norteamericana y respaldado por la Santa Sede, sirve de marco para presentar la verdadera historia del conflicto en Oriente Medio: espías americanos y rusos, científicos y lingüistas, profesores de prestigiosas universidades, cooperantes, asesinos, malvados, fanáticos… y el mundo de los trapicheos como espectador. Parece la conjunción de una novela de intriga con un análisis ejecutivo redactado por un buen conocedor de la situación. Y se lee fácil, con interés, con dolor a veces, con indignación y con pena. Una sola pega: se echa en falta el trabajo del editor, pues hay frases construidas con prisa y no pocas tildes incorrectas. Podría ser de sobresaliente alto.

El libro explica con claridad meridiana por qué las guerras del Golfo han dejado a los cristianos de la zona a los pies de los caballos, les han puesto en el punto de mira de los musulmanes fundamentalistas y les han condenado a un sufrimiento indescriptible, mientras sus hermanos en Occidente nos escandalizamos sin hacer verdaderamente nada. G. H. Guarch aclara la realidad a partir del dato fundamentado y la aplicación del sentido común. El amor, después, será una consecuencia. La fe llama a la fe y el amor se explica solo.

No está redactado ni desde el rencor ni desde las conveniencias. Tampoco hay morbo ni está resuelto con triquiñuelas de componedor. El verdadero protagonista de la obra es el sufrimiento, que no encuentra más porqués que un dudoso equilibrio entre las conveniencias, el dinero y los juegos de poder. La comprensión de la realidad debería partir de hablar con los que han vivido, viven y desearían seguir viviendo en los países de los que les han echado. Hay sirios, iraquíes, libaneses, iraníes que te explican cómo eran sus vidas antes de que los occidentales decidiéramos condenarles al horror. Hemos utilizado la supuesta defensa de sus libertades, consideradas, desde nuestro punto de vista, como excusa para apoyar nuestras ansias de poder y de dinero. Nos hemos metido donde nadie nos había llamado sin antes consultar qué ayuda necesitaban; ahora somos impotentes y no sabemos cómo ayudar a solucionar un problema, un drama, que hemos creado nosotros. Y encima vamos de salvapatrias.

Esta novela es un buen espejo en el que mirarse antes de opinar acerca de la crisis de los refugiados, de lo que deberíamos hacer frente a los salvajes del Daesh o de cosas tan cotidianas como ver un partido de fútbol, comprar en algunos almacenes o dar crédito a manipuladores financieros.