50 años del Domingo Sangriento - Alfa y Omega

50 años del Domingo Sangriento

Se cumplen cinco décadas de la masacre del Bloody Sunday, que dio notoriedad al gesto del sacerdote y luego obispo Edward Daly, uno de los principales artífices de la paz en Irlanda

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Todavía hoy se levanta en Derry el mural que muestra al sacerdote Edward Daly abriendo paso a Jackie Duddy. Foto: Damian Entwistle.

30 de enero de 1972, Derry (Irlanda del Norte). Un cura vestido de negro con un pañuelo en la mano manchado de sangre, abre paso entre militares británicos a Jackie Duddy, un chaval de 17 años herido de bala que era llevado en brazos por cuatro personas. Murió poco después: Duddy fue la primera víctima mortal de las 14 que perdieron la vida a causa de los disparos durante el Domingo Sangriento, la masacre que dio a conocer al mundo la gravedad del conflicto irlandés. Todavía hoy, 50 años después, las imágenes de ese momento hielan la sangre.

Ese soleado día de enero, 15.000 personas salieron a las calles de Derry para protestar por la medida gubernamental que permitía detener durante días, sin juicio alguno y bajo tortura, a cualquier persona sospechosa de pertenecer al IRA.

En determinado momento, algunos manifestantes empezaron a tirar objetos contra los paracaidistas británicos apostados en las calles. Los soldados, después de repelerlos con balas de goma, empezaron a disparar balas de verdad. Desde que cayó Jackie Duddy hasta que lo hizo la última víctima mortal solo pasaron 20 minutos.

Todos los soldados responsables insistieron en que habían disparado a personas armadas, versión que avaló un dosier oficial posterior, pero el informe Saville, publicado casi 40 años después, señaló que todas las víctimas estaban desarmadas y que ninguna representaba una amenaza grave.

Después del Bloody Sunday nada volvió a ser como era. Para aquel cura irlandés, este episodio fue el catalizador que disparó la violencia del IRA durante las décadas siguientes. Edward Daly confesó después que aquel día «se desató el infierno. Volaban balas en todas direcciones. Se llamaban a sí mismos un ejército, pero fue completamente vergonzoso. Los manifestantes no dispararon en absoluto, eso lo puedo decir con absoluta certeza porque yo estuve allí. La gente corría en todas direcciones. La mayoría de ellos huían dando la espalda y los soldados simplemente abrieron fuego. Había muertos, moribundos y heridos por todas partes. Administré los últimos ritos a muchos».

Equidistante pero firme

Daly había crecido en un hogar de fuertes raíces irlandesas, y su padre era simpatizante declarado del IRA, pero ese día de finales de enero «perdí cualquier noción romántica o ambivalencia que pudiera haber tenido sobre la moralidad del uso de las armas como medio para resolver nuestros problemas políticos», reconocería más tarde.

A partir de entonces se convirtió una presencia incómoda tanto para el IRA como para los violentos del Ulster. Siempre estuvo entre esos dos polos y no se dejó arrastrar a ninguno de ellos, sobre todo cuando fue elegido obispo de Derry solo dos años después, en 1974, cuando tenía apenas 40 años, el obispo más joven de Irlanda.

Desde su nombramiento intentó por todos los medios una salida pacífica al conflicto, sobre todo lanzando mensajes de pacificación al IRA a través de la prensa local. Después de cada atentado se manifestaba en contra de la violencia, pero cuando recibía presiones de otros prelados para excomulgar a los terroristas, él defendía que «mejor comunicar que excomulgar».

En 1976 organizó una protesta contra la violencia de ambas partes que lideró junto al líder protestante irlandés de aquel tiempo, algo sin precedentes en Derry. De hecho, junto al pastor anglicano James Mehaffey llegó a fundar dos organizaciones benéficas a favor de las víctimas de la violencia de uno y otro bando.

Su postura equidistante en unos años –décadas– en los que toda la isla estaba polarizada no evitó que Daly estuviera siempre muy pendiente de que se cumplieran los derechos de los terroristas que pisaban la cárcel. Esta actitud le hizo estar muy cerca de los seis de Birmingham, llegando a declarar a favor en el juicio a los irlandeses falsamente acusados de terrorismo cuya historia dio pie luego a la película “En el nombre del padre”.

Con el tiempo, Daly tomó decisiones que incomodaron aún más al IRA, como prohibir las armas en los funerales de sus militantes, algo por entonces bastante habitual, una demostración de fuerza de la banda terrorista, lo que elevó aún más la tensión entre ambos.

Tras su jubilación en 1993, siguió trabajando para dar una salida pacífica al conflicto, entablando una particular amistad con el laborista John Hume, premio Nobel de la Paz en 1998 junto al unionista David Trimble, artífices ambos de los Acuerdos de Viernes Santo de 1998, que cerraron la etapa más sangrienta de la historia de la isla.

Daly, que nunca quiso ser obispo y que siempre pensó que le nombraron por aquellas imágenes del Bloody Sunday, tuvo siempre en la mesa de su escritorio la foto de Jackie Duddy. El suyo fue uno de tantos rostros que llevaron la luz de la paz al conflicto irlandés.