5 de octubre: santa Faustina Kowalska, la monja que hablaba con Jesús de tú a tú
La vida mística de la religiosa polaca comenzó tras una fiesta. Desde entonces recordó al mundo el mensaje de que Dios es misericordia
En 1940 en Cracovia (Polonia), un desgarbado joven polaco entró a trabajar en la fábrica química Solvay para poder subsistir y evitar su deportación a Alemania. De camino a la cantera, pasaba cada día delante de la tumba de una monja poco conocida, fallecida apenas dos años antes con fama de santa. Él era el joven que pasados los años llegó a la sede de Pedro con el nombre de Juan Pablo II y ella era Faustina Kowalska, la religiosa que recordó al mundo la verdadera identidad de Dios.
Helena Kowalska nació el 25 de agosto de 1905 en el pueblo de Glogowiec, siendo la tercera de diez hermanos. Solo pudo ir a la escuela durante tres años, dada la situación económica familiar: entre todas las hermanas tenían un vestido de domingo, por lo que se tenían que turnar para ir a Misa.
A los 14 años sus padres la enviaron a servir a casa de unos señores en Lodz. Allí, durante una fiesta con unas amigas, cuando todos se estaban divirtiendo, experimentó una visión interior de Jesús azotado y martirizado que le dijo: «¿Hasta cuándo me harás sufrir, hasta cuándo me engañarás?». Dejó la fiesta y se fue a la catedral a postrarse con los brazos en cruz ante el Santísimo. «Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento», escuchó en su interior.
Al principio sus padres se negaron, pero ella estaba resuelta a entrar en la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia. Lo hizo de manera definitiva en agosto de 1925, después de conseguir una pequeña dote trabajando como sirvienta; un año más tarde recibiría el nombre que acompañó su nueva vida: Faustina.
A partir de entonces, vivió en diferentes conventos a lo largo y ancho de Polonia. En ellos experimentó gracias extraordinarias, como éxtasis, bilocaciones, estigmas ocultos, bodas místicas… pero eso no la apartó de desempeñar siempre las funciones más humildes: cocinera, panadera, jardinera y portera. Aunque lo más importante de estas revelaciones fueron los numerosos coloquios que mantuvo con Jesús sobre un tema central: la misericordia. «Es un mensaje muy básico», afirma Miguel García Manglano, autor de varios libros sobre la santa, «pero muy necesario en su tiempo y en el nuestro». Para él, «el mundo de hoy tiene una necesidad brutal de conocer de cerca el amor, quizá mucho más que en otras épocas de la historia, porque está muy deshumanizado». Así, «aunque parece que lo tenemos todo, al final las cosas nos dejan una sensación de vacío e incluso de culpa que no nos hace bien».
Por este motivo, los diálogos entre Jesús y Faustina «son como una reedición de la parábola del hijo pródigo, una nueva ocasión para encontrarnos con el Padre que nos abraza».
Todas esas conversaciones están recogidas en el Diario de la santa, que empezó a escribir por orden de su confesor. «Es el evangelio de la misericordia escrito en la perspectiva del siglo XX», como lo denominó san Juan Pablo II, quien como sacerdote y luego arzobispo de Cracovia se dedicó a difundir su contenido. En el diario se puede leer cómo el Señor hizo a Faustina tres peticiones para propagar su mensaje: a través de la imagen de Jesús Divina Misericordia con la inscripción «Jesús, en Ti confío», la coronilla asociada a esta devoción y la fiesta de la Divina Misericordia, que el Papa polaco instituyó en el año 2000 el segundo domingo de Pascua.
Nada se sabía de todo eso entre los muros del convento de la monja, pero aquellos coloquios místicos fueron la pequeña levadura que fermentó la masa en un país devastado por dos guerras mundiales, el nazismo y el comunismo. «Que en ese contexto naciera una fuerza espiritual tan novedosa fue una señal de Dios», asegura su biógrafo.
Nunca tuvo una salud de hierro y sus visitas al médico eran frecuentes. En 1936, al salir del hospital de Pradnik, en Cracovia, después de un examen médico, bajó a la capilla y allí escuchó del Señor: «Hija mía, unas gotas más en la copa, no falta mucho». Siguieron dos años en los que su salud empeoró hasta padecer una tuberculosis pulmonar muy avanzada. El 5 de octubre de 1938, a las 22:45 horas, murió en el convento de la congregación en Cracovia.
Heredera de devociones similares que cambiaron el rostro de la Iglesia, como la del Sagrado Corazón, la de la Divina Misericordia actualizó el mensaje de amor incondicional de Dios a los hombres. «Con santa Faustina el mundo volvió de alguna manera a mirar con confianza al cielo», concluye Manglano.
- 1905: Nace en Glogowiec
- 1919: Va a Lodz a servir en casa de una familia
- 1925: Es admitida en la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia
- 1931: Recibe del Señor la orden de mandar pintar un cuadro con su imagen
- 1938: Muere en Cracovia
- 2000: Es canonizada por Juan Pablo II