5 de abril: san Vicente Ferrer, el dominico que bajó la teología a las plazas - Alfa y Omega

5 de abril: san Vicente Ferrer, el dominico que bajó la teología a las plazas

Dejó atrás la alta teología y las cortes real y pontificia para predicar por Europa. Pacificó familias y territorios y fundó en Valencia el primer orfanato del mundo. Profetizó quién sería el Papa que lo canonizaría

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
San Vicente Ferrer, Cristo juez y el donante (detalle) de Antoniazzo Romano. Museo de Santa Sabina de Roma (Italia). Foto: Sailko.

Hay etapas en la vida en las que uno se implica hasta el fondo en los acontecimientos que le rodean y otras en las que simplemente se limita a dejar que Dios haga las cosas. San Vicente Ferrer tuvo un protagonismo especial durante las vicisitudes por las que pasaron la Iglesia y la sociedad de su tiempo y terminó sus días predicando a todos el amor de Dios, alejado de toda controversia. Vicente nació en Valencia en el año 1350. A los 17 años ingresó en la Orden de Predicadores, los dominicos, adquiriendo desde su ordenación una creciente fama de predicador y teólogo.

Su figura comenzó a brillar en un contexto histórico condicionado tanto por la peste negra como por el llamado Cisma de Occidente: una disputa sobre acusaciones de irregularidades en la elección del Papa que dio como resultado que entre 1378 y 1417 la cristiandad estuviera dividida bajo la figura de dos Pontífices. En algún momento fueron hasta tres.

En 1380, Vicente escribió un tratado decantándose por el Papa Clemente VII, residente en Aviñón, lo que propició que años más tarde uno de sus sucesores, el español Papa Luna, lo llamara para ser su asesor. En 1389, Vicente era ya maestro en Teología y predicador general de los dominicos. Lo nombraron confesor de la Corona de Aragón y su figura era conocida por toda Europa.

Siete años después fue llamado a Aviñón para formar parte de la corte pontificia, pero el ambiente allí, así como el dolor interior que le provocaba el cisma de la cristiandad, lo prepararon para el acontecimiento que dio un giro a su vida. Fue el 3 de octubre de 1399 cuando el santo tuvo una visión mística de Jesucristo acompañado de san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, en la que le pedía predicar por Europa la conversión de las gentes. Y así lo hizo. A finales de noviembre de aquel año cambió, ya para siempre, las comodidades de las cortes europeas por la incomodidad de los caminos. Sin más, puso un pie detrás de otro y recorrió buena parte del continente hasta el final de sus días como «embajador del costado de Cristo», tal y como decía él mismo.

Recorrió valles y montañas, ciudades y pueblos, por todos los rincones de España, Italia, Francia y otros países. Predicaba en cada lugar dos o tres veces al día hasta que se marchaba a otro sitio, y lo hacía, en ocasiones, hasta seis horas seguidas. Tuvo siempre a su lado personas que transcribían literalmente todo lo que decía, por lo que muchos de sus sermones han llegado hasta la actualidad. En sus viajes ejerció también como pacificador entre hermanos de sangre, entre pueblos y hasta entre comunidades religiosas.

A todos lados llevaba lo que llamaban «la compañía», una muchedumbre de decenas y a veces cientos de personas, hombres y mujeres, laicos y clérigos, mayores y niños, que lo seguían. Al llegar a cada pueblo se juntaban en la plaza para flagelarse y anunciar la penitencia. Luego tomaba la palabra Ferrer, que, hablando siempre en valenciano, se hacía entender por gentes de todos los países, algo que confirmaron numerosos testigos en su proceso de canonización.

A este santo se le atribuye también la creación en 1410 en Valencia del primer orfanato del mundo, una institución que todavía sigue activa. También tuvo un papel decisivo en el llamado Compromiso de Caspe, asegurando, tras la muerte del rey Martín I, la unidad de Aragón, Valencia y Cataluña bajo un solo monarca y preservando así la paz entre territorios.

Hacia el final de su vida ya necesitaba ayuda para subir a los estrados y predicar, pero lo hacía con el mismo ardor de años antes. La muerte lo sorprendió durante una misión en la Bretaña francesa. Durante tres días no se le pudo dar sepultura debido a la gran afluencia de gente que se presentó ante él para darle el último adiós. Allí mismo se empezaron a recoger en un libro las gracias recibidas por su intercesión. Se constataron en los años siguientes más de 800 milagros, que favorecieron su subida a los altares, en 1455, de manos del Papa Calixto III, a quien Ferrer había profetizado: «Serás Papa y me canonizarás».

Bio
  • 1350: Nace en Valencia
  • 1367: Ingresa en la Orden de Predicadores
  • 1399: Tras una visión mística comienza a predicar por toda Europa
  • 1410: Funda en Valencia el Colegio Imperial de Niños Huérfanos
  • 1419: Muere en Vannes (Francia)
  • 1455: Es canonizado por el Papa Calixto III