40 años después de la Guerra de las Malvinas la Iglesia pide «que la patria no se pierda»
Al terminar el conflicto muchas personas se sintieron «abandonadas a su suerte», lamentó en una Misa el arzobispo de Luján en el santuario del mismo nombre. En medio de la «delicada» situación de Argentina, pidió «hacer enormes esfuerzos por cuidarnos los unos a otros»
En dos meses y 12 días, la Guerra de las Malvinas se cobró la vida de 649 argentinos y 255 británicos. A ellos se sumaron en torno a 400 suicidios entre veteranos argentinos, y 260 entre los del Reino Unido; y 1.687 heridos y casi 11.500 prisioneros de guerra. No fue el único impacto de la guerra. Tras la ocupación por parte de las tropas argentinas el 2 de abril de 1982 y la recuperación británica diez semanas después, la derrota precipitó la caída de la dictadura argentina. 40 años después, la ONU todavía considera el archipiélago como territorio disputado.
En los últimos días, Argentina se ha llenado con el recuerdo del conflicto. A él se ha sumado la Iglesia con un llamamiento a «trabajar para que la patria no se pierda». Así se pidió el sábado, en la basílica de Luján, durante una Misa en la que se rezó por los caídos y se dio gracias por «sus vidas entregadas a la patria y por la patria».
La celebración fue presidida por el titular de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, y concelebrada por el arzobispo de Mercedes-Luján, Jorge Scheinig y otros obispos de la región. En representación del Gobierno nacional, asistieron el ministro de Defensa, Jorge Taiana; el secretario de Culto, Guillermo Olivieri; y su par bonaerense, Juan Ignacio Torreiro; y el secretario de Malvinas, Guillermo Carmona. También estuvieron varios altos cargos militares, informa la agencia Telam.
«Abandonados a su suerte»
Desde un atrio en el que se podía leer la palabra «Paz», el arzobispo de Mercedes-Luján recordó a «nuestros héroes de Malvinas, porque han dado la vida por la patria». Pidió que «jamás perdamos la memoria porque la sangre derramada de cada uno de ellos es misteriosamente el cimiento en el que debemos seguir construyendo nuestro sueño común: la patria, la tierra de nuestras madres y de nuestros padres, la nación».
Asimismo, invitó a no «olvidar a aquellos que siguieron muriendo más tarde y por causa de esta guerra». «Es muy grave» que muchas personas «carguen hoy con un sentimiento de orfandad, que las deja a la deriva, descuidadas y desprotegidas». Es «el doloroso testimonio que nos han dado los supervivientes», que después de la guerra se sintieron «abandonados a su suerte». Una experiencia «terrible» que constituyó «un pecado gravísimo del que muy pocos nos hemos arrepentido y del que muy poco hemos aprendido».
Mirando al presente, Sheinig reconoció que «nuestro país y nación están en una tensión constante y delicada, hecha de avances y retrocesos, de logros y de fracasos, de luces y de sombras». La mejor manera de encontrar solución a las deudas «que nos tenemos» es «hacer enormes esfuerzos por cuidarnos y ampararnos los unos a otros». Solo así se puede hacer frente al desafío de «hacer realidad una patria de hermanos».
El recuerdo se repitió en otras partes del país. En las villas de José L. Suárez, la comunidad eclesial organizó un homenaje de varias horas que culminó en la celebración de la Misa presidida por el cura villero José María di Paola, el «cura Pepe».
Con el lema Por la paz, memoria y soberanía, la convocatoria empezó con la elaboración de un mural de 15 por 15 metros. En él, el grupo Cruz del Sur pintó los rostros de san Juan Pablo II, el Pontífice que viajó hasta al fin del mundo intentando poner fin a la guerra, y del Papa Francisco. Debajo de ambos la imagen de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, «la virgen gaucha y malvinera»; y las Islas Malvinas pintadas con la bandera argentina.
Los chicos jugaban al fútbol, las familias disfrutaban de los juegos de la plaza y de una feria para comer, beber y con distintos pasatiempos en un inmenso terreno del municipio de San Martín, en la periferia de Buenos Aires. Era una gran jornada de una comunidad eclesial bien organizada que celebraba y recordaba que 40 años atrás se iniciaba la guerra y pedía por la paz.
Unos de los protagonistas fueron varios soldados que pelearon en las Malvinas y a la vez son vecinos de la villa José León Suárez. El padre Pepe recibió de ellos un gran cuadro con la foto del archipiélago. También desfiló la banda musical del Ejército Argentino.
La visita de san Juan Pablo II
En la homilía de la Misa que cerró el encuentro, Di Paola manifestó su repudio al colonialismo y destacó la necesidad de terminar con la base de la OTAN en las Islas Malvinas. También condenó la guerra entre Rusia y Ucrania. El sacerdote recordó que cuando visitó Argentina los días 11 y 12 de junio de 1982, pocos días antes del final del conflicto, «las primeras palabras del Papa polaco fueron para las víctimas, y luego para las familias que lloraron su pérdida».
A continuación, Wojtyla «pidió a la comunidad internacional medidas para evitar mayores daños, para curar las heridas de la guerra, para facilitar el restablecimiento de una paz justa y duradera». Con palabras similares «otro Papa, esta vez argentino, hace incansables llamamientos a la paz en Ucrania», aseguró el cura villero.
Más de 2.000 vecinos participaron en el festival popular, que aunó una profunda religiosidad popular, defensa de la paz y nacionalidad. Contó también con la presencia del ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, y su viceministra, más el apoyo del municipio local.