La resistencia. Ese quizá, sea el tema dominante de la obra y del espacio que la acoge. Nada mejor que dos historias de personas que luchan por sus ideales para que la maravillosa Sala Guindalera apueste para resistir. Cuatro meses más, a priori. Y muchos más. Os quedaréis, amigos. Ya veréis.
Mientras, cuando uno ve a seres humanos que se preocupan por algo más que por las cosas materiales –algo que acostumbramos a vivir en la sociedad que nos rodea–, uno asiste a un espectáculo inspirador. Y ya, cuando uno se convierte casi en un voyeur, colándose en el salón de una casa, en una conversación íntima entre dos desconocidos, ese magnetismo por todo lo que sucede en la escena, aumenta.
Ricard, un joven activista español, huye de la justicia y se refugia unos días en la City neoyorquina. Allí conoce a Liz, una chica aparentemente normal, que le invita a su casa, porque el contacto de Ricard en la ciudad no aparece. Es en ese lugar tan íntimo donde acompañamos a los jóvenes en un diálogo lleno de esperanza, de vitalidad, pero también de prejuicio y de miedo. Y además, en tiempo real.
Ricard –Juan Caballero– nos recordará que hay jóvenes idealistas que llevan su convicción hasta el fin, con todas las consecuencias. Aunque en este guión, a una servidora se le haga, sólo en pequeñas ocasiones, difícil de creer. Exceso de celo. Cosa diferente es la historia de Liz. Ella nos muestra que, a veces, el camino «aparente» que uno toma no es una elección propia, sino la propia sociedad que fagocita y obliga a seguir un camino marcado. Gracias a Dios, hay quien es capaz de salirse de ese camino. Con desesperanza a veces, con dureza. Pero se puede hacer. Liz –Ana Adams– está espléndida. Natural, real, creíble. Fetén el trabajo de ambos. Me creo cada minuto que sucede en escena. Me creo los silencios, las dudas, la desconfianza, las ganas de confiar. Las ganas de amar. La vida que al final se impone. Todo.
Gracias a la autora, Mar Gómez, por pensar en el espectador a la hora de contar una historia. A una le gusta que se la tomen en serio. La sencillez de la escena, tan cercana, se la debemos a Laura Madera. Gracias también por pensar en traducir al español esta obra, pensada en inglés, y que ha sido una revelación en el off neoyorquino.
Me voy pensando a mi casa si yo sería capaz de tener un ideal tan fuerte que condicionase el resto de mi vida. O si conozco a alguien que lo haga. Es una bonita forma de pasar estos días que nos han regalado en la tierra. No es mala reflexión para una otoñal tarde de miércoles.
★★★☆☆
Sala Guindalera
Calle Martínez Izquierdo, 20
Diego de León
OBRA FINALIZADA