365 días con el mundo cargado a hombros
El año que concluye pasará a la Historia como uno de esos en que los grandes acontecimientos parecen estar gestándose pero no acaban de eclosionar. A lo largo de estos 365 días, han sido numerosos los frentes de batalla que se le han abierto a la Humanidad, y por tanto a la Iglesia, aunque ninguno parece haberse cerrado de forma definitiva. Al contrario, 2014 ha planteado más preguntas que respuestas: ¿Hasta dónde avanzará el Estado Islámico? ¿Qué pasará con Siria, Irak, Ucrania…? ¿Qué se decidirá en el Sínodo de la Familia? ¿Quién gobernará España en los próximos años? ¿Crecerá el populismo en Europa? ¿Acabará la crisis? ¿Defenderá la vida algún Gobierno?
Estas líneas y las que siguen también podrían llevar por título: 2014: el año de los melones abiertos. Porque, si por algo se ha caracterizado el último año, ha sido por plantear muchos más interrogantes que respuestas, y por dejar a un buen número de personas, tanto dentro como fuera de la Iglesia, con una cierta sensación de desasosiego e incertidumbre. Algo similar a esa expresión del Evangelio que habla de una multitud que avanza insegura, como ovejas sin pastor.
Los frentes que se han abierto en estos 365 días afectan a casi todos los ámbitos, como aventuraba el Papa Francisco en un discurso al cuerpo diplomático, allá por enero. Entonces, el sucesor de Pedro dibujaba un escenario que ponía en riesgo la paz en el mundo: avance de la violencia yihadista; una cultura del descarte «que suscita horror» por su desprecio a la vida humana; grandes masas migratorias y de refugiados que deambulan en condiciones miserables; políticos que no buscan el bien común… O aquel discurso fue profético, o los hechos se han empeñado en darle la razón al Papa.
Descarte y muerte
Unas semanas después de sus palabras, la cultura del descarte, que Juan Pablo II –san Juan Pablo II, desde el 27 de abril– llamaba cultura de la muerte, siguió dando pasos en Occidente, con dos leyes de eutanasia en Canadá y Bélgica (ésta última, eutanasia infantil), que amenazan con extenderse por Europa y Norteamérica en los próximos meses, empezando, sin ir más lejos, por Andalucía. En paralelo ha avanzado también la ideología de género, en una progresión que en España se tradujo en sucesivas prórrogas de la reforma de la ley del aborto, cuya demora nadie entendía…, hasta que, a finales de septiembre, el Presidente Rajoy anunció que, en realidad, prefería mantener la Ley Aído, con retoques. Los detalles de tales retoques y, sobre todo, las causas y consecuencias de esa retirada son, todavía hoy, una incógnita.
Corrupción, desafección y populismo
Incógnita es también cuál será el mapa político español que dibujen las elecciones municipales, autonómicas y generales de 2015, que contarán con tres factores clave: uno, el desencanto que generan la crisis que no cesa y los casos de corrupción que salpican a la práctica totalidad de partidos e instituciones del Estado; otro, el populismo radical que se alimenta precisamente de tal desafección. Y el tercero, la decepción de una enorme masa de votantes que defienden la vida pero ven que nadie les defiende a ellos. Desde las elecciones europeas de mayo, en todo el continente, el populismo trae aromas de estalinismo antisistema, racismo, europeofobia, nacionalismo y totalitarismo neofascista. Es decir, un escenario similar al que conocieron los europeos de hace un siglo, cuando vieron en 1914 cómo estallaba el mayor conflicto bélico conocido hasta esa fecha. Cuánto poder obtendrán en el futuro estas corrientes políticas es motivo de inquietud para muchos.
Una Tercera Guerra Mundial, por partes
Aunque para inquietud, la que se cierne sobre los millares de cristianos que sufren la persecución del Estado Islámico y sus hidras del terror: Seleka, Boko Haram… Las imágenes de niñas nigerianas secuestradas para ser vendidas como esclavas; de cristianos sirios decapitados; o de familias deambulando por los desiertos de Irak parecen ser el preludio dramático de una amenaza mayor que se cierne sobre África y enseña sus dientes a Europa. Tanto es así, que el Papa denunció en agosto que «ha estallado una Tercera Guerra Mundial, por partes». Hasta dónde llegará el Estado Islámico, o si se extenderá el yihadismo por África, causando enormes masas de refugiados e inmigrantes, son preguntas que tendrá que responder 2015.
Preguntas y certezas
Preguntas responderá también la Iglesia en el próximo Sínodo de la Familia, después de las que quedaron en el aire tras el Sínodo extraordinario del pasado octubre, y que dieron lugar a debates (reales y mediáticos) que han sembrado la zozobra en muchos cristianos, y han hecho ilusionarse en vano a algunos ingenuos, quizás por olvidar que, en la Iglesia, cuanto da fruto, lo hace «con Pedro y bajo Pedro, porque la presencia del Papa es garantía de la custodia de la fe», como dijo el propio Pedro, o sea, Francisco. Esa comunión y sintonía con el sucesor de Pedro es la que late precisamente bajo los numerosos e importantes cambios en el episcopado español, y que proyectan para 2015, en medio de tanta inquietud, la certeza de que la Iglesia sigue queriendo hacer presente al Señor en medio de la vida de los hombres.
Después de todo lo dicho, quizás alguien piense que somos pesimistas. Craso error. Primero, porque como recordaba en Alfa y Omega el arzobispo de Lyon tras viajar a Irak, «la esperanza cristiana es diferente del optimismo, pues no consiste en pensar que las cosas irán mejor mañana, sino creer que, cualquiera que sea la prueba, mi vida reposa en manos de Dios». Y segundo, porque en Alfa y Omega estamos seguros de que la Humanidad no deambula a la deriva, pues desde que Dios nació en un pesebre, el Buen Pastor no abandona a ninguna oveja, sino que la carga a hombros cuando más lo necesita. Así leemos el 2014. Y por eso, de corazón, les deseamos un feliz 2015.