3 de febrero: santa Claudina Thévenet, la madre que amó a los hijos de la Revolución - Alfa y Omega

3 de febrero: santa Claudina Thévenet, la madre que amó a los hijos de la Revolución

Del horror de la Revolución francesa nació bondad: las religiosas de Jesús-María, fundadas por una joven que vio morir ajusticiados a sus hermanos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
‘Santa Claudina Thévenet’. Colegio Jesús María de Buenos Aires (Argentina). Foto: Colegio Jesús María de Buenos Aires.

¿Es posible olvidar la escena de del fusilamiento de tus hermanos y la de una turba abalanzándose sobre sus cuerpos para rematarlos a golpes y machetazos? Claudina Thévenet seguramente no pudo, pero sin duda logró integrar este acontecimiento en su vida y sacar un fruto que perdura hoy en la vida de miles de niños en todo el mundo.

Nacida en Lyon el 30 de marzo de 1774, Claudina creció en paz en el seno de una familia numerosa muy cristiana. En 1782 ingresó en el internado en la abadía de Saint Pierre, del que tuvo que salir cinco años después, cuando apenas tenía 15 años. Le tocó vivir de cerca todo el horror que se desató en la Revolución francesa y en los años posteriores, el período que ha pasado a la historia con el gráfico nombre de El Terror.

Fueron años en los que toda Francia era escenario de los enfrentamientos entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, una lucha que dio pie a una de las más gloriosas páginas de la Iglesia en Francia, la de los mártires de la Vendée.

En Lyon, los dos hermanos mayores de Claudina se embarcaron como voluntarios contra los jacobinos, que sitiaron la ciudad durante dos meses hasta obligar a su capitulación en octubre de 1793. Fueron detenidos y apresados en el Ayuntamiento de Lyon, hasta que en enero de 1794 Claudina pudo verlos por la calle, en una fila de condenados que llevaban a fusilar. La escena fue dramática: «Clady, perdona como nosotros perdonamos», le gritaron desde lejos. Ella los siguió hasta su trágico final, y aunque pasada la revolución la familia pudo haber denunciado a sus delatores, conocidos suyos, los Thévenet lo dejaron correr y tomaron la opción de perdonar.

«Hace falta ser madres»

A partir de entonces comenzó una nueva etapa para Claudina. Convencida de que la ignorancia de Dios era la causa principal del sufrimiento del pueblo –y de la violencia que le tocó vivir– nació en ella el deseo de darlo a conocer a todos, especialmente a los niños y a los jóvenes. No era fácil, porque la Iglesia sufrió persecución hasta 1801, cuando la Santa Sede consiguió firmar un concordato con Napoleón que normalizó algo la situación.

El giro decisivo para la joven francesa tuvo lugar en 1814, cuando el sacerdote Andrés Coindre, fundador de la congregación de los Hermanos del Sagrado Corazón, le entregó a dos niñas que había encontrado temblando de frío en la puerta de una iglesia. Ella las acogió y se ocupó de ellas, y con ese pequeño gesto dio inicio a una obra en la que Dios ha mostrado y sigue mostrando su bondad y su belleza.

Tras este incipiente comienzo empezó a gestionar una casa a la que luego daría el nombre de Providencia del Sagrado Corazón. Cuando se mudó allí, sus únicas compañeras eran una obrera, una niña huérfana y un telar de seda. «Me parecía haberme lanzado a una empresa loca sin ninguna garantía de éxito», reconocería después. Pero la obra ejerció sus atractivo sobre otras mujeres y, en 1818, Claudina fundó con la ayuda del padre Coindre las Religiosas de Jesús María. ¿Su objetivo? Acoger a los niños pobres hasta que tuvieran 20 años, enseñándolos a leer, a escribir y a realizar un oficio, además de darles formación religiosa y moral. «Hace falta ser madres de estos niños, verdaderas madres tanto del alma como del cuerpo», decía Claudina a sus compañeras. «¿No oís la llamada de mil voces infantiles cuyas almas tienen sed de verdad?», añadía.

La muerte del padre Coindre en 1826 puso en apuros la obra. Empezó a recibir los ataques de sacerdotes que no entendían su apostolado, y los sucesos políticos que sacudieron Francia aquellos años interrumpieron su labor hasta el punto de que sus escuelas y talleres llegaron a ser bombardeados por alborotadores y hasta ocupados por el Ejército. Finalmente, después de toda una vida «haciendo conocer y amar a Jesús y María», como se propuso entre los fines de su fundación, Claudina Thévenet murió el 3 de febrero de 1837, después de exclamar: «¡Qué bueno es Dios!».

Cinco años después, la congregación empezó a expandirse fuera de Francia, primero a la India, luego a España, Canadá, Estados Unidos y a toda Europa. Para Yvette Durand-Carrier, presidenta de los Amigos de Jesús-María de Fourvière, hoy la casa madre de la congregación, «el carisma, el coraje y la gran espiritualidad de Claudina Thévenet han marcado profundamente a quienes la conocieron y a quienes la sucedieron. A pesar de las guerras y de los avatares políticos en Francia en aquellos años, su herencia dio fruto e impulsó a Jesús-María más allá de sus fronteras».

Bio
  • 1774: Nace en Lyon
  • 1794: Ve morir ajusticiados a sus hermanos
  • 1814: Acoge a las dos primeras niñas sin hogar
  • 1818: Funda las Religiosas de Jesús-María
  • 1837: Muere en Lyon
  • 1993: Es canonizada por Juan Pablo II