3.500 kilómetros a pie para mostrar la providencia de Dios - Alfa y Omega

3.500 kilómetros a pie para mostrar la providencia de Dios

El polaco Jakub Pielgzym dejó su vida como barbero para emprender un viaje de santuario en santuario mariano sin dinero. Siempre ha tenido qué comer y dónde dormir. Él lo agradece con cortes de pelo

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Jakub en Ciudad Real. Foto: Lanza.

Al peregrino polaco Jakub Pielgzym lo sorprendemos en algún lugar de Extremadura cercano a la frontera con Portugal. No ha sido fácil dar con él, porque lleva seis meses recorriendo a pie los caminos de toda Europa, de santuario en santuario, con el único objetivo de «buscar a Dios y rezar por la paz en el mundo». El 27 julio del año pasado cerró la puerta de su casa en Suwalki, al norte de Polonia, y dejó atrás su empleo como barbero, los niños de catequesis y sus amigos de la banda de rock en la que toca la guitarra. Con 23 años, su sueño «era salir sin dinero y vivir de la gracia de Dios como un peregrino sin casa, recorriendo diferentes países», declara a este semanario. «Quiero rezar y mostrar a todos que Dios existe y nos cuida, porque Europa está perdiendo la fe», añade.

No es la primera vez que Jakub se embarca en una aventura así. Cuando tenía 8 años realizó su primera peregrinación desde su casa hacia el santuario de la Divina Misericordia en Vilnius (Lituania), donde se guarda la imagen original de esta devoción impulsada por santa Faustina Kowalska. Desde entonces, cada año ha visitado el santuario de la Virgen de Czestochowa, en su país, y hace tres años viajó por primera vez a España para realizar el Camino de Santiago. «Caminar es para mí la mejor manera de estar con Dios, de mirarme a mí mismo, de ver dónde está mi alma», afirma. «Voy en calma y silencio, con una gran paz».

Su modo de peregrinar es ir desprovisto de todo. Además de la ropa, solo lleva una Biblia y su guitarra, y cada día pide comida y un lugar donde dormir. «No necesito más, Dios siempre me ha protegido. Para mí es alucinante vivir así durante tantos meses», dice.

En su camino se ha encontrado siempre personas que le ayudan y le dan cobijo. Es más, desde la segunda semana de su aventura no ha necesitado pedir dinero para comprar comida, porque «muchos me lo han dado sin que se lo pida». «Es bueno que la gente vea que se puede vivir sin tantas preocupaciones, y eso me da pie para hablarles de Dios», declara.

De este modo ha recorrido hasta la fecha ocho países y en los próximos días llegará a Portugal, siempre visitando santuarios dedicados a la Madre de Dios. «Para mí, María no solo es mi Madre del cielo, sino que también es el mejor camino que nos lleva a Jesús, señala. Por eso, buena parte de sus jornadas las pasa rezando el rosario. En un día normal en sus caminatas diarias, Jakub se levanta e intenta ir a Misa, «porque la Eucaristía es el modo de cargar las pilas para mí. Eso me da energía para todo el día». Después sale y se pone a caminar, siempre con una meta pero sin saber qué es lo que le va a deparar esa jornada. Durante el camino dedica algunos ratos para leer la Biblia, escuchar alguna meditación en YouTube o tocar la guitarra. Es en sus encuentros con la gente cuando aprovecha para dar un testimonio sencillo de su peregrinación: «Lo hago cuando les corto el pelo a algunos de vez en cuando, como un modo de devolver el favor», dice divertido.

Durante estos seis meses «he podido ver de cerca el amor de Dios, y he comprobado la verdad de su Palabra cuando dice que no debemos preocuparnos, que Él nos va a dar todo lo que necesitamos».

Al mismo tiempo, ha podido constatar que «la gente en general anda muy inquieta. Tantas noticias sobre guerras, la economía… Estamos muy mareados por la publicidad y por la televisión también. Son demasiadas preocupaciones. Somos hijitos de Dios, eso es lo que importa», dice.

Estos seis meses han servido a Jakub para elegir un sobrenombre que le está acompañando durante todo el camino: Pod Opiek Boga, que significa bajo la protección de Dios. Así puede dar testimonio con su propia vida: «Ahora puedo agradecerle a Dios todo lo que me da, especialmente lo más sencillo: tener comida, un techo bajo el que dormir…, cosas que habitualmente pasamos por alto en nuestra vida diaria y que damos por descontado. En realidad, no es así, cada día es un milagro».