27 vidas que fueron entregadas «gota a gota» - Alfa y Omega

27 vidas que fueron entregadas «gota a gota»

Los dominicos han dado mártires a la Iglesia prácticamente desde su fundación. Los últimos en subir a los altares serán 25 frailes, una monja y un laico, asesinados por su fe en la España de los años 30

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El mártir dominico Antonio Trancho era maestro de novicios en Almagro. Foto: Dominicos.

«A pesar de las barbaridades que en otros sitios han cometido los modernos salvajes, gracias a Dios no hemos tenido que lamentar lo más mínimo. Salimos de paseo con nuestro hábito sin la menor molestia y creo que así continuaremos, pues el pueblo nos aprecia y el Ayuntamiento nos ha dicho repetidas veces que estemos tranquilos, seguros de que, mientras ellos manden, nadie se meterá con nosotros». Nada hacía presagiar al dominico Antonio Trancho lo equivocado que estaba. Corrían los primeros días de junio de 1936 y apenas mantendría la vida dos meses más, pues en agosto la entregaría por su fe en Almagro (Ciudad Real). Este sábado será beatificado en la catedral de Sevilla junto a otros 24 frailes, una monja y un laico, todos de la familia dominica.

Trancho contaba en aquella carta dirigida a sus familiares que en Almagro el verano se presentaba «muy inquietante», pues los labradores tenían sus recursos «casi agotados» y la gente andaba «hastiada y buscando la luz por algún sitio». «No sé si al fin la encontraremos o caeremos en la más espantosa anarquía», dejaba caer el dominico. Cuando estalló la Guerra Civil, las izquierdas prendieron fuego a la parroquia de la Madre de Dios, y Trancho fue uno de los que salió a apagar las llamas sin importarle el riesgo. Esa misma noche fueron algunos exaltados a amenazar a los frailes con quemarles el convento con ellos dentro.

En esa situación fueron a ver al alcalde de la localidad, que les ofreció unos salvoconductos para aquellos que quisieran irse a sus casas a buscar refugio, pero esa salida se convirtió en una sentencia de muerte para quienes lo intentaron: al salir, siete de ellos fueron interceptados y los fusilaron en lugares cercanos, no sin antes torturar y castrar a algunos. El resto de ellos fueron detenidos el 14 de agosto, atados y llevados a las afueras del pueblo para acabar con su vida, repitiendo las torturas que ya habían padecido sus hermanos antes.

Un periodista incómodo

A los mártires de Almagro se unen en esta beatificación otros seis testigos que subieron al cielo desde Almería. Cuando comenzó lo más cruento de la persecución lograron huir a diferentes casas o refugiarse junto a sus familias, pero poco a poco fueron localizados y detenidos. A lo largo del mes de septiembre, tres de ellos fueron fusilados a las afueras de la ciudad y dos más en las tapias del cementerio de Almería. Mención especial merece el periodista católico Fructuoso Pérez, laico dominico, director del diario católico La Independencia y autor de numerosos artículos en los que exponía la doctrina de la Iglesia, particularmente en lo relativo a la materia social. Le detuvieron el 26 de julio y le ejecutaron el día de la Ascensión en la playa de la Garrofa, a los 52 años, dejando cuatro hijos.

Completa el grupo de los beatificados este sábado en Sevilla la monja dominica Ascensión de San José, del convento granadino de Huéscar. Refugiada en casa de unos familiares, fue detenida, a los 76 años de edad, cuando vieron que llevaba un crucifijo en el cuello. La llevaron al Ayuntamiento, la golpearon e intentaron que blasfemara, sin conseguirlo. Al día siguiente la tuvieron que ayudar a subirse al camión que la llevaría a las tapias del cementerio. Ni siquiera se molestaron en gastar balas con ella: la tumbaron, apoyaron su cabeza sobre una roca y con una piedra machacaron su cráneo.

Cartel de la beatificación en Sevilla, que presidirá el cardenal Semeraro. Foto: Dominicos.

Para el dominico Emilio García, prior del convento de Sevilla, la ciudad donde va a tener lugar la beatificación, «aunque parece que con los años hemos avanzado mucho, en realidad no lo hemos hecho tanto», ya que «sigue habiendo hostilidad e incomprensión hacia lo religioso» en la España de hoy. De ahí que el ejemplo de estos mártires «nos sirva de advertencia y de propuesta para vivir sin vergüenza nuestra fe».

O, como el padre Trancho repetía a menudo antes de morir, «Dios no nos pide por ahora el sacrificio de nuestras vidas, pero hay que írsela entregando, sin regateos, gota a gota, como se consume la lámpara ante el sagrario».