23 de octubre: san Juan de Capistrano
San Juan ejerció el oficio de jurista y gobernador. Tras pasar por la cárcel decidió cambiar de vida y luchar por la santidad. Ingresó en los franciscano y predicó el Evangelio por toda Europa. Respondió al llamamiento a las cruzadas del Papa Calixto II. Murió de peste en 1456. Fue canonizado en 1690 por el Papa Alejandro VIII
Juan nació en 1386 en un pequeño pueblo llamado Capistrano, de la región de los Abruzos. Estudió leyes en la Universidad de Perugia pues quería ser jurista, cosa que consiguió con 26 años en 1412.
Ejerció el cargo de jurista en Perugia. Incluso llegó a ser gobernador de la ciudad por orden de Ladislao I de Nápoles. Pero pronto cayó prisionero del ejército de Segismundo de Malatesta que ocupó la ciudad.
El cautiverio cambió la vida de Juan. Entre rejas reflexionó sobre la vida y se dio cuenta que el dinero no era lo más importante en la vida. A partir de ese momento se decidió a luchar por algo verdaderamente importante, la santidad.
Al salir de la cárcel se decidió a entrar en los franciscanos, cosa que hizo en 1416. Llegó al convento sentando al revés en un burro para luchar contra su orgullo. Un año después de entrar en la orden, fue ordenado sacerdote. Dentro de los franciscanos incluso llegó a ser Vicario General.
Juan fue discípulo de san Bernardino de Siena. Imitando a su maestro se fue a predicar por Europa.
San Juan pasó por Alemania, Bohemia, Austria, Hungría y Polonia. Cada vez que llegaba a un pueblo o ciudad predicaba en sus plazas y era inmensa la multitud que le escuchaba. La gente se quedaba maravillada de su predicación, que duraban hasta dos y tres horas. Muchas veces, los que lo escuchaban hacían hogueras espontáneas para quemar todo tipo de artilugios y libros relacionados con la brujería y la superstición.
Muchos jóvenes se unieron a san Juan, quien predicaba no solo con la palabra sino también con el ejemplo. «El santo predicador», como le llamaban, dormía y comía poco y hacía mucha penitencia.
Además de pobre y predicador, también fue consejero y diplomático de cuatro papas: Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III. Le propusieron hasta tres veces ser obispo pero prefirió seguir siendo predicador del Evangelio. Fue Nuncio apostólico en Austria, donde predicó extensivamente y combatió la herejía de los husitas. También predicó con gran fruto en Polonia, invitado por Casimiro IV.