22 de mayo: santa Joaquina de Vedruna, la madre de nueve hijos que fundó una orden religiosa
Quiso entrar en un convento de clausura cuando tenía 12 años, pero no la aceptaron. Se casó con 15, enviudó a los 33 y con 43 fundó las Carmelitas de la Caridad de Vedruna para ocuparse de la educación de las niñas
El día en que Pío XI aprobó el decreto de virtudes heroicas de Joaquina de Vedruna dijo de ella que reunía «cuatro vidas en una sola y admirable existencia». No le faltaba razón. Antes de cumplir el medio siglo de vida, la santa catalana (Barcelona, 1783) había pasado por todos los estados de vida posibles. Fue soltera hasta los 15 años, cuando se casó. Y antes de quedarse viuda, a los 33, tuvo nueve hijos. A los 43 años se consagró a Dios y fundó la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, que a su muerte —en 1854, con 71 años— contaba con 150 hermanas y se había extendido por 27 lugares diferentes. «Es como si Dios nos dijera que se puede ser santo desde cualquier condición y estado de vida», sugiere Narcisa Fiol, ex superiora general de la orden, a Alfa Omega.
Joaquina nació en Barcelona un 16 de abril y de su niñez destaca, por un lado, su precocidad espiritual. De hecho, «existen documentos, escritos por personas que la conocieron en vida, que dan fe de que era muy piadosa y de que se refería a Dios constantemente, incluso cuando estaba jugando». Por otro lado, sorprende que no fuera al colegio. «Ella, que iba a fundar un instituto dedicado a la enseñanza —aunque no solo—, no asistió a ningún centro educativo», subraya Fiol. «Hay que tener en cuenta que estamos hablando del siglo XVIII y la educación femenina no estaba regulada todavía». A pesar de ello, Vedruna tenía una cultura superior a la media, pues había sido formada en casa por una profesora particular y por su propia madre. Posteriormente, ella siguió el ejemplo de su progenitora y educó a sus hijas. «Montó una escuela a la que también asistían los hijos de los trabajadores de la casa solariega en la que vivía, a las afueras de Vic», explica la religiosa.
Nada de esto hubiera ocurrido, sin embargo, si a los 12 años las carmelitas calzadas del convento situado en la esquina de su casa la hubieran aceptado. Se negaron. «Yo tenía intención de entrar en vida religiosa en un convento de clausura, pero el Señor me ha ido manifestando que su voluntad es otra. He entendido que he de formar hermanas para que puedan remediar las necesidades de los pueblos», escribió años después Joaquina al padre Olot, su director espiritual.
Antes de centrarse en esta labor, la joven se casó el 24 de marzo de 1799 con Teodoro de Mas, que trabajaba junto al padre de Joaquina —verdadero impulsor del casamiento— y que procedía de una acaudalada familia, que, en un primer momento, no aceptó el enlace. «Aspiraban a que Teodoro se casara con alguien de un mayor poder adquisitivo», explica la ex superiora general. El matrimonio, no obstante, fue feliz y tuvieron nueve hijos: «Supo comprender a la perfección la sensibilidad espiritual de su esposa, pues él mismo había querido ser franciscano de joven».
- 1783: Nace el 16 de abril en Barcelona
- 1795: Intenta entrar en un convento de clausura, pero la rechazan
- 1799: Se casa con Teodoro de Mas a los 15 años
- 1816: Se queda viuda
- 1826: Funda la orden y constituye la primera comunidad
- 1854: Muere en Barcelona
- 1940: Es beatificada por el Papa Pío XII
- 1959: Es canonizada por Juan XXIII
El matrimonio duró 17 años, hasta que él murió por tisis en marzo de 1816, después de haber sido llamado a filas. Aquella misma noche, según Fiol, Joaquina escuchó cómo Dios le dijo: «Ahora te elijo por esposa», una llamada que no terminó de concretarse hasta diez años después, cuando la santa, a pesar de las penurias económicas, logró colocar a su numerosa prole. «En esta situación de espera forzosa, el padre Olot reorientó la vida de la viuda» y la hizo impregnarse del sufrimiento de los enfermos de los hospitales, de los pobres y de las niñas sin educación.
Por fin, el 6 de enero de 1826 pudo fundar el instituto religioso y constituir la primera comunidad, junto con otras nueve jóvenes, en Manso Escorial —aquella casa solariega a las afueras de Vic—. Era el 26 de febrero del mismo año. Allí se dedicaron, desde el principio, a la atención de los enfermos y a la enseñanza de las niñas, una labor que continúa en la actualidad gracias a las alrededor de 2.000 hermanas que hoy están distribuidas por América, Asia, África y Europa. «Estamos presentes en muchos colegios y también nos dedicamos a la educación no formal», una labor que las religiosas desarrollan en los Hogares Vedruna. «Son pisos de protección donde vivimos con niñas que tienen necesidad de una familia». Por otro lado, «hay hermanas que siguen acompañando a los enfermos de los hospitales, como en el de Granollers», y, además, «nos dedicamos a atender la marginación». Al principio, «este ámbito estaba exclusivamente centrado en los países del tercer mundo», concluye Narcisa Fiol, «pero desde hace mucho tiempo también atendemos la marginación dentro de nuestro propio país, acompañando a los migrantes, a las madres solteras…».
Joaquina de Vedruna murió el 28 de agosto de 1854 tras haberse contagiado durante la epidemia de cólera que se desató entonces en Barcelona y después de haber sufrido un ataque de apoplejía. «Que en vuestro corazón no haya otro deseo que el de vivir completamente enamoradas de tan buen Dueño y Señor», aconsejó a sus hijas espirituales. La soltera, madre, viuda y religiosa fue beatificada por Pío XII el 19 de mayo de 1940 y canonizada por Juan XXIII el 12 de abril de 1959.