África intenta protegerse de la «hecatombe» que supondría la expansión del COVID-19
En Burkina Faso, el tercer país subsahariano con más casos (20 este miércoles) el Gobierno ha contado desde el primer momento con la colaboración de la Iglesia para sensibilizar sobre un problema que, como ha descubierto la población, ya no es solo de China o de Europa
Uno de los grandes temores en relación con la pandemia de COVID-19 ha sido qué ocurriría si, después de poner en jaque a los sistemas sanitarios del primer mundo, aterrizara con la misma fuerza en África. «Si un virus ha hecho esto en Europa, solo podemos imaginar lo que podría ocurrir en el contexto africano, donde hay sistemas sanitarios débiles, frágiles en términos de asistencia, de personal formado, de equipamiento» (sobre todo en unidades de cuidados intensivos y de reanimación cardiopulmonar) «y de fármacos disponibles». Es el diagnóstico de Dante Carraro, director de la entidad italiana Médicos con África Cuamm, en entrevista con Vatican News. Que añade que los médicos del continente son conscientes de que, «si el virus golpea a los segmentos de población más débiles, será una verdadera hecatombe».
Aun así, el riesgo no es el mismo en todos los países. Los hay con un sistema sanitario mínimamente estructurado, como Tanzania (tres casos) y Uganda (ninguno), que son capaces de hacer frente a pequeños brotes de ébola; y otros, como Sudán del Sur (sin casos), la República Centroafricana (un caso) y la República Democrática del Congo (siete), totalmente vulnerables.
Por otro lado, Carraro tiene la esperanza de que los contagios se vean dificultados por las altas temperaturas y por la experiencia de algunos países con epidemias como el ébola. A raíz de esta gravísima crisis sanitaria, en algunos aeropuertos, como los de Etiopía (seis casos), existen medidas de prevención no habituales en Europa, como el tomar la temperatura en los aeropuertos. A esto atribuye el médico italiano el hecho de que se hayan tardado tanto en dar casos en África, a pesar del importante tránsito de viajeros con China.
Cancelación de misas
Ante la amenaza, las autoridades de algunos países están intentando reaccionar lo antes posible con medidas restrictivas. En Burkina Faso, por ejemplo, con 15 casos confirmados ya se suspendieron las clases. También se ha establecido un teléfono gratuito para que la población haga sus consultas, y se ha garantizado que la atención sanitaria será gratuita. Este miércoles, al conocerse que la cifra había ascendido a 20 y se había producido la primera muerte, la Conferencia Episcopal de Burkina-Níger decidió suspender la celebración de misas públicas.
Este país es el tercero del África subsahariana con más casos después de Sudáfrica (116) y Senegal (36). Del martes al miércoles, además, los casos en estos países aumentaron en un 87 % (Sudáfrica) y un 33 % (Senegal y Burkina). En Burkina, en un primer momento se pensó que «solo era un problema de China, y más tarde de Europa. Ahora ya nos lo tomamos en serio», asegura el salesiano Joseph Basson. Además del aumento de casos, ha influido en ello el diagnóstico positivo del célebre pastor protestante Mamadou Karambari y su mujer. El matrimonio había participado en un encuentro de 2.000 personas en Mulhouse (Francia) del 17 al 24 de febrero, y el domingo 8 de marzo se les diagnóstico COVID-19.
Ya al conocerse los dos primeros la ministra de Sanidad, Léonine Claudine Lougue, se reunió con los obispos. Además de informarles sobre las medidas que se iban a tomar, quería solicitar la colaboración de la Iglesia para ayudar a concienciar a la población sobre el riesgo. De acuerdo a esta petición, las indicaciones dadas por la Conferencia Episcopal de Burkina y Níger no enumeraban solo las medidas de higiene específicas para los templos sino que educaban también sobre otras precauciones básicas, como el lavado frecuente de manos, el cocinar bien los alimentos o no escupir en el suelo. «Ahora, el pueblo cristiano comprende mejor el problema que supone este fenómeno», asegura el padre Basson.
Unidad, colaboración y oración
Pero el enemigo no es solo la falta de formación básica higiénico-sanitaria de la población. En África también hay bulos y polémicas estériles, lamenta el padre blanco Manolo Gallego, misionero en Burkina Faso. Cita por ejemplo la difusión de mensajes de audio «donde se dice que los blancos queremos transmitir la enfermedad a los africanos», y de polémicas en ámbitos eclesiales sobre el acatamiento de estas medidas. «Hay incluso gente que ve la mano del diablo en todo esto para cerrar nuestros lugares de culto». De hecho, monseñor Paul Ouedraogo, obispo de Bobo-Dioulasso, ha tenido que salir al paso de estas discusiones «inútiles e inapropiadas» y pedir cooperación.
Otra aportación clave de la Iglesia contra la pandemia es la oración. Tanto en Costa de Marfil (seis) como en Senegal, Mauritania (dos), Cabo Verde (cero) y Guinea Bissau (cero), que comparten conferencia episcopal, los obispos han convocado para este viernes una jornada de ayuno y oración, que en Costa de Marfil se subraya que es de «obligado» cumplimiento.