18 de enero: santa Margarita de Hungría, la princesa que renunció a dos reyes para servir al único Rey - Alfa y Omega

18 de enero: santa Margarita de Hungría, la princesa que renunció a dos reyes para servir al único Rey

Durante la Segunda Guerra Mundial, Pío XII propuso a santa Margarita de Hungría como «mediadora de la paz». Era princesa, pero solo quiso ser una monja que rezaba por la evangelización

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
'Santa Margarita de Hungría'. Capilla de las Religiosas Dominicas de Búfalo, Nueva York (Estados Unidos)
Santa Margarita de Hungría. Capilla de las Religiosas Dominicas de Búfalo, Nueva York (Estados Unidos).

Hija de reyes y familia de santos. Este es el linaje de una simple monja cuyo único interés fue pasar por la vida desapercibida a los ojos del mundo: santa Margarita de Hungría. La niña nació en Klis (hoy Croacia) el 27 de enero de 1242. Su padre era el rey húngaro Béla IV —hermano de santa Isabel de Hungría—, y su madre la princesa imperial bizantina María Láscaris, un matrimonio del que salieron diez hijos, entre ellos dos niñas que hoy figuran en el santoral: la propia Margarita y su hermana Kinga.

Margarita todavía estaba creciendo en el seno de su madre cuando los mongoles, liderados por Batú Kan (nieto de Gengis Kan), después de arrasar el este de Europa, invadieron Hungría. El rey intentó detenerlos como pudo, pero al final se vio obligado a huir con su familia a la costa dálmata. Los asiáticos se dedicaron entonces a rapiñar el país. En su desesperación, poco antes de nacer la pequeña sus padres la ofrecieron a Dios si los invasores abandonaban Hungría.

En marzo de 1242 sucedió lo que parecía imposible: el caudillo de los invasores, Ogodei Kan, había muerto en su tierra, por lo que su sobrino, Batú Kan, reunió a todos sus hombres y volvió a casa para participar en la elección del nuevo líder mongol. Dejaban así el territorio libre para el regreso del rey Béla y de su Ejército. El rey y su esposa cumplieron su promesa apenas su hija fue destetada, y así fue como Margarita ingresó en el convento de dominicas de Veszprém, cuando tan solo tenía 3 años.

Cualquiera podría sospechar que la niña no tuvo libertad para elegir su destino, al ser entregada a la clausura tan joven. Pero en realidad sí tuvo la oportunidad de dejar el convento y volver a la vida de palacio. Fue cuando en dos ocasiones su padre la visitó para ofrecerle sendos matrimonios de altura, primero con el rey polaco y luego con el rey checo. En ambas visitas, fue ella la que recordó a su padre el juramento que había hecho a Dios cuando aún no había nacido y mostró su clara decisión de servir de por vida al único Rey al que se había consagrado.

Savia de la Iglesia

A la vista de la seguridad que demostró su hija, Béla mandó construir en una isla del Danubio un convento al que que se trasladó Margarita al cumplir 20 años. «Ella vivió muy poco después de la muerte de santo Domingo y sin duda enlaza con la renovación que él impulsó en la Iglesia a todos los niveles», afirma el dominico fray Vito Gómez, historiador de la Orden de Predicadores.

Domingo relanzó la vida contemplativa en la Iglesia al rescatar a algunas mujeres del catarismo para fundar una comunidad de hermanas dedicadas a rezar. «En realidad predicaban de un modo muy distinto al de los hombres: a través de la oración —añade Gómez—. Su objetivo era ser la savia no solo de la labor de los dominicos, sino de la evangelización de toda la Iglesia».

Durante su vida en el convento, Margarita trabajaba como una más, sobre todo en la cocina. Por las noches cuidaba de las enfermas y, cuando alguna moría, se quedaba junto a su cuerpo velándolo hasta el amanecer. «Amar a Dios, despreciarme a mí misma, no odiar a nadie y no juzgar a nadie» fueron los lemas que escribió como guías para su vida. «Margarita era buena y santa, un modelo a seguir para todas nosotras y más humilde que cualquiera», afirmó tras su muerte una religiosa con la que convivió.

Finalmente, el 18 de enero de 1270, después de casi toda una vida entregada en el convento, Margarita murió mientras canturreaba el salmo 7: «Señor Dios mío, a Ti me acojo». Cuando fue enterrada, su tumba fue visitada no solo por príncipes y reyes de toda Europa, sino también por los pobres de la ciudad.

En noviembre de 1943 el Papa Pío XII la canonizaba en el contexto de la Segunda Guerra Mundial —Roma estaba incluso ocupada por los alemanes—, y el Pontífice la destacó como «mediadora de la tranquilidad y de la paz». «Ese mensaje es muy actual —atestigua fray Vito Gómez—. Ella buscó la armonía y no consideraba a nadie extraño. A su modo, con su consagración apuntaba a una patria más alta, pasando por alto cualquier nacionalismo exacerbado. El Papa dio a entender elevándola a los altares que la humanidad es una y que esa unidad no puede ser fragmentada por motivos políticos».

Bio
  • 1242: Nace en Klis, hoy Croacia
  • 1245: Entra en el convento de dominicas de Veszprém
  • 1262: Se traslada al convento construido por su padre, el rey Béla
  • 1270: Muere en Budapest
  • 1943: Es canonizada por Pío XII