Hernán Reyes Alcaide: «No es posible entender a Francisco al margen de los 76 años que pasó en Latinoamérica»
¿Qué significa el concepto de pueblo para Francisco? ¿Cómo le influyó el peronismo? ¿En qué consiste esa Patria Grande latinoamericana, la integración continental que propugna para América Latina? De todo ello habla el propio Pontífice en Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide (Planeta), un libro-entrevista al Papa Francisco publicado esta semana en Argentina. El libro es fruto de cuatro entrevistas de una hora realizadas entre julio y septiembre por el corresponsal en el Vaticano de Télam, agencia pública de noticias argentina, al cumplirse diez años de la conferencia de Aparecida del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Presentas la Conferencia de Aparecida como el «inicio conceptual» del pontificado de Francisco. ¿Cómo ha sido la influencia del documento final, elaborado por una comisión presidida por Bergoglio?
De entrada, como reconoce el propio Papa en el libro, el Documento de Aparecida (DA) ha ejercido una influencia crucial en el documento programático de su pontificado, la exhortación Evangelii gaudium. Y además, en esa línea, ¿quien mejor que el primer Papa latinoamericano de la historia para poner en la centralidad del debate del catolicismo la cuestión del Amazonas, o de la religiosidad popular, dos temas fuertes del DA? ¿Cómo no iba Francisco a asumir como central la cuestión de nuevos colectivos como los movimientos populares, a quienes habló dos veces en Roma y otra en Bolivia, si como arzobispo porteño fue de los primeros en estar cerca de esos colectivos?
Pero el Documento de Aparecida es un trabajo coral. ¿Cuánto hay de aportación personal del entonces arzobispo de Buenos Aires y cuánto de transacción con otras sensibilidades en América Latina o incluso con la Santa Sede?
El DA recogió las voces de las 22 conferencias episcopales del continente, pero yo no hablaría de transacción, sino que me parece más justo considerar que los refuerzos de los matices estuvieron acompañados de largas discusiones, no en un sentido de «toma y daca», sino de aprendizaje por parte de los participantes de algunas realidades que, considerando la vastedad geográfica del continente, quizás les eran más lejanas. Ahora bien, creo que para referirse a la «mano» del entonces arzobispo porteño en el DA lo mejor y más claro es remitirse a las palabras de Víctor Manuel Fernández en un artículo de 2013: «Para Bergoglio el gran desafío era dejar que se expresaran todas las líneas, pero al mismo tiempo producir algo que tuviera contundencia en algunos grandes temas que pudieran despertar interés y energías pastorales. No convenía un documento light, pero tampoco que un sector se impusiera a los demás».
Francisco como Papa es mucho más que Jorge Bergoglio. Pero creo que la única forma de intentar una lectura cada vez más completa de su pontificado es considerar la centralidad que han ido adoptando muchos de los temas que habían sido centrales para él durante los 76 años que vivió en Latinoamérica. Esto, desde ya, sin descuidar su mirada universal y que, en cada uno de los temas, busca poner al ser humano en el centro de la reflexión.
¿Cuáles de esos temas te transmitió el Papa que más le preocupan?
Hay tres ejes en los que noté preocupación, pero en el sentido quizás más etimológico del término (en lo de «preocuparse» como tratar de ocuparse con previsión y prevención de un tema): juventud, trabajo y medio ambiente. Con respecto a la juventud, él fue explicito y en dos momentos del libro nombró la fundación Scholas Occurrentes, con la que apoya una acción concreta sobre los que él suele decir que «serán los adultos de mañana». Y habló de los problemas de la droga, de la falta de oportunidades laborales, etc. Le vi muy interesado además en la necesidad de conectar con los jóvenes desde lo discursivo.
Con respecto al trabajo, lo plantea como elemento central para una vida digna y así prevenir otros «males» del mundo moderno: las enormes concentraciones de gente en las periferias de las grandes urbes; movimientos migratorios intra e inter países en busca de nuevas oportunidades; «resbaladas» hacia la droga, el alcohol y otras plagas sociales, etc.
Y el medio ambiente, como un eje que ha ido ganando peso en su pontificado, con la mirada puesta en la «casa común» que le estamos dejando a las próximas generaciones. La convocatoria del Sínodo Panamazónico para octubre de 2019 es un gesto concreto en esa línea.
Para preparar Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide, mantuviste «charlas de apoyo» con Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. ¿Qué visión te aportó sobre el pensamiento del Papa?
Guzmán Carriquiry es quizás el mejor continuador del legado de esa enorme figura para la intelectualidad latinoamericana que fue Alberto Methol Ferré, a la vez uno gran amigo de Jorge Bergoglio. Un historiador uruguayo que se convirtió en una de las voces más originales para pensar no solo la Iglesia católica, sino también los grandes desafíos de la región desde una óptica continental sin los corsets ideológicos importados que muchas veces servían de único prisma para mirar las realidades latinoamericanas. Recordemos por ejemplo que el 1 de junio de 2013, en el primer encuentro de su vida pero que iniciaría un camino de respeto desde la distancia que perdura hasta hoy, Francisco recibió al entonces presidente uruguayo José Mujica con un apretón de manos y un recuerdo del «amigo común» que tuvieron: hablaba (lo sé de primera mano porque acompañé a Mujica desde Uruguay en la delegación) de Methol Ferré. En ese sentido, como periodista latinoamericano interesado en el primer Papa latinoamericano que considera necesario leerlo a la luz de las realidades latinoamericanas, era imposible no querer escuchar las reflexiones del profesor Carriquiry.
Carriquiry te dijo que a Bergoglio lo marcó el peronismo. ¿En qué sentido?
El más indicado para responder a esa pregunta es el propio Carriquiry, pero mi sensación es que se refiere a lo que fue la primera experiencia política argentina que hizo explícitamente propias banderas ligadas a la doctrina social de la Iglesia.
Recordemos que la Argentina de las primeras décadas del 1900 la organización de los trabajadores se había dado básicamente en torno a los primeros sindicatos, de filiación anarquista a inicios de siglo y socialistas luego, que en muchos casos no eran más que transpolaciones de experiencias nacidas en Europa que tenían una relación cuanto menos de frialdad con la Iglesia.
El Papa distingue entre patria grande y patria chica. ¿Cuál es la concepto de Francisco acerca del patriotismo latinoamericano?
En el primer prólogo que escribió a una obra de Carriquiry (Una apuesta por América Latina, 2005), Bergoglio expresaba sobre esa apuesta que, «ante todo, se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana», ya que «solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte», y «sería callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales».
En la carta del 8 de julio de 2016 a la Conferencia Episcopal Argentina en ocasión de los 200 años del país, en tanto, el Papa escribió: «Celebramos doscientos años de camino de una Patria que, en sus deseos y ansias de hermandad, se proyecta más allá de los límites del país: hacia la Patria Grande, la que soñaron San Martín y Bolívar. Esta realidad nos une en una familia de horizontes amplios y lealtad de hermanos».
¿Y la noción de pueblo? «Pueblo es una categoría mítica», te dice el Papa. La teología del pueblo de Dios sería algo así como una teología de la liberación depurada y evolucionada, pero el Papa utiliza también la categoría de pueblo en sentido sociológico y político. ¿Qué significa la expresión?
La noción de pueblo, tan criticada por algunos, ya asomaba con fuerza en ese primer prólogo de Bergoglio: «Nada de sólido y duradero podrá obtenerse si no viene forjado a través de una vasta tarea de educación, movilización y participación constructiva de los pueblos —o sea, de las personas y de las familias, de las más diversas comunidades y asociaciones, de una comunidad organizada— que ponga en movimiento los mejores recursos de humanidad que vienen de nuestra tradición y que sumen las grandes convergencias populares y nacionales en torno a contenidos ideales y metas estratégicas para el bien común». Seis años más tarde, en 2011, el entonces cardenal Jorge Bergoglio prologaba por segunda vez un libro de Carriquiry: El Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos. Allí Bergoglio expresaba que «la independencia de los países latinoamericanos no fue un hecho puntual que se dio en un momento sino un camino, con escollos y retrocesos, un camino que aún ahora hay que seguir andando en medio de variados conatos de nuevas formas de colonialismo».
En esa línea, en la carta del 8 de julio, escribió: «Por esa Patria Grande también rezamos hoy en nuestra celebración: que el Señor la cuide, la haga fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones».
«Se trata de un libro de historia, de Historia con mayúsculas, en la cual el protagonista es el pueblo, los pueblos latinoamericanos. Pueblos que viven un presente que les exige un compromiso con el pasado y el futuro: un pasado recibido para hacerlo crecer y transmitirlo a los que nos sucederán», agregaba el Pontífice en ese segundo prólogo, en el que llamaba a «hacer patria».
«Un presente recibido y prestado a la vez, pero un presente que es fundamentalmente nuestro; hacerse cargo de el es hacer patria, lo cual es algo muy distinto que construir un país o configurar una nación. Un país es el espacio geográfico, la nación la constituye el andamiaje institucional», escribió en 2011.
«La patria, en cambio, es lo recibido de los padres y lo que hemos de entregar a los hijos. Un país puede ser mutilado, la nación puede transformarse (en las posguerras del siglo XX hemos visto tantos ejemplos de esto), pero la patria o mantiene su ser fundante o muere; patria dice a patrimonio, a lo recibido y que hay que entregar acrecentado pero no adulterado. Sí, patria supone soportar lo recibido no para guardarlo en conserva sino para entregarlo integro en su esencia pero crecido en el camino de la historia», sentenció.
Junto a esa noción de patria y pueblo, el Papa insiste mucho en el deber de promover la democracia en América Latina. ¿Cómo se articulan estos conceptos?
Ya desde el DA, en el que se afirmaba la línea que Francisco plantea ahora, se habla de la democracia como algo realmente más allá de unas elecciones eleccionario periódico. Leemos en el punto 74: «No basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo».