12 de junio: san Juan de Sahagún, el fraile que paró al toro - Alfa y Omega

12 de junio: san Juan de Sahagún, el fraile que paró al toro

Una discusión en un juego de pelota tiñó de sangre las calles de Salamanca durante años, hasta que llegó fray Juan de Sahagún para lograr la concordia. Con su predicación a favor de los pobres sacó los colores a poderosos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
San Juan de Sahagún. Retablo de San Juan de Sahagún. Catedral de Burgos. Foto Graeme Churchard.

Juan de Sahagún logró poner fin con sus palabras y con su mediación a dos bandos que llevaban años vertiendo sangre sobre sus calles. Por eso todos le conocían como el ángel de la paz. Nació en la villa leonesa de Sahagún en 1430, siendo el mayor de seis hijos. Creció educado por los benedictinos y allí se fraguó su vocación al sacerdocio. Por mediación de su tío entró al servicio del arzobispo de Burgos, que le ordenó sacerdote y le hizo después canónigo de la catedral. Este ascenso meteórico en la carrera eclesiástica no debió de satisfacer al joven Juan, pues a los pocos años decidió dejar sus cargos y emplearse de capellán en la pequeña iglesia de Santa Águeda. Fue un primer paso hacia su destino definitivo, la ciudad de Salamanca, donde encaminó sus pasos en el año 1457 para completar los estudios en la universidad.

Allí fue predicador de la iglesia del colegio de San Bartolomé, donde empezó a dar muestras del don que tenía con las palabras, hasta el punto de que los ediles del Ayuntamiento se fijaron en él años más tarde y le ofrecieron el puesto de predicador oficial del Concejo de Salamanca.

Juan sufría de cólicos a menudo y en una ocasión vio peligrar su vida. Postrado en cama, experimentó un día tal cercanía con Dios que, tras su recuperación, pidió el ingreso en los agustinos. «Lo que pasó aquella noche entre Dios y mi alma Él solo lo sabe —recordaría años más tarde—. Luego, a la mañana, fuíme a San Agustín alumbrado por el Espíritu Santo y recibí este hábito».

En la ciudad empezaron a llamarle «el fraile gracioso» por la amenidad con la que desarrollaba sus homilías. Pero también sabía usar palabras más duras si era necesario, incluso dirigidas a los poderosos. «Llegó incluso a enfrentarse al duque de Alba desde el púlpito a causa del trato desfavorable con que se conducía con los más débiles de la ciudad», explica el agustino Pablo Luna, biógrafo del santo. «Padre, no ha sabido frenar su lengua», le espetó el duque al terminar la celebración. «Señor duque, dígame para qué he subido al púlpito: ¿para anunciar la verdad a cuantos me escuchan o para adularlos vergonzosamente?».

Pero para Pablo Luna, lo más destacable de la biografía del santo es que «logró la paz entre dos bandos de Salamanca que tenían en vilo a la ciudad con su rivalidad, sembrando muertes entre ellos durante años. Juan de Sahagún los reconcilió y así consta en los documentos de la época».

En los nombres de las calles

Todo comenzó en 1465 con una disputa en un juego de pelota entre los Manzano y los Enríquez, dos de las familias más notables de Salamanca. Los Manzano mataron a uno de los rivales y la madre de este juntó a 20 hombres para ir buscar a los responsables hasta Portugal, donde habían huido. Cuando los encontraron los mataron también y la mujer colocó las cabezas sobre la tumba de su hijo para resarcirse.

Desde entonces hubo algunos enfrentamientos más a los que se sumaron los miembros de otras familias, aliados de unos o de otros. En medio de esta guerra civil, Juan de Sahagún empezó a hablar con todos los implicados y a predicar y pedir la paz desde los púlpitos de las iglesias. Finalmente lo consiguió y el 30 de septiembre de 1476 reunió a las familias nobles de la ciudad para la firma de un pacto de paz en la que hoy ha pasado a llamarse la Casa de la Concordia.

Su huella en Salamanca se ha mantenido incluso en los nombres actuales de algunas de sus calles, como la Tentenecio, donde el santo detuvo a un toro bravo que se había escapado con la frase: «Tente, necio», o la calle del Pozo Amarillo, en la que Juan salvó a un niño que se había caído dentro: el santo metió su cíngulo y las aguas subieron con el niño en la superficie hasta ser rescatado. Cuando la gente empezó a correr detrás de él gritando: «¡Milagro!», él salió huyendo, se puso un canasto en la cabeza y gritó: «¡Al loco, al loco!».

Cuando murió, en 1479, su fama de santidad ya era más que conocida y durante los primeros años se vieron ante su tumba más de 200 milagros. «Amaba la paz, amaba la Eucaristía y amaba el sacramento de la Confesión», asegura su biógrafo. Hoy su figura se venera no solo en su tierra sino en muchos países de América. «Es el santo de la paz», concluye Luna.

Bio
  • 1430: Nace en Sahagún
  • 1457: Llega a Salamanca
  • 1463: Toma el hábito de los agustinos
  • 1476: Logra la paz entre los bandos de la ciudad
  • 1479: Muere en Salamanca
  • 1690: Es canonizado por Alejandro VIII