11 de junio: santa María Rosa Molas, la monja que paró las bombas del general - Alfa y Omega

11 de junio: santa María Rosa Molas, la monja que paró las bombas del general

A pesar de la ingente actividad que desplegó toda su vida María Rosa Molas, «era capaz de ver a cada persona en primer plano», un derroche de caridad que nacía de su manera de vivir el primer mandamiento

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Santa María Rosa Molas. Mosaico en el jardín de la casa general de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación en Roma (Italia). Foto: Hermanas de nuestra Señora de la Consolación.

Cuando en 1858 el obispo de Tortosa propuso a María Rosa Molas los estatutos de la nueva congregación que ella iba a fundar, le explicó: «Hermana, yo solo he hecho un retrato suyo. El carisma de la congregación es usted». Este carisma de la santa catalana María Rosa Molas se forjó en un periodo de España particularmente difícil, con un país totalmente destruido por la guerra de la Independencia. Su familia poseía un negocio de guantes en Barcelona, pero tras la invasión lo perdieron todo y se refugiaron en Reus, una ciudad tradicionalmente pujante pero también muy afectada por la contienda. Fue en ese lugar donde, en 1815, nació María Rosa, y donde empezó a recibir los rudimentos de una fe que era especialmente vivida en casa.

«A los 9 años se enamoró de Dios, con un temblor y un apasionamiento que le duraron toda la vida», asegura la pedagoga Carmen Guaita, autora de la biografía de la santa que lleva por título Consolación (San Pablo). «María Rosa tenía una dimensión espiritual muy profunda que ha pasado desapercibida, quizá porque lo más llamativo era su labor en la vida activa. Sin embargo, fue muy contemplativa y sus contemporáneos hasta la comparaban con Teresa de Jesús».

Además, en un momento de una crisis económica y social –e incluso sanitaria, por la sucesión de epidemias en aquellos años–, «María Rosa era capaz de ver y de percibir con facilidad el sufrimiento de los demás. Era una superdotada en el terreno de la inteligencia emocional», afirma Guaita. En ello debió influir la profunda piedad de su padre y la excepcional actividad caritativa de su madre, que años más tarde murió de cólera mientras cuidaba a enfermos en sus casas. Estimulada por su ejemplo, a los 16 años María Rosa Molas comunicó a sus padres su deseo de entrar en la vida religiosa, pero su padre se lo negó vehementemente. Ella entonces esperó hasta 1841, cuando se marchó de casa y se encaminó al hospital de Reus para cuidar enfermos junto a las monjas.

Liberó a Reus de los obuses

Tres años más tarde, Reus se encontraba sitiada por las tropas del general Zurbano, en una de esas guerras intestinas que desangraron España en el siglo XIX. El 11 de junio de 1844, después de varios días de intensos bombardeos, María Rosa salió del hospital, cruzó la línea de fuego y se plantó frente a Zurbano para pedirle que librara a Reus de los proyectiles. El militar hizo caso de aquella monja y los obuses dejaron de castigar la ciudad.

En 1849, el Ayuntamiento de Tortosa llamó a las religiosas para que se hicieran cargo del hospital municipal. Fue aquí donde la futura santa descubrió la ambigua situación eclesiástica de su congregación, y donde decidió fundar junto a otras compañeras una nueva orden sujeta a la autoridad del obispo diocesano.

Así fue como el 14 de noviembre de 1858 nacieron las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, «un nombre que expresa nuestro carisma y sintetiza nuestra misión», diría la santa. «Esta idea la consolación no parte de su interés por la caridad, sino que nace de que María Rosa vivió cada día de su vida el primer mandamiento, el de amar a Dios sobre todas las cosas», afirma Carmen Guaita.

Fueron años en los que la fe que vivía dentro se desplegó en una actividad desbordante: defendió a las amas de cría a las que el Ayuntamiento no pagaba su salario; impidió que un médico experimentara sus tratamientos con niños huérfanos, y, por encima de todo, descendió hasta el más mínimo detalle en su trato con todos, hasta los más pequeños.

En ese sentido, Carmen Guaita cuenta cómo en su proceso de canonización testificó una mujer huérfana llamada Filomena, que declaró: «María Rosa es santa porque me preguntaba cómo se hacían las cosas, y eso que ella ya lo sabía. Me decía que lo quería saber “porque me gusta ver cómo lo haces tú”». Para su biógrafa, «esta forma de devolver la autoestima y la confianza a una niña que había sido abandonada delante de una puerta revela mucha santidad».

Finalmente, en 1876, murió con fama de santidad María Rosa Molas, una experta «en ver a cada persona en primer plano, capaz de dedicarle el tiempo necesario, de escuchar y responder», concluye Guaita. «Eso es algo que podemos aprender todos en este tiempo en el que vamos tan distraídos. Ella es una invitación a vivir de otra manera, a estar presentes del todo ante las otras personas y ser consolación para ellas».

Bio
  • 1815: Nace en Reus (Tarragona)
  • 1841: Comienza su vida como consagrada
  • 1844: Detiene el asedio sobre Reus
  • 1858: Funda las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación
  • 1876: Muere en Tortosa
  • 1988: Es canonizada por Juan Pablo II