El renacimiento de las pinturas de Juan de Borgoña en la catedral de Toledo
ABC muestra en exclusiva el resultado de la restauración de la impresionante sala capitular, que hoy abre sus puertas
Cuando el visitante se adentra por la puerta gótica de Copín de Holanda desde la girola de la catedral de Toledo y atraviesa la antesala hasta la sala capitular, es posible que en los primeros minutos sufra lo que los románticos definían como «síndrome de Stendhal». La belleza que se presenta ante el espectador en sus muros policromados azuza las emociones y durante más de cinco siglos ha afectado por igual al religioso allí congregado y al curioso que conseguía traspasar una puerta vedada al pueblo llano. Tal sala fue creada en sus orígenes con la misión de reunir al cabildo catedralicio llamado a capítulo de forma extraordinaria —de ahí sala capitular— y su ideólogo fue el propio Cardenal Cisneros en 1502 siendo ya arzobispo de Toledo bajo el reinado de los Reyes Católicos y en la capital de un reino y una dinastía cuya extensión y poder comenzaba a extenderse sin límites. La baja Edad Media en Castilla tocaba a su fin y es el Renacimiento, que en Italia ya se encontraba plenamente desarrollado, el que toma el relevo como pensamiento y expresión artística en todos los órdenes humanos.
Acabada la adecuación de la sala, Cisneros comisiona en 1504 a Juan de Borgoña la pintura de los cuatro muros con las 13 escenas de la vida de la Virgen, la Pasión de Cristo, una visión del Juicio Final inédita para la época y retratos de todos y cada uno de los arzobispos que gobernaron en la primada desde san Eugenio de Toledo. Los techos de estilo mudéjar-plateresco son diseñados por López de Arenas y ejecutados por Francisco Lara. Pero es, sin duda alguna, la magnificencia y la maestría de un Juan de Borgoña en estado de gracia lo que otorga a ese recinto el título de, como algunos académicos y eclesiásticos afirman, «La Capilla Sixtina de Castilla».
Las restauraciones en siglos posteriores, tanto las que están documentadas como las que se hicieron al margen de los libros, así como el inexorable paso del tiempo y una escorrentía de agua del piso superior que fue un obrador de velas para uso del templo, oscurecieron y deterioraron las pinturas en estos cinco siglos, por lo que su restauración era de rigor.
Durante buena parte del 2018 un equipo multidisciplinar y patrocinado por la Fundación Endesa, entre otras, han acometido una limpieza y restauración integral de la capilla con la finalidad de asegurarla para el futuro y recobrar la luz y esplendor de siglos anteriores. Antonio Sánchez Barriga, restaurador en jefe y experimentado ya previamente en otras capillas de la propia catedral toledana, lo resume así: «Juan de Borgoña, cuya educación y técnica provienen de Flandes, sucedió a Berruguete en la ejecución de los murales. Se podría decir que el estilo de Berruguete pudiera tener influencias del Quattrocento italiano, pero lo que no deja dudas es que el estilo y la técnica son de la escuela flamenca: los análisis físico-químicos indican que la pintura está hecha con pigmento y aceite, luego la técnica pictórica es óleo sobre yeso en varias capas, yeso con arena hasta llegar a la última capa de aceite y resina para que el yeso no absorba la pintura al óleo. Así que entonces estamos hablando que es pintura mural al óleo diferenciándola de la pintura al fresco o al temple».
Las grietas estructurales que presentaban los muros se han asentado y cerrado, se ha limpiado los murales íntegramente de hollín, retirado barnices orgánicos muy envejecidos, y eliminado posteriores tapados y repintes, se han conservado algunas intervenciones como la que Blas de Prado hizo en la escena de la Asunción de la Vírgen en 1586 o las de 1705 en seis retratos. Incluso se han llegado a retirar excrementos de murciélago de sus muros. Se ha instalado un sistema de climatización de última generación y un nuevo puente de luces led con anclajes casi invisibles y controlados por software darán la iluminación exacta y uniforme a los murales, para que, como indica Sánchez-Barriga, «sea la luz de Juan de Borgoña la que nos ilumine, no la nuestra».
La sala volverá a ser abierta hoy, una vez acabados los trabajos, para que el público que visite la catedral pueda gozar en su plenitud de una obra maestra del Renacimiento español. Pero lo que el visitante no puede dejar pasar, justo en el momento que abandona la sala, es una frase en latín que sobre la puerta advierte: Ivstitiae Cvltvs Silentvm, que se podría traducir como «Lo justo es el Silencio». Su origen era recordar a los miembros del Cabildo que lo allí deliberado no debía traspasar sus muros, pero hoy en día sería un exhorto para que, tras contemplar las escenas y las figuras que allí se recogen, cada uno se lleve una pizca de visión extática y, en silencio, la haga suya.
Guillermo Navarro. Toledo / ABC