Estudiantes en busca de sentido
Escuelas Católicas quiere promover la figura de los acompañantes personales del alumno en sus centros, figuras de referencia con las que los chicos pueden hablar libremente de cualquier inquietud personal o espiritual. Para ello se inspira en metodologías que han funcionado en otros ámbitos, como los programas del Equipo RUAJ, promovidos por las vedruna
La pastoral con adolescentes y jóvenes ha entrado, tras el sínodo de obispos y todo el trabajo previo realizado, en una nueva dimensión caracterizada por el acompañamiento personal y por la escucha. De hecho, si se revisa el documento final la palabra acompañamiento se encuentra referenciada en 50 ocasiones; acompañar, 26: y escucha, hasta 60. También en el mismo texto se dedica un apartado específico «a la tarea decisiva e insustituible» de la escuela y la universidad, porque son lugares en los que la mayoría de los jóvenes pasan gran parte de su tiempo. Y, en concreto, habla de las instituciones educativas católicas, que define como «espacios valiosos para el encuentro del Evangelio con la cultura, donde poner en diálogo la fe con las preguntas del mundo contemporáneo».
Precisamente, estas cuestiones se van a trabajar los dos próximos años en las ya tradicionales Jornadas de Pastoral que organiza Escuelas Católicas en 17 ciudades de nuestro país. Una propuesta formativa dirigida a profesores, personal de administración, animadores, catequistas, monitores y familias que ofrecerá reflexiones y recursos para la renovación de lenguajes, metodologías y procesos para conectar humana y espiritualmente con los jóvenes.
En la cuestión del acompañamiento, el departamento de Escuelas Católicas ha tenido en cuenta el buen hacer en esta materia del Equipo RUAJ, impulsado por las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna y que hoy integra personas con distintos carismas. Es reconocido su programa Monte Carmelo para el acompañamiento pastoral con jóvenes o sus propuestas de formación, como el Seminario de Acompañamiento Espiritual, que encara ya su novena edición.
Guenther Boelhoff es, además de director de Cáritas Valladolid, el coordinador de Monte Carmelo. Explica que esta figura del acompañante en los centros escolares va más allá del tutor académico; son profesores del centro que se ofrecen para que los alumnos puedan hablar con ellos libremente. Se trata de generar espacios de libertad y confidenciales donde los alumnos puedan hablar de lo que les preocupa, profundizar en diversos temas o aclarar dudas. Y para ello, la persona que acompaña tiene que estar bien preparada.
En los colegios de la Provincia Marista Ibérica –Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid, La Rioja, Aragón, Navarra y País Vasco– se viene trabajando esta cuestión desde hace año. Se integra dentro de lo que llaman Pastoral Vocacional, entendiendo la vocación en sentido muy amplio. Así, tiene una programación para todas las edades, cuyas acciones se intensifican en ESO y Bachillerato. «A partir de secundaria tenemos acciones destinadas para los alumnos a través de las tutorías y luego actividades como convivencias vacacionales. El acompañamiento en esta etapa es más grupal. En los centros con Bachillerato se ofrece a los alumnos, además de lo anterior, un acompañamiento personal. En todos los centros tenemos un equipo que se dedica a desarrollar estas tareas y se encargan de tener estos encuentros personales», apunta a Alfa y Omega Mayte Ballaz, profesora en el colegio marista de Pamplona y miembro del Equipo RUAJ.
El itinerario es el siguiente. Al principio del curso, los acompañantes acuden a las clases para explicar a los alumnos quiénes son y qué les pueden ofrecer; se les dice que no es para cuestiones académicas, sino para otros temas que les inquieten, les preocupen o no sepan con quién hablarlos: relaciones familiares, de amigos, de pareja, temas de fe… Con los alumnos que aceptan la propuesta se programan una serie de encuentros personales, donde el acompañante plantea una serie de cuestiones y se muestra abierto a aquello que el alumno quiera compartir. «La verdad es que no sabíamos cuánta acogida iba a tener, porque es cierto que los chicos no están acostumbrados a esto, pero la experiencia está siendo muy buena. De hecho, el alumno que se apunta en 1º de Bachillerato repite en el segundo curso», añade.
¿Y qué sale en las reuniones personales? De todo. Desde situaciones de duelo por fallecimiento de padres, madres o personas cercanas; rupturas familiares, ya sean separaciones o divorcios; rupturas de pareja; autoestima baja; fracaso escolar; falta de motivación… Lo más complicado, reconoce Ballaz, es que se hagan preguntas sobre el sentido de la vida cristiano, sobre la fe y los valores del Evangelio, pues para ellos «no es una prioridad en estos momentos».
En cualquier caso, explica que el acompañamiento personal no es para solucionar problemas, sino para ayudar a profundizar en aspectos y asuntos de la vida de cada uno que pueden tener que ver con un problema o no, pero este no es necesario para acudir.
Gemma Muñoz también es profesora de un colegio, en su caso de La Salle en Valladolid, y también miembro del Equipo RUAJ. Froma parte, además, de los formadores que hablarán sobre acompañamiento en las Jornadas de Pastoral. En su centro, el acompañamiento personal se hace en primer lugar a los alumnos con más dificultades, ya sean estas relacionales, familiares o académicas. Estos casos los llevan los acompañantes con más formación en la materia. Luego se extiende la oferta a los alumnos de Bachillerato y, por último lugar, a los de ESO. En total, un tercio de los alumnos participan en esta actividad y tienen como mínimo una reunión al trimestre, que se amplía a una al mes en casos que así lo requieran. Las ventajas no son solo para la persona acompañada y también la acompañante, sino para la convivencia en el centro escolar pues han visto cómo se están reduciendo los conflictos.
El problema de estos centros es que tienen un tiempo limitado para trabajar con los jóvenes, pues estos se marchan a la universidad a los 18, momento en el que deberían seguir siendo acompañados. De hecho, tal y como reconoce Mayte Ballaz, en el colegio de los Maristas en Pamplona se ofrece a los alumnos este servicio más allá de su estancia en el colegio, aunque acude un porcentaje mínimo.
El paso a la universidad
Por eso es importante la labor que realizan en este sentido universidades como la Francisco de Vitoria, del Regnum Christi, en Madrid, que tiene una propuesta de acompañamiento a sus estudiantes que se ha incluido dentro de la propuesta educativa de la institución. Ya desde su inicio –cumple 25 años este curso– cada alumno contaba con un asesor que acompañaba al alumno en su proceso de integración en la universidad y le conocía personalmente. En 2011 se dio un paso más e instauró una asignatura reglada –Habilidades y Competencias de las Personas– que se desarrolla en dos ámbitos: el aula (grupal) y la mentoría (individual). «En el primero se pretende pasar de ser un grupo a una comunidad con todo el significado cristiano que tiene y ahí se aborda el trabajo en equipo, la comunicación… El otro, el de la mentoría, son encuentros con el mentor asignado, con el que se mantienen al menos seis al curso y donde se plantean el conocimiento personal, la vocación y la misión. Además, entra todo lo que ellos quieran traer de su propia vida», reconoce Agustina Jutard, directora académica del departamento de Habilidades y Competencias de la Persona y profesora del Máster de Acompañamiento de la universidad. En estos momentos, cuenta con 26 profesores y 136 mentores embarcados en el acompañamiento de los alumnos, una cultura que se extiende luego al resto de los profesionales que allí trabajan.
Como directora del colegio mayor universitario Francisco de Vitoria, también tiene experiencia en un acompañamiento diario de los jóvenes universitarios. De hecho, define el colegio mayor como «una experiencia universitaria pequeña por el número y grande por la profundidad». En él, viven nueve formadores, también profesores de la universidad, que mantienen encuentros personales cada 15 días con los colegiales de primer año y cada mes con los de cursos superiores.
Cuando se plantea el acompañamiento personal en centros educativos el punto de partida son siempre los alumnos, pero, a medida que se va ofreciendo esta propuesta, los propios acompañantes y otros profesores quieren ser acompañados.
Guenther Boelhoff, miembro del Equipo RUAJ, explica que en algunos centros los propios profesores se acompañan entre sí, sobre todo, en etapas difíciles, como puede ser la meseta de la vida, cuando se lleva trabajando mucho años pero todavía quedan algunos para la jubilación. Estos docentes pueden sentirse quemados, fuera de lugar por los avances educativos y nuevas propuestas o por el ímpetu de las nuevas generaciones.
Mayte Ballaz reconoce que en Pamplona lo han hecho aunque de manera informal. En la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, todos los mentores tienen a su vez asignado otro mentor. Porque el acompañante también tiene que ser acompañado.