Vivimos hiperconectados en un mundo donde lo real y lo digital se confunden y para los que han nacido después del año 2000, (llamados generación Z) esto no es una opción. Contar los likes de Instagram o subir algo al Instastories a la vez que se está viviendo es una realidad. Para mí, como misionera en Corea, un país altamente desarrollado y que produce nuevos modelos de móviles casi cada mes, la misión en la red ha pasado a ser una parte de mi propia misión.
Antes del 2016 en mi comunidad cada uno manejaba sus propios perfiles en Facebook (Twitter o Instagram ni las conocíamos) y se vivía en la red como un hobby. A partir de septiembre de ese año nació en los Servidores del Evangelio el Equipo de difusión, cuando nos dimos cuenta de que la red era campo misionero. Concebimos que no es tanto un instrumento para dar a conocer nuestras actividades, como quien pone un cartel en un tablón de anuncios, sino más bien un lugar en el que ser y estar como misioneros. Empezamos a aprender esos lenguajes y esa manera de ser Iglesia. Creamos perfiles comunitarios en todas las redes y cambiamos el diseño de la página web, añadiendo otra en inglés y en coreano, gemelas de la web española central.
Personalmente mi llamada fue crear un canal de YouTube para mostrar la belleza de la Iglesia misionera, aquí en Corea y para que los jóvenes cristianos de España y Latinoamérica sintieran la llamada a la misión, tanto fuera de las fronteras como entre sus iguales. Han pasado cuatro meses desde que el canal va cobrando fuerza: un vídeo semanal, un diseño propio y una comunidad de más de 800 seguidores. Tengo mucho cuidado de contestar todos y cada uno de los comentarios, hay personas que me contactan para contarme situaciones duras por las que rezar o para que les de una palabra de ánimo. Me ha tocado grabar audios en WhatsApp para adolescentes de Paraguay en situaciones de riesgo… Esta red me ha abierto un mundo misionero que no me imaginaba y me ha abierto el corazón a muchas personas que sufren y palpitan con la misión.
La red es el mundo donde podemos mostrarnos como somos, cómo vivimos y cómo los valores del Evangelio van impregnando nuestra vida. No necesitamos ser falsos, tampoco necesitamos dar sermones, podemos ser simplemente nosotros y que se muestre en nuestros ojos la alegría de sentir a Jesús en el corazón y lo diferente que es ser cristiano de no serlo en las opciones reales del día a día. Esta creo que es la misión en la red, esta creo que una de las periferias y extremos de la misión de nuestros días. Irse a Corea es irse lejos, pero estar en la red puede hacer llegar el amor de Jesús quizá aún más lejos. ¿Te animas a ser misionero en la red?