«Dios te ama... en la Iglesia estamos aprendiendo»
La Iglesia se abre a la comunidad LGTBI creyente para compartir camino de fe. Sin cambiar la doctrina, pero cumpliendo así su misión de acompañarla con «respeto, compasión y delicadeza», como dice el Catecismo
«Buscar y hallar a Dios en todas las cosas» es la premisa de san Ignacio de Loyola que lleva a la práctica Luis Mariano González, de una parroquia en la diócesis de Getafe y que hace camino de fe con la comunidad LGTBI de Crismhom (Cristianos Homosexuales de Madrid). Él acompaña a personas que o bien se lo solicitan directamente o acceden a la plataforma habilitada para tal efecto por Crismhom, un recorrido que a veces tiene que ver con la toma de decisiones puntuales y otras con cuestiones más profundas. «La persona que decide ponerse en marcha dejándose acompañar, se toma muy en serio su vida –sus emociones y afectos, su sexualidad, su manera de relacionarse, su fe…– para poder ir comprendiendo su vida interior, para conocerse y manejar, en la estela de Jesús, su propia humanidad», explica en entrevista con Alfa y Omega.
Un carisma, el del acompañamiento, que no solo se ofrece a personas, sino también a instituciones. Explica que hay parroquias que, a raíz de un encuentro con la realidad LGTBI cristiana, están organizando grupos de acogida y acompañamiento para las personas de este colectivo que forman parte de la comunidad parroquial. Algunas instituciones han solicitado, incluso, la creación de grupos de reflexión «para poder dar respuestas y generar espacios amables de encuentro desde el ámbito estrictamente corporativo e institucional».
Si bien la postura de la Iglesia y la doctrina no han cambiado, sí lo ha hecho la manera de aproximarse a las personas con diversidad sexual. Siempre resuenan las palabras del Papa Francisco «¿Quién soy yo para juzgar». Para Luis Mariano González, estamos en una experiencia inicial de apertura «sincera» en la Iglesia: «Yo lo vivo como una caricia de Dios a un colectivo que ha sido y es perseguido, y nos supone a la vez el reto de abrirnos al encuentro sereno y fraterno al que nos convoca Jesús por medio del Evangelio». En varias diócesis, se están dando pasos en este sentido, para acompañar mejor esta realidad.
Desde instituciones de la Iglesia
Marisol Ortiz pertenece a CVX, comunidades laicas de inspiración ignaciana, y se encarga de la atención pastoral de la diversidad sexual. En su opinión, lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de trabajar con las personas que integran este colectivo es el «amor universal de Dios a todos los seres humanos sea cualesquiera su orientación sexual e identidad». Acompaña a padres que tienen hijos homosexuales, lesbianas o transexuales: «Les digo que, a pesar de todas las dificultades, lo más importante es el amor a sus hijos, que entronca con el amor que Dios nos da en todas las situaciones.
También hablamos del rechazo y les pido que no se asusten si lo sienten, en gran parte es fruto de la educación que hemos recibido. Sin derivar en un sentimiento de culpabilidad, es muy importante tomar consciencia del nivel real de rechazo hacia la persona que uno siente, sin autoengaños, pues es la única manera comenzar a trabajar para superarlo».
Para ello utiliza el Evangelio, pues ahí se ve a Jesús «acogiendo a cualquier persona, sin descartar a nadie». «Conectamos mucho con la figura de san José, que se encontró con un modelo de familia que no le encajaba y decidió repudiar a María en secreto. ¿Qué le hizo cambiar? El ángel le dijo que no tuviera miedo, que el amor de Dios estaba ahí. Yo les digo lo mismo, que no tengan miedo, que el amor de Dios está ahí», añade.
Marisol ve fundamental trabajar con el discernimiento, pues «la doctrina es la que es». «Hay formas de vidas que pueden ser imperfectas a la luz de la doctrina, pero esto no justifica que se pueda condenar ni decir que ser homosexual o trans es fruto de una decisión personal cuando no es así», apunta.
Lo importante, recalca, es reconocer que todos los seres humanos tienen la misma dignidad como hijos de Dios. Concluye Marisol recordando una cita de un jesuita norteamericano a personas LGTBI: «Dios te ama… la Iglesia está aprendiendo a hacerlo».
José Antonio Suffo también acompaña a personas LGTBI desde CVX. En concreto, a la comunidad Ichtys en Sevilla: «Para mí representa un descalzarse las sandalias como Moisés en el monte Horeb, pedir al Señor que me haga ver que no soy nadie para juzgar […]. Esto se pone en práctica dando medios para que todos vayan discerniendo su lugar en la Iglesia como personas y como comunidad». Suffo reconoce que en la Iglesia hay un gran desconocimiento sobre la identidad sexual y mucho juicio: «Un desconocimiento que lleva al miedo y este a la homofobia. Todos nosotros, creyentes heterosexuales, desde los pastores hasta el más humilde de los creyentes, hemos pecado de homofobia».
Y valora que muchas personas LGTBI sigan manteniendo la fe cuando en sus ambientes son animados a apostatar cuando escuchan algunas respuestas eclesiales: «Sienten algo más grande que se lo impide: su fe en un Jesús que los ama sin condiciones y que los llena de esperanza. No sé qué hubiésemos hecho algunos de nosotros, heterosexuales, ante esta situación de dolor». Por eso cree que es importante «construir un puente de dos sentidos entre las comunidades LGTBI y la jerarquía y todo el pueblo de Dios». En Sevilla lo intentan con actividades encaminadas a la concienciación creyentes sobre la homofobia, la acogida a personas LGTBI alejadas, testimonios, Eucaristías… «Nuestra Iglesia, sin la aportación igualitaria de estos hermanos y hermanas, está incompleta», concluye.