Siento debilidad por la música country. Es un poco raro porque no soy un experto en el género. Tengo un par de discos con maravillosas canciones que me grabó un buen amigo madrileño con alma estadounidense, camisa de cuadros y fotos del cañón del Colorado en su despacho. No les podría decir más de cuatro o cinco nombres de artistas de ese recopilatorio. Acaso llego a recordar alguna de Chris Young y Jessie Farrell. Y en versión un poco más comercial, la dulce voz de Faith Hill, que tiene su punto. Puede parecer contradictorio, pero al final no me importa tanto el artista como el estilo de música, ese sonido de guitarra genuino, las voces melódicas, las letras melancólicas… Me relajan, me liberan del estrés. Incluso, cuando me pongo el cedé en el coche, siento la tentación de mordisquear una ramita. Como un cowboy. Debe de ser porque me gustan los western. Así que el country me cae muy simpático, la música y la estética vaquera.
Esta foto me atrapa por eso. Me descoloca. Las botas tejanas, el vestido vaquero, el gorro característico y una silla de ruedas en lugar de un caballo salvaje. Las luces y las latas de bebida por el suelo nos sitúan en una fiesta. Es una película de trágico final. Al fondo encontramos las pistas: personas por los suelos cobijadas tras la barra y alguno corriendo buscando auxilio. Esta mujer aprieta los labios, reprime el dolor y ayuda a este hombre inválido a abandonar el recinto.
Más de medio centenar de fallecidos y más de 500 heridos en un concierto al aire libre en Las Vegas. Solo una maldad que no alcanzo a entender pudo llevar a Stephen Paddock, de 64 años, a abrir fuego indiscriminadamente antes de suicidarse. Una locura asesina de la que no importa el pretexto. El sonido de las ráfagas sonaba como una guitarra desafinada en medio del espectáculo. La música paró en el escenario y, con ella, la vida de tantos inocentes. Otra vez melancolía. Y las ganas de escuchar uno de esos temas que te aíslan de lo que te rodea y te inmiscuyen en tus pensamientos. Ojalá pronto escuche a alguno de esos grandes del country, aunque luego no recuerde sus nombres, entonar una canción en memoria de las víctimas. Apoyaré mi espalda sobre un árbol, bajaré mi sombrero y recordaré que la belleza y la generosidad del corazón humano son más fuertes que el terror.