«No podemos vivir siempre de baratillo. ¡La vida no es una temporada de rebajas!» Y toma aire, mientras yo termino mi café. Estábamos comentando la última de Ryanair, con lo de los millones en indemnizaciones, que si se habían marchado los pilotos, que si las huelgas de controladores… ¡Los directivos minimizando las realidades, quitándose responsabilidades! Y comenzamos a compararlo con nuestras vidas.
El momento social es cicatero. Buscamos el máximo rendimiento para el mínimo esfuerzo, cosa que, según y dónde, puede tener sentido; pero no para las cosas fundamentales. Por ejemplo, no se puede aprender sin esfuerzo: «El eterno problema de los españoles con el inglés es querer aprender en seis semanas y sin estudiar, algo que, cabalmente, requiere unas 3.000 horas de trabajo». ¿Y lo de los hijos en los colegios, que pueden pasar de curso sin aprobar? ¿Y lo de confundir trabajar con echar horas? ¿Y lo de pensar que se tienen, digamos, 15 años de experiencia profesional… cuando se tiene un año repetido 15 veces?
¿Y lo de ir a Misa a por un dos por uno, como al supermercado? «No te entiendo», «sí, hombre, llegas tarde a Misa, aguardas cola para confesarte, continúas con la Misa por donde vaya, y aún preguntas, de manera retórica, si te vale». ¡Olé ahí! Todo ello después de haber encajado la asistencia entre los demás compromisos familiares y sociales del domingo, tipo aperitivo, limpiar la casa, el partido, descansar, etc. ¡Menos mal que hay Misas a todas horas y en muchos sitios! Y eso que «ni la Iglesia entiende los signos de los tiempos ni los curas dan facilidades [sic]».
Pensamos que hablando de precios, vamos a comprender el valor de las cosas. Error. Nos quejamos porque no nos dan duros a peseta. Y lo deberíamos saber de antemano. Un día nos vamos a encontrar con que, con un billete que nos ha costado menos que un desayuno, nos quedaremos en tierra, porque no habrá avión al que subirse ni piloto que lo lleve. La culpa será, cómo no, de otro. Ese domingo no iremos a Misa, porque la semana habrá sido muy dura y «ya me entiendo yo con Dios…».