«Tenemos que sacar a Dios a la calle»
La parroquia es mucho más que un edificio. Siguiendo el sueño del Papa de «transformarlo todo: las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial» para «la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación», cada vez más parroquias españolas se están atreviendo a cruzar la calle para buscar a los alejados, y a motivar a los laicos para evangelizar
José María Calderón, párroco del Sagrado Corazón y delegado de Misiones de Madrid, se tomó muy en serio el «hagan lío» que escuchó del Papa Francisco en la JMJ de Río 2013. Al llegar, lió a 40 personas de su parroquia y entre todos formaron un grupo de evangelizadores que se reúne cada mes para programar diferentes actividades de evangelización por el barrio de Prosperidad, evaluar las del mes anterior y compartir un rato de oración y comunidad.
Comenzaron sacando al Santísimo a la calle, sin anunciarlo previamente a nadie. «Salgo de la parroquia hasta el lugar indicado y levanto la custodia durante un rato, mientras otros rezan utilizando un altavoz. Hay gente que pasa, otros que hacen fotos, otros que se ponen de rodillas… Tenemos que sacar a Dios a la calle, porque muchos no lo conocen. Tenemos que provocarlos, en el buen sentido, porque viven sin Dios, y nosotros como cristianos tenemos la misión de recordarles que Dios existe y que no es ajeno a su vida, recordarles aquello que quizá un día vivieron pero que han olvidado. Les servirá o no, pero que por nosotros no quede», afirma Calderón.
Un sábado al mes, el grupo organiza además un café teológico para hablar de temas de actualidad, no directamente relacionados con la fe, y lo hace no en los locales parroquiales, sino en la terraza de un bar cercano. «Así nos acercamos a la gente que tiene una visión negativa de la Iglesia, gente que nunca pisaría la parroquia, lo que les permite incluso hablar de esos prejuicios», dice el párroco.
Un sábado al mes, rezan el ángelus en la cercana plaza de Prosperidad, con altavoces y cantos. En mayo salen a rezar el rosario a la calle; en noviembre lo hacen por los difuntos; en una época de elecciones, por los gobernantes… La víspera del Corpus colocan una carpa en la plaza y exponen el Santísimo todo el día, con una cesta para que la gente pueda dejar sus intenciones y peticiones, mientras algunos invitan a acercarse a los que pasan por allí. «Fue impresionante la gran cantidad de gente que se acercó ese día», recuerda José María Calderón.
En Navidad colocaron un nacimiento en la carpa, con la misma dinámica. El Miércoles de Ceniza sacan a la calle el Cristo de la Misericordia de la parroquia. Y un viernes al trimestre salen de dos en dos por el barrio para invitar a la gente a rezar en una capilla especialmente preparada y decorada dentro de la parroquia.
Todas estas actividades no son parte de una perfomance católica ni de un espectáculo piadoso, sino una serie de iniciativas con un motor evangelizador: «Gracias a todo esto hemos empezado a recibir en la parroquia a varios adultos a los que ya estamos preparando para el Bautismo, la Confirmación o el sacramento del Matrimonio. A veces es algo tan sencillo como proponer a la gente que viene: “¿No te gustaría bautizarte?”».
Una puerta de entrada
Al este de Vitoria se levanta uno de los barrios jóvenes de la ciudad, Salburúa, donde la diócesis ha implantado el centro pastoral Berri Ona (Buena Noticia), en estrecha relación con la parroquia de San Joaquín y Santa Ana. Configurado como un local más del barrio, Berri Ona es una experiencia pastoral nueva. Su responsable, el sacerdote Jesús Santamaría, explica que el centro está orientado «a una población joven que no está familiarizada con la parroquia, o gente que sí lo estuvo hace años pero ahora con los niños y el trabajo se ha descolgado un poco de la Iglesia». Por eso, Berri Ona es «un espacio de acogida y de escucha para personas que siguen teniendo preguntas y sed de espiritualidad», a los que se ofrece talleres de oración y meditación con música de Taizé, un café-tertulia sobre temas como la muerte, Dios, el sentido de la vida, el sufrimiento…, una lectio divina con el Evangelio del domingo, o un espacio de escucha activa para quienes estén pasando por un mal momento. Todo para «enlazar con la gente del barrio», porque «para muchos la mejor puerta de entrada es la espiritualidad, más que directamente la Misa», revela Jesús.
Para el coordinador de Berri Ona, «esto no es ofrecer la novedad por la novedad», sino un «servicio al barrio» así como una «preparación evangélica, porque poco a poco nos da la ocasión de invitar a las celebraciones y nos permite ir siendo cada vez más explícitos».
Mitigar la pobreza interior
Algo parecido están realizando los salesianos de la parroquia María Auxiliadora, de Huesca, que han llegado a un acuerdo con la obra social Ibercaja para que alojen su taller Vivir en paz, una actividad abierta a creyentes y no creyentes que propone, bajo la dirección de la psiquiatra Mercedes Nasarre, «un espacio de silenciamiento interior, y también de diálogo sobre los problemas de cada uno, que permite a la gente expresarse y verbalizar lo que tienen en su interior», explica su responsable, el padre José Iriarte.
«Esto lo ofrecemos desde una perspectiva cristiana, siempre respetando a todos. Al igual que Cáritas ayuda a aliviar la pobreza económica, nosotros lo proponemos como un servicio para mitigar la pobreza interior que padecen muchas personas», explica. «En un mundo tan saturado de ruido, queremos ayudar a vivir desde dentro. Nos viene gente con mucha necesidad, que lo vive como un proceso de sanación, porque Jesús sana».
El padre Iriarte aclara que «esto no es nueva era», sino que «tiene una intención evangelizadora». Al acabar el taller, se propone a los asistentes un retiro de tres días, con Eucaristía, lectura de la Palabra de Dios y momentos de oración «para empezar a vivir interiormente, desde la experiencia cristiana». En este sentido, «nosotros respetamos a los no creyentes, y ellos nos comentan que les va fenomenal, y para algunos puede ser un prolegómeno para encontrase con Dios».
Romper prejuicios
En Cádiz funcionan desde hace años los Cenáculos, reuniones por las casas de pequeños grupos de entre seis y doce personas, «al estilo de las primeras comunidades cristianas, con formación, oración, comunión y acción», explica Fernando Campos, vicario general de la diócesis. Una vez al mes los grupos van a la parroquia para celebrar juntos la exposición al Santísimo. «En el fondo, es un catecumenado en las casas. Muchas veces la gente piensa de la parroquia con prejuicios, pero gracias a esta fórmula ya ha habido personas que han encajado bien en este ambiente familiar y cercano, y eso les ha ayudado a acercarse después a la parroquia».
En paralelo a los Cenáculos, la diócesis ha creado un centro de evangelización interparroquial, donde funciona una escuela de discipulado «al estilo de Jesús, que no puso a los apóstoles a hacer cosas enseguida, sino que quiso que estuvieran con Él para luego enviarlos a evangelizar», explica Fernando. Cada dos semanas, un grupo numeroso de personas de entre 27 y 70 años participan en un encuentro de oración y alabanza, formación de tipo testimonial y una puesta en común que finaliza con un ágape. «Es un modo de hacer crecer a la gente y de devolverlos después a sus parroquias a evangelizar, y la verdad es que vuelven entusiasmados con muchas ganas de evangelizar».
Pequeñas comunidades
Experiencias de este tipo empiezan a ser habituales en las diócesis: párrocos que no se conforman con el siempre se ha hecho así y no se resignan a esperar en la puerta de la iglesia a que vuelva la gente. En torno a la parroquia de San Antonio del Retiro, en Madrid, ya hay una red de lo que denominan grupos pequeños, personas que suelen haber pasado por un curso Alpha y que trabajan en sus casas con un material común. «Las reuniones en las casas hace fácil invitar a tus amigos, más que a la parroquia», explica el párroco, Juan Luis Rascón.
Estos grupos trabajan en temas como el propósito de la vida, para qué vivimos, por qué estamos aquí…, con una línea de debate que está en línea con la predicación en la Misa de cada domingo. Quienes forman estas pequeñas comunidades «rezan juntos, se ayudan unos a otros, se conocen más y pueden invitar a sus amistades con más facilidad. Y les hace vivir de un modo práctico lo que es la Iglesia en salida, compartiendo su fe con otros fuera del edifico parroquial», señala Rascón.
Ir donde está la gente
Cada vez son más numerosas en España las parroquias que organizan de manera habitual una noche de evangelización por el entorno: un grupo de fieles sale a la calle para invitar a la gente a rezar, mientras otros se quedan dentro rezando al Santísimo por los frutos de la misión. Ya ha habido conversiones, jóvenes que han pedido el Bautismo e incluso alguna vocación al sacerdocio.
Otras parroquias, como la de la Beata María Ana Mogas, en Madrid, han llevado la oración del templo a las casas. «Este es un barrio dormitorio –explica el párroco, Jorge González Guadalix–, con familias con niños que apenas tienen tiempo para ir a la parroquia. Por eso decidimos ir nosotros a rezar el rosario por las casas. Llevamos la capillita de la Virgen, y eso les permite tanto rezar en familia, como invitar a amigos, familiares y vecinos, y ya han rezado con nosotros personas que se encontraban un poco alejadas».
Trabajando en red en la parroquia, desde algún movimiento y desde la Delegación de Enseñanza de Getafe que dirige, Javier Segura realiza desde hace tiempo diferentes actividades como Sabor y saber, unas cenas temáticas sobre temas de actualidad que permiten debatir sobre temas de interés humano, desde una visión cristiana de la realidad. O La historia interminable, en la que niños de Primaria y sus padres hacen un recorrido por la Biblia en un formato muy ameno: para hablar sobre Abrahán hacen una excursión a la sierra de la Cabrera; para hablar de Babel se van a las Cuatro Torres, el centro financiero de la capital; para hablar de la Creación van a las instalaciones de la NASA en Robledo de Chavela… «Se trata de ver qué puede interesar a la gente –asegura Javier Segura– y, a partir de ahí, ir a buscarla donde está, para iniciar después un diálogo con un sentido evangelizador».