Zelenski rechaza la propuesta del Papa
El líder ucraniano pidió a Francisco que se sume a su inviable plan de paz, que pasa por alto la estrategia de la Santa Sede. Con todo, la maquinaria de la diplomacia vaticana nunca se rinde y es en el campo humanitario donde tiene más posibilidades de éxito
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dejó para el final del pasado sábado el encuentro con el Papa Francisco, cuando ya había recibido las garantías de apoyo armamentístico del Gobierno italiano que forjaron su viaje relámpago a Roma. Una circunstancia de peso que malogró, incluso antes de la delicada reunión, los deseos de paz del Pontífice. Tal y como ha reconocido él mismo, la Santa Sede trabaja desde hace meses en una misión humanitaria para abrir posibles canales de diálogo cuyos detalles son confidenciales.
La visita en el Vaticano se forjó de forma precipitada. De hecho, el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, estaba de viaje en Portugal. Pero con o sin el principal resorte de la diplomacia vaticana, Francisco era plenamente consciente de que tenía poco margen de maniobra para la mediación en el conflicto. En estos más de 345 días de guerra no ha conseguido que el presidente ruso Vladimir Putin le responda al teléfono; sí que ha hablado en dos ocasiones con Zelenski (la primera, 48 horas después del inicio de la invasión, y la segunda, un mes más tarde), pero el líder ucraniano no tiene ninguna intención de sentarse a negociar.
Nada más bajarse del coche blindado que lo llevó hasta el Vaticano, vestido con el atuendo militar (jersey negro y pantalón verde) que usa desde los primeros ataques rusos, saludó al Pontífice con la mano en el corazón. «Es un gran honor», le dijo.
La prioridad diplomática de la Iglesia «es la vida, apagar la guerra», explica el nuncio en Ucrania, Visvaldas Kulbokas. «Cuando el Papa dice que está abierto a todas las partes, quiere contribuir moralmente a convencer a la parte que empezó la guerra para que considere» ponerle fin. Algo que «humanamente no parece realista, pero tenemos a Dios» y la oración. Mientras, la diplomacia «no puede parar. Es importante concentrarnos en lo más realizable», como «la liberación de los presos y de los niños deportados». Desde esta labor humanitaria, se puede «lograr también algo político», porque se crean contactos y una «atmósfera de diálogo».
Estuvieron sentados frente a frente, sin cámaras ni periodistas, durante 40 minutos en los que el Papa intentó por todos los medios poner encima de la mesa la posibilidad de un alto el fuego que pudiera sofocar la escalada de violencia. Zelenski no dio su brazo a torcer. Defendió con ahínco su plan de paz de diez puntos, que incluye que Rusia abandone todas las posiciones ucranianas, como la única salida posible a la guerra. «Hablé de nuestra fórmula de paz como único algoritmo eficaz para lograr una paz justa. Le propuse que se una a su implementación», aseguró después de la reunión en su cuenta de Twitter. Por si fuera poco, a las pocas horas, rechazó abiertamente cualquier tipo de mediación: «No es cuestión del Vaticano ni de EE. UU., Latinoamérica, China o cualquier otro país del mundo: Putin solo mata, no podemos mediar con él», recalcó en televisión. Las pretensiones de Zelenski llevan a un punto muerto, porque supondría la retirada de las tropas rusas incluso de Crimea. Una estrategia inviable, al menos en este momento. Con todo, la maquinaria de la diplomacia vaticana nunca se rinde. Es en el campo humanitario donde tiene más posibilidades de éxito. Zelenski agradeció al Pontífice «su atención personal» a la dramática deportación ilegal de niños ucranianos y su traslado desde las zonas ocupadas de Ucrania hacia Rusia por las que la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra Putin.
Una de las cuestiones que más aflige a la Santa Sede es que la defensa de Ucrania se haya convertido geopolíticamente en un intento por derrotar a Rusia. Pero el Papa es más un líder espiritual que un hombre de Estado. Por eso sigue creyendo en el milagro.