Zanussi: «Todos quieren ser niños»
Después de 70 años sin guerras ni calamidades en Europa occidental, los europeos se han hecho la ilusión de poder ser «y votar como niños –subraya Krzysztof Zanussi, director de Éter–. Es la clave del éxito de los populistas: el voto de los niños caprichosos e irresponsables. El peligro existe siempre»
En tu película se describe a un personaje que profesa un profundo materialismo y una vida amoral. El materialismo ha presidido el mundo durante todo el siglo XX. ¿Qué características crees que tiene su versión posmoderna en el siglo XXI?
Te equivocas en un siglo. El siglo del materialismo triunfante es el XIX. Un siglo que acaba realmente en la Gran Guerra. Por eso mi película termina justo ahí. El XX es ya un siglo posmoderno. Y el siglo XXI es el inicio de algo nuevo, que aún no sabemos lo que es. Pero la visión del mundo ya ha cambiado, y tendremos que transformar todo. Quiero llamar la atención sobre una cuestión que me interesa profundamente, y es el cambio de la física moderna. La nueva física propone una visión de la realidad contraria a la de la física clásica, en la que todo era claro, definitivo, todos los procesos tenían una cierta inevitabilidad. El mecanismo del mundo funcionaba de forma determinista. Hoy todo eso forma parte del pasado. La física moderna habla en cambio de las posibilidades nuevas, de una realidad distinta de la que percibimos por los sentidos, nos hace caer en la cuenta de que nuestra percepción del tiempo no es objetiva, sino limitada a nuestra condición de hombres. Es fascinante. Es el tiempo de la probabilidad, de la indeterminación. En la probabilidad hay espacio para el Misterio, para Dios. Algo que no se daba en el periodo anterior. Pero desgraciadamente la opinión pública no conoce estas cosas. La opinión pública vive aún en el siglo XIX. Instalada en las falsas certezas que tienen horror al Misterio, a lo desconocido. Un siglo de gran soberbia, el tiempo de la razón. Yo tengo un gran respeto a la razón, pero entendida como aquello que abarca otras medidas de conocimiento.
Entonces haces una valoración positiva de la actual concepción física del mundo, pero no así de la forma en que vive la gente hoy.
Claro, porque hay un retraso. Pero es natural. Los hallazgos de Copérnico tardaron casi tres siglos en ser incorporados a la visión del mundo de la gente. En ese sentido tengo la esperanza de que en el futuro la sociedad dé un interesante paso adelante: liberarse del determinismo presente en las ciencias humanas, como la sociología o psicología, que siguen afirmando que estamos completamente condicionados, y que en realidad no tenemos libertad. En la física moderna, hasta las partículas tiene libertad, y no saben a dónde ir, si a la derecha o a la izquierda, por decirlo de algún modo. Esto para mí es apasionante.
Hablabas de la razón. Tu cine recuerda al de Rossellini, en el sentido de que no quieres manipular sentimentalmente al espectador, no quieres condicionar sus sentimientos por medio de recursos dramáticos muy emocionales. Tu cine se dirige sobre todo a la razón. Pero hoy en el audiovisual se ha impuesto el sentimentalismo.
Este sentimentalismo del que hablas se ha convertido en otro fenómeno muy peligroso para la humanidad: es infantilismo. Todos quiere ser niños. Es algo contrario a la naturaleza. Yo tengo diez perros pequeños. Y todos quieren madurar, porque madurar significa independencia, seguridad. Pero la gente que vive en la Europa occidental, desarrollada, que lleva 70 años sin guerras, ni epidemias, sin calamidades… se ha hecho la ilusión de poder permanecer siendo niños. Y votar como niños, que es la clave del éxito de los populistas: el voto de los niños caprichosos e irresponsables. Para mí este es un enorme peligro de nuestro tiempo: falta de responsabilidad y falta de imaginación para entender que el peligro existe siempre, que el hombre mismo es el principal peligro, que somos corrompibles cada día… que la política no nos hace inocentes. Hoy hablamos del cambio climático, por ejemplo, que es muy importante, pero en cambio, nuestra relación con el mundo consiste en consumir, consumir más y más. No podemos hablar del desarrollo, del crecimiento, y también de la ecología. Frenar el crecimiento nos llevará a construir una nueva sociedad. Que por cierto ya existió antes. Por ejemplo, el antiguo Egipto existió 4.000 años ¡sin crecimiento! Esto fue posible hasta el Medioevo. El crecimiento no era un factor importante. El abuelo y el nieto llevaban la misma vida. Hoy, por el contrario, pensamos que el crecimiento es una necesidad absoluta. Y no es verdad. Podemos vivir sin consumir más y más. Vivir exactamente igual que nuestros abuelos. Podemos buscar otro espacio de crecimiento, que sea espiritual y no material.