Zancos de pollo de las clarisas de Villalobos (Zamora) - Alfa y Omega

Zancos de pollo de las clarisas de Villalobos (Zamora)

Las clarisas de Villalobos se resisten a dar por concluida la vida monástica contemplativa en la localidad, activa desde el siglo XIV. «Nunca nos ha faltado la Eucaristía diaria», dice la superiora

José Calderero de Aldecoa
Zancos de pollo
Foto: Clarisas de Villalobos.

Las seis clarisas que en la actualidad pueblan el monasterio de la Asunción, situado en la localidad zamorana de Villalobos, son herederas de un pasado en el que aparecen incluso Papas y reyes. Resulta que Inés de la Cerda, señora de Bembibre y bisnieta de Alfonso X el Sabio, quería casarse con Fernán Rodríguez, uno de los miembros de la nobleza de Castilla y León. El problema radicaba en que pertenecían a la misma familia. Eran primos cuartos, por lo que necesitaban una dispensa para poder casarse. El entonces Papa Clemente VI se la concedió a cambio de fundar un monasterio en Villabobos. Dicho y hecho. La escritura de fundación está fechada el 20 de septiembre de 1348. Desde entonces, la Orden de Santa Clara se dedica allí a la oración bajo la atenta mirada de Inés y Fernán, cuyos sepulcros se encuentran en la iglesia conventual a uno y otro lado del pasillo de la nave central.

«Últimamente hemos estado rezando por las que fueron monjas clarisas de Belorado», excomulgadas el curso pasado por un delito de cisma. «Lo hemos sentido mucho», confiesa María Villasante Blanco, superiora de la comunidad, que a pesar de vivir en clausura está al tanto de las novedades del caso gracias a la prensa. «He leído que no quieren irse, pero tendrán que salir porque el convento es de la Iglesia», asevera con firmeza. «Queremos pedir perdón al Papa por lo que ha pasado con nuestras exhermanas», apostilla sor Rosa, que procede de Kenia y es la única hermana que todavía goza de juventud —tiene tan solo 37 años— y salud. Villasante, en cambio, entró en el monasterio de la Asunción en 1956. La última década hace cabeza entre sus hermanas, aunque «debería haber dejado el cargo hace dos años, pero no hay nadie para sustituirme», se lamenta esta religiosa.

La falta de relevo tiene que ver con la falta de vocaciones. «No tenemos gente», reconoce la superiora, que aprovecha la presencia de Alfa y Omega en el monasterio para alentar a las jóvenes que lean este artículo a conocerlas. En la época de esplendor, la comunidad llegó a estar formada por 34 religiosas. «Nos dedicábamos a rezar la liturgia de las horas, a cultivar la huerta y nos ganábamos la vida trabajando para Teleno», una histórica industria textil leonesa. «Cuando yo entré aquí sobre todo hacíamos combinaciones de señora. Luego el dueño de Teleno murió y otro señor nos encargó durante un tiempo gorros y delantales. Hicimos miles», rememora.

Villasante (de pie a la izquierda) y Rosa (a su derecha) junto con las hermanas mayores
Villasante (de pie a la izquierda) y Rosa (a su derecha) junto con las hermanas mayores. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Ahora, sin embargo, «vivimos de las pensiones». La comunidad languidece entre sillas de ruedas y tacatacas. «Estamos mayores». También el pueblo ha envejecido. Lejos quedan aquellos años en los que la localidad rozó los 1.500 habitantes, que copaban los bancos de la iglesia. «Ahora se llenan en vacaciones o en la fiesta de santa Clara, pero habitualmente viene poca gente», asegura la superiora. De hecho, la Misa a la que asiste este redactor, previa a la entrevista, se celebra no en el altar mayor —cuyo retablo está presidido por una bella escultura de la Inmaculada Concepción—, sino en un pequeño altar, con dos bancos a cada lado, que se encuentra al fondo del templo, justo antes de la reja que separa la clausura. «Quiero dar muchas gracias a Dios porque aquí no nos ha faltado nunca la Eucaristía diaria», concluye la monja.

La estampa la completa el celebrante, Abelardo Febrero, capellán desde 2013, cuyo testimonio de fidelidad no deja indiferente a los lugareños. Ronda los 90 años y cada mañana madruga para coger el coche e ir a celebrar Misa al monasterio. Tanto el sacerdote como las religiosas afrontan ya la última etapa de su vida. Una existencia en la que Dios les ha pedido ser ejemplo de entrega a la oración desde un lugar que pasa desapercibido a los ojos del mundo, pero repleto de fruto espiritual que se puede testar en las numerosas vocaciones, de toda clase, que salieron de este rincón de la España vaciada.

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Receta

INGREDIENTES

  • Muslos de pollo
  • Aceite
  • Ajo
  • Perejil
  • Sal
  • Guisantes

PREPARACIÓN
Al zanco de pollo, que es el muslo, le quitamos la piel y el hueso. Lo cortamos en chuletas. Hay que darle unos golpes con una piedra para aplastar y soltar la carne. En un cuenco, ponemos aceite, ajo y perejil y metemos los zancos. Hay que dejarlo unas horas y luego a la plancha. En una sartén, con un chorro de aceite, vuelta y vuelta. Por último, se fríen los guisantes.