Yvette Mushigo: «Hace falta que salga todo el sufrimiento» - Alfa y Omega

Yvette Mushigo: «Hace falta que salga todo el sufrimiento»

El Premio Mundo Negro de 2022 reconoce la labor de esta abogada y activista del este del Congo, coordinadora de la Sinergia de Mujeres por la Paz y la Reconciliación

María Martínez López
Reunión sobre uno de los proyectos de SPR, en Kamanyola en septiembre. Foto: Mundo negro / Carla Fibla García-Sala.

Sinergia de Mujeres por la Paz y la Reconciliación (SPR) agrupa a 37 organizaciones de mujeres. ¿Qué añade el trabajar juntas a lo que hacían por separado?
La SPR nació en el año 2005 por iniciativa de Pax Christi Internacional, partiendo de la situación de conflicto que ya se vivía en esos momentos en el este de la República Democrática del Congo y en la frontera con Ruanda y Burundi. No había ningún tipo de organización regional de mujeres que pudieran hablar de paz. Su objetivo era que las mujeres se juntaran para hablar de paz y de estrategias de acercamiento para favorecer la reconciliación. Pero en seguida nos dimos cuenta de que para hacer eso primero había que formarlas y capacitarlas en la paz y en la no violencia activa, sobre todo en una situación de posconflicto en la que las mujeres eran las que más habían sufrido.

Por ejemplo, uno de nuestros programas trabaja con las mujeres que aparecen en la Biblia como fuente de inspiración. También hemos organizado encuentros para vencer la desconfianza entre las mujeres de estos países, que socialicen entre ellas y puedan hablar en un mismo lenguaje. Con todo, también vimos que era necesario que conocieran sus derechos.

¿Por qué?
¿Cómo va a buscar la paz y la reconciliación una mujer si en su ámbito cotidiano puede vivir con inseguridad? Una mujer que sufre violencia doméstica no encontrará la paz. Si no tiene acceso a la tierra, que en esta región es fundamental para vivir, no podrá tener paz. Para la mujer en nuestra región, la paz va más allá de los conflictos. Conocer y reivindicar estos derechos es fundamental para una paz auténtica, no solo externa. Por ejemplo existe el Código de la Familia, que en 2015 se modificó para introducir muchos derechos de la mujer. Pero muchas no los conocen y creen que no pueden heredar.

¿Qué importancia tiene que su labor fuera transfronteriza?
El conflicto afecta a toda la región. En la República Democrática del Congo hay grupos armados de aquí pero también otros de origen extranjero. Esto viene del pasado. Después del genocidio en Ruanda, algunos de estos grupos se instalaron en las aldeas de nuestra región —y también desde Burundi—, y comenzó a haber bastantes violaciones. Hemos elegido como sede localidades transfronterizas de la zona de Kivu y del río Ruzizi, donde mucha gente se mueve de un lado al otro de la frontera por trabajo o para comerciar. De forma natural, estamos obligados a juntarnos, cruzarnos e interrelacionarnos. El conflicto supuso una nueva fase, porque creó mucha desconfianza y acusaciones mutuas: «Vosotros nos habéis atacado». Esto tiene un origen político y económico, pero al final quien lo sufre es la población sencilla.

¿Cuál es su propuesta frente a esto?
Como mujeres, queremos estar por encima de todas estas diferencias porque somos las primeras víctimas. Nos preguntamos qué responsabilidad tenemos, qué mensaje queremos dejar a nuestros hijos y cómo podemos superar todas estas diferencias y contribuir a la paz. Es muy importante consolidar relaciones más auténticas entre nosotras y nuestras organizaciones, potenciando las capacidades de las mujeres a través de mujeres líderes. Recordamos cómo vivíamos antes para poder volver a esa situación. También damos mucha importancia al lenguaje y los discursos. Es muy fácil acusar al otro, porque la clase política que busca el poder manipula a la población. Esos discursos recaen sobre nosotras, porque somos las que sufrimos las violaciones, asesinan a nuestros maridos o perdemos nuestras tierras. Pero no queremos actuar solo como víctimas sino como actrices del cambio.

Recogerá su premio el 4 de febrero en el Encuentro África, con el lema Transformadoras. Las africanas cambian el continente. ¿Cómo lo hacen en su región?
Comenzamos por nosotras mismas. Antes de ser transformadoras, hace falta que las mismas mujeres se transformen. Por ejemplo, la situación que vive ahora el Congo con el grupo armado M23 genera mucha rabia. Pero una mujer que trabaja sobre sí misma no reacciona de la misma forma que una que no ha comprendido y analizado esta realidad y se deja llevar por la ira, o por la desesperación. Ha comprendido qué quiere hacer en esta realidad, qué lenguaje quiere usar. En esta región, lo que se dice tiene una gran importancia, y lo que se hace también. Luego, esto tiene una repercusión: llega a la familia, al entorno laboral y social, porque la mayor parte de mujeres con las que trabajamos son responsables de asociaciones. Es verdaderamente importante que las mujeres sean ellas mismas modelos de convivencia, de hacer sus pequeños negocios unas con otras.

¿Qué frutos concretos ha dado su labor?
Mujeres de los tres países se han unido y han formado una organización en la que se ayudan unas a otras para comerciar. Cuando una congoleña va a Ruanda las ruandesas le facilitan comprar los productos que necesitan y el paso de la frontera. Tienen un carnet, y acreditar que son miembros de esta asociación facilita mucho su labor.

No parece mucho en comparación con la presencia continua de la violencia.
Con este ciclo de conflictos que se repiten tenemos la impresión de que estamos empezando de cero una y otra vez. La presencia de grupos armados activos, extranjeros o congoleños, siempre será un problema. Lo positivo es que a pesar de todos nuestros conflictos la vida continúa y la población sigue relacionándose porque somos interdependientes. Hay mujeres que hacen comercio transfronterizo, congoleñas que van a Ruanda, burundíes que vienen a Congo, ruandesas que tienen tiendas o almacenes aquí… La mayor parte de productos que se utilizan en el este del Congo vienen de Ruanda. Si esto falla hay problemas.

Cuando durante la COVID-19 se cerraron las fronteras, fue un problema para toda la región. Si se bloquea la relación entre los tres países, se bloquea todo. El conflicto es muy peligroso porque nos impone una separación que no beneficia a nadie. El problema es que a veces hay manipulación por parte de los políticos. Últimamente en Goma algunos políticos manipularon a los jóvenes para ir contra Ruanda, hacia la frontera. También hablaron contra la MONUSCO y acabaron atacándola. Son manipulaciones por intereses políticos, pero al preguntarte qué ganas con esto, te das cuenta de que no ganas nada. Por eso el lenguaje tiene que ser diferente. Cuando yo voy a Ruanda a comprar no tengo la impresión de estar en un país hostil, porque he comprendido que la violencia no es responsabilidad de esas personas.

¿Qué frutos espera que dé la visita del Papa Francisco?
Su sola presencia ha sido ya un mensaje de paz para nosotros. Ha traído valores de nuestra religión que son importantes y sobre los que nosotras trabajamos. Es muy importante para nosotras que traiga este mensaje de paz, y también de consuelo. Muchas personas han conocido ciclos continuos de violencia y han perdido el gusto por la vida. Necesitan también que alguien las escuche. Su mensaje también es necesario para que las autoridades de la región entiendan que la población necesita paz para desarrollarse.

Al mismo tiempo no solamente hay que hablar de paz, sino decir ciertas verdades. Hace falta reconciliación, pero también que salga todo el sufrimiento. Hay personas que han cometido hechos muy graves y están ocupando puestos de responsabilidad. Al presidente hay que decirle que hay un deber de conservar la memoria, y este mensaje se le ha transmitido al Papa. Necesitamos asimismo que se reconozca, para que pueda ser beatificado, un modelo de paz en nuestra propia tierra, un héroe que tuvo un discurso de esperanza. Se trata de Christophe Munzihirwa, que era arzobispo de mi ciudad, Bukavu, y fue asesinado en 1996. En sus misas, decía a la gente que no se fuera de sus casas porque quienes venían de fuera se iban a quedar con ellas. Poco después lo mataron.

Uno de los proyectos en los que se implicó la SPR fue Femme Au Fone (Mujer Al Teléfono), una línea telefónica con la que podían contactar las mujeres que sufrían algún abuso. Luego, en un programa de radio, se hablaba de estas historias. ¿Cómo ayudaba esta iniciativa?
Al recibir los mensajes de las mujeres, se tiene una idea de los tipos de violencia que se producen, y se empieza a buscar soluciones. El programa de radio se hacía para sensibilizar a la población sobre estos problemas. Que hablen de ellos es ya algo muy importante en nuestra región, porque existe el dicho de que los problemas de casa se quedan en casa, no se airean fuera. Si alguna lo hace está mal vista y todo el mundo se vuelve contra ella.

Pero a partir de ahí, algunas de esas mujeres necesitaban acompañamiento —médico, psicosocial, jurídico…— y se las orienta a otras asociaciones para que puedan ayudarlas. Y al mismo tiempo esto que las propias mujeres comparten se puede utilizar para abogar ante las autoridades para que aporten respuestas y cumplan con su responsabilidad. Por ejemplo, no puede ser que una mujer dé a luz en la calle, hay que garantizarle que haya puestos de salud. También cuando llegan organizaciones internacionales hay que preguntarles si conocen las necesidades reales de las mujeres, para que su intervención vaya por buen camino.

Explotar África

El Papa Francisco denuncia el «inconsciente colectivo» de que «África es para explotarla». En una entrevista a Mundo Negro en enero, destacaba, frente a ello, la capacidad de los misioneros de «respetar las culturas y ayudarlas a desarrollarse».