Yo os digo que no juréis en absoluto
Sábado de la 10ª semana de tiempo ordinario / Mateo 5, 33-37
Evangelio: Mateo 5, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
Comentario
Jurar implica hacer que la veracidad Dios dependa de nuestra veracidad. Si mentimos, Dios queda en entredicho. Pero aunque lo que digamos sea cierto, nunca será toda la verdad. Porque la verdad solo es Jesucristo.
Por eso, la operación tiene que ser la contraria: no hacer depender a Dios de nuestra veracidad, sino depender nosotros de la suya. Como dice san Pablo, «la palabra que os dirigimos no es sí y no. Pues el Hijo de Dios, Jesucristo […] no fue sí y no, sino que en Él solo hubo sí. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su sí en Él» (1 Cor 1, 18-20). Jesús no solo nos ha dicho la verdad, sino que Él en persona es la verdad y Él en persona es el cumplimiento de todas las promesas. La verdad de la creación, la verdad de la historia y la verdad de nuestros corazones no es una teoría ni una situación; es una persona: Cristo. Por eso, cuando ha hablado no ha necesitado jurar. Porque Él mismo era lo que decía, Él mismo era la Palabra, Él mismo era el sí de Dios.
Por eso, porque Jesús es la verdad y ha sido un sí para todos nosotros, y para todo lo que se nos ha prometido nos dice «que vuestro hablar sea sí, sí, no, no». Porque hemos recibido a Cristo, nuestro hablar tiene que coincidir con lo que somos. Y si somos de Cristo, nuestro sí se irá realizando con toda nuestra vida. Que toda nuestra vida sea también un sí a Dios, y así será para el resto de hombres un sí de Dios.