Yo, obispo, necesito a los contemplativos
Casi 1.000 monasterios en los que rezan y viven para Dios 11.000 monjas y 495 monjes: España es el país con mayor número de contemplativos, un tercio de los que hay en todo el mundo. Muchos fieles acuden regularmente a ellos para recordar que Dios es lo primero. Y también lo hacen los obispos
En la diócesis de Córdoba hay 23 monasterios de vida contemplativa. A ellos acude de vez en cuando monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, «porque allí Dios está vivo y presente, es como que entro en la casa de Dios y me voy a encontrar con Dios, que es el que sostiene la vida de aquellas personas».
Y no solo los visita, sino que con frecuencia se refugia en ellos. «A mí personalmente me hace mucho bien retirarme a alguno de estos monasterios, normalmente a La Trapa de las Escalonias, una vez al mes. Me encantan las noches, los madrugones en el coro, cuando todo el mundo descansa, y los monjes velan para orar, para la Lectio divina, para estar con el Señor. Como que se me encuadernan todas las hojas de mi bloc, que con el trajín de cada día a veces están descolocadas», afirma. Y constata que «los monjes y las monjas no están ajenos al mundo, sino que lo llevan muy en el corazón: sus gozos y sus angustias, sus preocupaciones y sus esperanzas, a veces sus dramas y sus lágrimas». Las monjas y los monjes «rezan por todos, ofrecen sus vidas y riegan con su oración las batallas humanas», y su liturgia «atrae a muchas personas, cumpliendo su misión de ser oasis de oración, escuelas de oración, lugares de encentro con Dios».
Por todo eso, «si no hubiera monasterios contemplativos, habría que inventarlos. Nuestra sociedad los necesita más que nunca, porque necesita espacios y tiempos de estar a solas con Dios. Es verdad que no hay tantas vocaciones como en otras épocas, y por eso algunos tienen que cerrar, pero hay monasterios muy vivos, con un buen número de jóvenes, incluso nativos, que dan gran esperanza para que el monasterio siga aportando su vida a la comunidad del entorno. La vida contemplativa tiene futuro en nuestra diócesis» y en toda España «porque no dejan de surgir vocaciones para este servicio a la humanidad: orar por todos, llevar a todos en el corazón y ofrecer a todos espacios de encuentro con Dios».
«Me invita a la conversión»
Don Demetrio no es el único obispo que necesita beber de la oración de los contemplativos. Todos los obispos de España realizan periódicamente alguna visita a algún monasterio de su diócesis o de alguna otra diócesis cercana. Al obispo de Ávila, monseñor Jesús García Burillo, estos encuentros le aportan «gozo, paz y deseo de conversión. Las hermanas me contagian el gozo que viven por su permanente encuentro con Jesucristo y su vida fraterna. Me aportan paz interior porque salgo convencido del bien que me hacen a mí, a la Iglesia y a la sociedad con su asidua oración y consagración». Para don Jesús, estar con las monjas también «me invita a la conversión, porque admiro el grado de entrega, sencillez, austeridad y santidad en que viven ordinariamente».
El obispo de Orihuela-Alicante, monseñor Jesús Murgui, comenzó a confesar a las carmelitas de Ontinyent (Valencia) hace más de 30 años, y desde entonces «he experimentado lo que es contar con una permanente intercesión orante ante Dios». Habla de aquellas monjas como «mis carmelitas», y lamenta que «a causa de las lógicas idas y venidas como obispo de varias diócesis, por mi oración han desfilado multitud de personas, y ellas quedaron en una etapa ministerial de mi vida; sin embargo, yo para ellas no, porque siempre me han tenido allí, en su oración. Su fiel cercanía siempre me ha impresionado». Don Jesús, que ha vivido esta cercanía de los contemplativos en todos estos años, afirma que son «ángeles intercesores ante el Señor, por mí y por la diócesis. Son algo grande, entrañable, y de Dios».
En Mérida-Badajoz, monseñor Celso Morga se beneficia de los monasterios porque «me ayuda el clima de unión con Dios que en ellos se respira», y destaca también «la amabilidad y sencillez de trato, la alegría espiritual y el sincero afecto con el que soy recibido. La estima con la que los fieles rodean desde siempre a los monasterios de clausura son un signo de que perciben ahí la presencia de Dios de un modo particular. Eso que percibe cualquier cristiano lo nota también un obispo. Me gustaría visitarlos más a menudo. Son una gracia de Dios muy grande».
El obispo de Madrid, el cardenal Carlos Osoro, lleva varios meses recorriendo los 37 monasterios de vida contemplativa de la diócesis. En ellos comparte un tiempo de oración o la celebración de la Eucaristía, además de tener un rato de charla con la comunidad. «Los contemplativos –afirma el padre Elías Royón, vicario para la Vida Consagrada en Madrid– encarnan un aspecto de la vida cristiana importantísimo, como es el de la oración y la alabanza a Dios, y la entrega a su servicio en el silencio y en la humildad. No todos somos llamados a esa vida, pero ellos son indispensables para la Iglesia. Sin ellos, la Iglesia sería sin más una organización activista».