Ya es Navidad en el Vaticano
La ceremonia del encendido del árbol y la inauguración del pesebre de la plaza de San Pedro han llevado el ambiente festivo al corazón de la Iglesia. Se conmemoran los 800 años del primer belén de san Francisco de Asís
Pasadas las cinco y media de la tarde, se ha hecho la luz en el belén de la plaza de San Pedro. Este año procede de Rieti, en el centro de Italia. En esa misma zona, en 1223, san Francisco de Asís, al regresar de un viaje a Tierra Santa, quiso recrear la escena de la Natividad y así montó el primer belén de la historia. Fue en la localidad de Greccio donde nació esta tradición que acaba de cumplir 800 años y que estará presente de forma especial en la plaza de san Pedro y también en el Aula Pablo VI, adornada por otro belén de esos mismos parajes. El del Aula Nervi representa el nacimiento de Jesús en presencia de san Francisco y de santa Clara para simbolizar la presencia femenina del franciscanismo.
«El pesebre nos permite revivir la atmósfera de 1223», ha asegurado el cardenal español Fernando Vérgez Alzaga, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, que ha introducido la ceremonia de encendido. «Que la luz de este árbol, lleve un poco de luz al mundo», ha deseado el cardenal; «sobre todo, a los países afectados por la guerra».
Un belén como el de san Francisco de Asís
Así, la plaza de san Pedro ha quedado transformada en Greccio. En la escena está representado el fresco de la gruta de Greccio, donde un fraile menor celebra Misa en presencia de san Francisco de Asís, la Virgen y san José. Este año, los franciscanos también están presentes en la escena navideña porque se conmemoran los 800 años de la aprobación por parte de Honorio III de la Regla bollata para la Orden de Hermanos Menores.
En el belén no faltan, por supuesto, ni la mula ni el buey, que fijan sus ojos en la cuna del Niño. La estructura que enmarca a las figuras pretende recordar la gruta de Greccio y está colocada sobre una base octogonal en memoria de los 800 años del acontecimiento. Los personajes, de tamaño natural, están hechos de terracota pintada y montados sobre una estructura de hierro. Van vestidos con la ropa propia del siglo XIII.
Un árbol con flores de edelweiss
Tras varios discursos de los representantes de los municipios donantes, dos niños han tenido el honor de pulsar el botón que ha iluminado el árbol y la plaza a la vez. El impresionante abeto blanco de 27 metros de alto y 10 de diámetro proviene de la región del Piamonte, en concreto, del municipio de Macra, conformado por 17 aldeas que hace unos años se empeñaron en donar un árbol de su valle al Papa y por fin lo han conseguido. Está decorado por unas 5.000 flores de edelweiss que viven en altas cotas. Pero estas han sido cultivadas a cotas bajas para no dañar el ecosistema de alta montaña. Se han recubierto de película plateada para recrear el efecto de la nieve. El abeto y los belenes adornarán la Navidad vaticana hasta la fiesta del Bautismo del Señor, el domingo 7 de enero de 2024. Las figuras del pesebre volverán a Rieti y el árbol se transformará en juguetes para niños.
La fiesta ha concluido con una cena especial para 150 personas pobres de Roma. El Dicasterio para el Servicio de la Caridad y la parroquia de San Pedro han ofrecido este banquete en la columnata de la plaza a decenas de personas sin hogar de las que suelen dormir en los alrededores o en las casas de acogida de la zona. Un pequeño gesto para hacer que sea Navidad para todos.
Como marca la tradición, el Papa ha recibido esta mañana a las delegaciones de Rieti y Macra. Francisco, en su discurso, ha evocado los 800 años de la primera representación de la escena de Belén.
«Mientras contemplamos a Jesús, Dios hecho hombre, pequeño, pobre, inerme, no podemos dejar de pensar en el drama que viven los habitantes de Tierra Santa. Manifestemos a todos estos hermanos nuestros, especialmente, a los niños y a sus padres, nuestra cercanía y nuestra ayuda espiritual. Son ellos los que pagan la verdadera cuenta de la guerra», ha lamentado Francisco.
El Papa, antes de despedirse, ha invitado a que delante de los belenes en nuestras casas revivamos lo que sucedió en Belén hace más de 2.000 años y guardemos el silencio que necesita «nuestra vida cotidiana, no pocas veces tan frenética»: «Silencio para poder escuchar lo que Jesús nos dice desde esa cátedra singular que es el pesebre. Oración para expresar el estupor, la ternura y quizá las lágrimas que la escena de la Navidad suscita en nosotros».