Y la ecología llegó al monasterio
El monje Lluc Torcal inició un proceso de conversión ecológica en el monasterio catalán de Poblet con el que consiguió reducir el consume de agua en un 95 % y el de gasóleo en un 50 %. «El cambio climático no es cosa de cuatro exagerados un poco radicales que piensan que el mundo se acaba», asegura. Hablamos con el monje cisterciense al término del tiempo de la creación, en el que la Iglesia invita a rezar y a actuar especialmente por el cuidado de la creación
El monasterio de monjes cistercienses de Poblet, de estilo románico, data del año 1150. El primer cenobio, reconstruido en el siglo XIV, fue impulsado por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, que donó las tierras de Populetum —la actual cuenca de Barberá— a la abadía francesa de Fontfroide. Pero en Poblet, el majestuoso conjunto arquitectónico —declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991— convive hoy en armonía con las placas solares o con varios puntos de producción fotovoltaica que tratan de convertir al centenario monasterio en ecológicamente sostenible.
El responsable último de su instalación fue Lluc Torcal (Sant Cugat del Vallés, 1971), licenciado en Física por la Universidad Autónoma de Barcelona, que ingresó en el monasterio en 1995 con 24 años —este jueves 5 de octubre cumple 46 años—. Al entrar, «pensé que la física nunca más me serviría para nada. Me equivoqué. Ha sido todo lo contrario», confiesa el monje a Alfa y Omega. Su formación —Torcal también es doctor en Filosofía con una tesis sobre la interpretación filosófica de la mecánica cuántica y bachiller en Teología— y la conversión ecológica que impulsó en el monasterio catalán le valieron para que sus hermanos cistercienses le eligieran procurador general de la orden en el Capítulo General de 2015. «Cuando me escogieron sabían quién era, qué pensaba y qué estaba haciendo en Poblet. Entendí el nombramiento como un mensaje para que las medidas ecológicas transcendieran el monasterio y pudieran impulsarse en el conjunto de la orden. De hecho, ya hay otros monasterios que han empezado a aplicarlas».
Un millón de litros de agua al día
La conversión ecológica en Poblet comenzó en 2007. «Aquel año estábamos gastando un millón de litros de agua al día, y no lo sabíamos, y en algunas partes del monasterio se respiraba aire contaminado debido a la cantidad de gasóleo que se quemaba para el sistema de calefacción». Paralelamente, recalaron en el monasterio algunos monjes jóvenes con una mayor sensibilidad medioambiental y «empezamos a concienciarnos de que no era normal que en medio del campo tuviéramos que sufrir esa contaminación. Mucho menos teniendo en cuenta la esencia de nuestras creencias, en la que se habla del respeto por la creación», explica el procurador.
Empezaron a acometer pequeñas acciones. Entonces, «fue clave mi nombramiento como prior de la comunidad», lo que supuso un impulso definitivo al proceso. Su primera medida fue pedir una auditoría de aguas para ver de dónde procedía el derroche. «Nos encontramos con que el depósito, con capacidad para un millón de litros de agua, nunca terminaba de llenarse. La bomba no funcionaba correctamente y, según entraba el agua por un sitio, salía por otro». Con su reparación, en Poblet consiguieron reducir el consumo de agua en un 80 %.
Un monasterio con duchas ecológicas
Posteriormente bajaron la presión de las cisternas y pusieron duchas ecológicas en todo el monasterio. «Buscando por internet encontré una ducha ecológica y la compré para ver cómo funcionaba. Utilizaba el efecto Lenard, que ioniza el agua al chocar esta con unas bolas en el interior de la ducha. El agua ionizada tiene características fungicidas, es decir, puede limpiar sin jabón. Si uno no tiene que utilizar jabón, no tiene que lavarse dos veces y el ahorro del agua por lo menos es del 50 %». Además, «el agua sucia no lleva elementos químicos procedentes del jabón, por lo que es más fácil de depurar para su reutilización». Actualmente, se gasta un 95 % menos de agua que en 2007.
El otro gran objetivo del monje fue la reducción del consumo de gasóleo, que según Torcal «era exagerado». En el monasterio «teníamos diez calderas. Las juntamos a través de una red de distribución de calor» por las galerías subterráneas. «Esto nos permitió bajar el consumo al 50 % y poder quitar alrededor de siete calderas».
Un mundo mejor para el futuro
En Poblet también se instalaron paneles solares y fotovoltaicos, hay un nuevo sistema de tratamiento de residuos, se cambió la jardinería por unas especies más adecuadas al clima mediterráneo, se instalaron leds de bajo consumo para la iluminación… «Todas las razones de esta conversión, también las teológicas, se puede resumir en una frase: queremos dejar a las generaciones futuras un mundo mejor del que nos hemos encontrado».
Esta misma idea —muy presente en la esencia del tiempo de la creación que la Iglesia celebró entre el 1 de septiembre y el 4 de octubre y en el que se invita a rezar especialmente por el cuidado de la creación—, ilumina toda la encíclica Laudato si del Papa. En ella, Francisco «trata de influir en el mundo político y social, pero también busca concienciar a los cristianos de que esto del cambio climático no son cosas de cuatro exagerados un poco radicales que piensan que el mundo se acaba, sino que es una realidad que tenemos que enfrentar de cara y en ella nos estamos jugando el futuro del mundo y de las generaciones venideras», concluye Torcal.