XXV años de la catedral
El día 10 de junio del año 1993, llegó en procesión la imagen de la Virgen de la Almudena a su catedral. Por primera vez después de más de 100 años volvía a tener casa propia y, acompañada de gran parte del pueblo de Madrid, hacía su entrada en el templo, ya preparado para su inauguración cinco días después.
Así amaneció el día 15 de junio, en el que Madrid vivió un día histórico: recibió la visita del Papa Juan Pablo II, que vino ex profeso desde el Vaticano para dedicar el nuevo templo catedralicio. Desde muy pronto se fue llenando la plaza de la Almudena de gente, dispuesta a resistir una jornada de calor, para aclamar al Papa y seguir por pantallas el rito de consagración.
Llegó el Santo Padre al edificio de la Curia y, en su entrada, el alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, le entregó la medalla de oro de Madrid. Después de revestirse, hizo la procesión de entrada acompañado del cardenal Suquía, los obispos auxiliares y miembros de la Conferencia Episcopal. Formaban parte también de la procesión varios cardenales llegados desde el Vaticano, el nuncio en España; los cardenales de Santo Domingo y Toledo; el emérito de Madrid, cardenal Tarancón; el emérito de Barcelona, monseñor Jubany, y el nuncio en Cuba. Les precedían más de 500 sacerdotes, el vicario general y los vicarios episcopales, los arciprestes y los delegados diocesanos.
Asistieron los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, acompañados por la madre del rey; el presidente del Gobierno, Felipe González (que contribuyó de forma especial para que se pudiese terminar la obra); el presidente de las Cortes y el del Senado; el del Tribunal Supremo; el de la Autonomía de Madrid, así como el expresidente Suárez, Aznar y el alcalde de Madrid.
El general La Calle estaba al frente de los miembros del Patronato para la terminación de las obras, y no se puede dejar de nombrar a monseñor Antonio Astillero, que como delegado del cardenal Suquía para la terminación de las obras, no cesó en su empeño para que este día pudiese ser una realidad.
A partir de ese momento el Santísimo quedó reservado en su capilla y la Virgen de la Almudena entronizada en su altar. Como dijo san Juan Pablo «excelsa Patrona de Madrid, bendice y protege a quienes pronuncian cada día con devoto amor tu nombre».