William Kenney: «Al restringir la migración está aumentando la trata»
La delegación de Santa Marta a Estrasburgo la lideró este obispo inglés
¿Cómo ha evolucionado la trata en los casi diez años del Grupo Santa Marta?
Los números no paran de crecer. Estimamos que puede haber 50 millones de esclavos modernos y que los ingresos son de más de 150.000 millones de dólares al año. Estoy bastante convencido de que los dirigentes políticos tienen buena voluntad. Pero no se avanza. Otro cambio es que en nuestros países europeos, al restringir la migración, está aumentando la trata para trabajos que en sí mismos no son ilegales, pero en los que la gente puede estar forzada: agricultura, construcción, pesca, servicio doméstico, lavado de coches o salones de manicura.
¿Cómo?
Al dejar entrar en los países de forma limitada a estos trabajadores se genera una brecha que deja espacio para el trabajo forzado. Los grupos criminales ofrecen esos trabajos por un salario mucho más bajo del legal y sin otras garantías. A la gente que viene de la extrema pobreza es posible que la simple idea de tres comidas diarias le tiente. Y muchos acaban peor, porque pierden la libertad.
¿Qué papel puede jugar la UE para acabar con esto?
Apoyamos que se incluyan en la Directiva contra el Tráfico de Personas el matrimonio forzado y la adopción ilegal y un mejor control para evitar el mal uso de las redes sociales. Esperamos que haya un régimen obligatorio de sanciones contra las empresas implicadas en delitos de trata. Deben existir sistemas de derivación nacionales eficaces, de forma que cuando se detecta una posible víctima se la pueda llevar a un entorno seguro. Algunos países aún no lo tienen, y donde existe no siempre funciona bien. Es importante que se criminalice el uso de servicios obtenidos de víctimas de trata. Y estamos muy empeñados en acabar con la esclavitud en la cadena de suministros de las grandes empresas internacionales.
Si se refiere a las leyes de diligencia debida, a algunos les preocupa que empresas más pequeñas no sean viables si se les impone la obligación de controlar su cadena de suministro o si esto encarece los productos.
Es bastante cierto, pero me temo que es un precio que tenemos que pagar. ¿A qué damos más valor, al empleo de una persona en nuestro país o a la dignidad de otra con la que se trafica? Si la gente no puede permitirse pagar la ropa o la comida sin depender de mano de obra esclava, nuestros países deben revisar su modelo económico.
¿Fueron sus reivindicaciones en el encuentro con los europarlamentarios?
Sí. Y la acogida fue bastante buena. Esperamos que nos inviten en más ocasiones a seminarios o encuentros; por ejemplo, con empresarios, como mencionó una de las parlamentarias. Las ONG que trabajan con víctimas hacen una labor excelente. Pero necesitamos influir en los legisladores, los jueces, los servicios sociales.
¿Desde la UE se puede hacer algo más que legislar?
Sin leyes no conseguiremos nada. Pero claro que se puede hacer más: cambiar actitudes, trabajar para que la gente se dé cuenta de que si algo es increíblemente barato, probablemente tenga detrás un elemento de esclavitud.