Víctima por los sacerdotes
Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, el 14 de septiembre, el cardenal Rouco abrió la causa de canonización de madre M.ª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez, cofundadora de las Oblatas de Cristo Sacerdote. El nacimiento de esta congregación, inspirada por Dios durante la guerra civil, «tuvo un gran sentido para la Iglesia y para el mundo de su tiempo, y también sigue vigente hoy», aseguró el arzobispo de Madrid
El 20 de julio de 1936, con la guerra civil recién empezada, M.ª del Carmen Hidalgo de Caviedes acudió por la mañana a Misa, como hacía diariamente. Pero aquel día iba a marcarla para siempre: el capellán no llegaba a la iglesia, y fuera se oía un gran bombardeo. «Estoy sola en la iglesia –explicaría la madre a sus hermanas años más tarde–. Las monjas, en el coro, angustiadas, piden auxilio, y subo temblando a la casa del capellán… Nadie. El bombardeo arrecia, de forma que creemos morir». Rápidamente, M.ª del Carmen se acercó al sagrario y rezó intensamente por el capellán. «Arrodillada, pasó un rayo de luz que atravesó mi alma, y penetrando con inmensa hondura en lo que es ser sacerdote, me ofrezco víctima por ellos», narra. En ese momento, Hidalgo de Caviedes encontró la llamada de Dios que la guiaría toda su vida, y que la movería a fundar una nueva congregación de monjas, que entregaran su vida como oblación por los sacerdotes.
Pero aún debía madurar mucho. La guerra civil, junto con la persecución religiosa, la detuvo en su afán de ser religiosa, y purificó su llamada. Fue en ese tiempo cuando conoció al joven sacerdote don José María García Lahiguera –hoy declarado Venerable–, decisivo apoyo en su llamada vocacional y en la fundación de las Oblatas. Dirigida por él, M.ª del Carmen hizo unos ejercicios espirituales en 1938, en los que sintió de nuevo la llamada. «No puedo ser sacerdote, pero sí una víctima que se inmola por ellos», escribió. Al leer sus reflexiones, García Lahiguera reconoció en esta llamada a Dios, y juntos se pusieron manos a la obra.
Tras muchos intentos fallidos, finalmente, en 1946, fundaron una Pía Unión, que cuatro años después llegó a ser reconocida por la Santa Sede como nueva congregación. Pronto, esta nueva iniciativa en la Iglesia se fue extendiendo desde Madrid, y se abrieron nuevas casa en Salamanca, Zaragoza, Huelva, Navarra, Valencia y Toledo. Cada vez más mujeres se unieron al deseo de rezar y sacrificarse por los sacerdotes, con gran alegría de los pastores de la Iglesia.
Tras una vida sencilla, madre M.ª del Carmen fue ajustando sus actos a la voluntad de Dios, y llegó a dar muestras de santidad en la aceptación alegre de los acontecimientos, como venidos de la mano de Dios. «Ella tenía el deseo de que Dios hiciera de ella una hostia ofrecida por los sacerdotes», explica Madre M.ª Pilar Adámez Díaz, actual madre general. Poco a poco, fue perdiendo facultades, por lo que decidió, en 1993, renunciar al cargo de superiora general, aun habiendo sido elegida. Finalmente, el 1 de febrero de 2001, falleció en la casa madre de la congregación en Madrid. A su funeral asistió una gran multitud, con la sensación de que había muerto una santa.
Fama heroica de las Oblatas
«Después de esperar cinco años tras su fallecimiento, empezamos a recopilar todos los escritos y documentos de la Madre», afirma Madre M.ª Pilar, y como fruto de estos años de trabajo, la Santa Sede ha dado el nihil obstat para la apertura de su causa de canonización. Madre M.ª Ángeles de Santiago Hernando ha sido elegida como postuladora de la causa.
«Recuerdo la fama heroica que tenían las Oblatas de Cristo Sacerdote en mis años de seminario», afirmó el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, en el acto de apertura de la causa de canonización de la fundadora de la congregación. El cardenal explicó que los santos son tales por vivir heroicamente las virtudes y por abrazarse a la cruz de Cristo, desde las circunstancias históricas que les toca vivir. «Cada santo tiene su personalidad propia, que tiene que ver con su tiempo», explicó el cardenal Rouco, y se detuvo a analizar ampliamente el contexto histórico y eclesial que envolvió a la madre Hidalgo de Caviedes. Por un lado, en la Guerra Civil se había desatado un anticlericalismo que llevó al martirio a muchos cristianos, entre los que había religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos. Por otro lado, en la Iglesia cundía el Modernismo, y faltaba una comprensión profunda del sacerdocio de Cristo y del ministerio sacerdotal ordenado. «La fundación de la Congregación de las Oblatas de Cristo Sacerdote tuvo un gran sentido para la Iglesia y para el mundo de su tiempo, y también sigue vigente hoy», afirmó el cardenal. Ante la tentación de vivir el sacerdocio como un funcionariado, la madre M.ª del Carmen Hidalgo de Caviedes mostró, según explicó el cardenal, que se necesitan sacerdotes de la cruz de Cristo.
«Damos gracias al Señor por iniciar el Proceso, y le pedimos que llegue a término», concluyó. En el acto quedó constituido un tribunal, que juró el cargo a desempeñar durante el proceso de canonización de la madre.