Verse las caras en Misa a pesar del coronavirus
Giuseppe Corbari, sacerdote de una parroquia al norte de Milán, pidió a sus parroquianos que le enviasen sus fotografías. «Les pedí que me mandaran selfis o fotos de toda la familia y les dije que después yo las imprimiría», detalla. «Me costaba dar Misa sin gente». Desde ese día, en los bancos de la iglesia están pegadas las fotografías de todos sus parroquianos: «Esto ha provocado en mí una reflexión sobre la necesidad de estar en comunidad y de estar juntos en este periodo tan difícil»
Domingo 23 febrero. Hacía dos días que Italia había visto morir a su primera víctima con coronavirus, pero todavía no imaginaba que iba a tener que aprender a vivir encerrada. Las primeras señales de la hecatombe llegaron de golpe a una parroquia de Robbiano di Giussano (Monza e Brianza) al norte de Milán. Tras la Misa dominical, el párroco Giuseppe Corbari explicó a todos los fieles, con voz entrecortada y aún sin creérselo del todo, que era la última Misa en la que se verían las caras. Todo iba a cambiar a partir del lunes siguiente, cuando entraba en vigor el decreto que prohibía en once provincias del norte de Italia cualquier tipo de celebración litúrgica.
Nada de Bautizos, Comuniones, Funerales, ni tampoco Eucaristías. Pocos días después, todo el país asumió en shock la obligación de recluirse. Pero pasados los primeros días, el sacerdote no lograba adaptarse a esta nueva situación. «Me costaba dar Misa sin gente. Se me hacía muy extraño», comenta por teléfono a Alfa y Omega. Entonces tuvo una idea. Pidió a sus parroquianos a través del chat de Telegram de la parroquia —un canal que usa normalmente para mandar las citas importantes, avisos o algunas reflexiones—, que le enviasen sus fotografías. «Les pedí que me mandaran selfies o fotos de toda la familia y les dije que después yo las imprimiría», detalla.
Dicho y hecho. La respuesta fue unánime y efusiva: «No me esperaba una respuesta tan expansiva. Ha sido muy emocionante. Y también ha provocado en mí una reflexión sobre la necesidad de estar en comunidad y de estar juntos en este periodo tan difícil. Cada uno en su casa, pero en comunidad espiritual». Desde ese día, en los bancos de la iglesia están pegadas las fotografías de todos sus parroquianos: hay familias sin hijos, parejas de jóvenes enamorados, familias numerosas, personas que viven solas, ancianos, un joven que muestra con orgullo un arco iris con la frase que desde hace días levanta el ánimo del país de la bota: Tutto andrà bene (Todo irá bien)…
«La Misa tiene un sentido de comunidad intrínseco. Jesús celebró la última Misa con los apóstoles. Yo lo comparo metafóricamente con un violín sin el arco. Yo todos los días celebro Misa, consciente de que lo hago en comunión con todos los parroquianos y con toda la iglesia universal, pero sin esa vara estrecha del violín no suena bien la música. No es indiferente la presencia de los fieles para celebrar Misa», dice Don Giuseppe, en cuya ciudad los muertos con el virus descubierto en China se cuentan por decenas. «Estamos en una zona con muchos casos. Hay centenares de contagiados y el ánimo está por los suelos. Por eso nuestra labor es más necesaria que nunca. La gente sabe que debe recluirse en casa y los sacerdotes tenemos que ser creativos para idear nuevas formas de comunicación con los parroquianos». relata.
Antes de que llegara la pandemia y con ella la obligación de cerrar las ciudades, este sacerdote ya contaba con una radio interna que llegaba a todos los hogares cuando no podían acudir a la iglesia. «Durante años muchas personas enfermas o imposibilitadas para moverse han podido seguir la Misa a través de la radio. Además, ahora con esta emergencia, estamos tratando de inventar nuevas iniciativas», señala. En este sentido, retransmite por streaming todas las celebraciones y dice que le alegra saber que sus parroquianos «participan desde la distancia».