Monseñor Alberto Ortega: «Vengo a ayudar, pero también a aprender de los cristianos perseguidos»
«Como una llamada del Señor a una misión que supera mis fuerzas». Así acogió el sacerdote Alberto Ortega su nombramiento como nuncio en Irak y Jordania, hecho público el 1 de agosto. «Afronto esta misión con un cierto temor», confiesa, «y al mismo tiempo, con confianza en la gracia del Señor y en la compañía de la oración de mucha gente».
El nuevo nuncio es consciente de que le va a tocar «afrontar retos muy difíciles», pero sobre todo valora la ocasión que se le ofrece «de acompañar a una Iglesia local en un momento muy especial». Tanto la situación de los cristianos en Irak como la cuestión de los refugiados en Jordania (este pequeño país acoge a unos 650.000 sirios, según las cifras oficiales) son «temas que están en el corazón de la Iglesia y en el corazón del Papa, y es muy bonito poder aportar un granito de arena» .
Alberto Ortega está muy familiarizado con la situación en Oriente Medio. En los últimos años, el futuro arzobispo (su ordenación episcopal se celebrará en Roma el 10 de octubre) ha seguido de cerca los conflictos en Siria o Irak desde la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado del Vaticano. Allí ha trabajado mano a mano con el cardenal Pietro Parolin, en quien ha encontrado siempre –asegura– «una cercanía muy grande».
Madrileño, de 52 años, Alberto Ortega se incorporó a diplomacia vaticana en 1997, y ha trabajado en las representaciones pontificias de Nicaragua, Sudáfrica y Líbano. Atiende a Alfa y Omega a finales de agosto, aprovechando una estancia en España.
En Irak los cristianos están siendo perseguidos. ¿Cómo va usted a ayudarles?
Lo primero es hacer presente la solicitud y la cercanía del Papa hacia ellos. Al mismo tiempo, acompañar a estos cristianos que sufren ofrece la oportunidad de encontrar grandes testigos de la fe, a los que toda la Iglesia intenta ayudar de todas las formas posibles, y a quienes mira también para aprender de ellos que Jesucristo es lo más importante. Por mantener su fe, ellos demuestran que vale la pena dejarlo todo. Mi deseo es, en ese aspecto, ayudar y también ser ayudado; acompañar y también aprender de estos cristianos.
¿Qué ha cambiado en estos años para que la situación de los cristianos sea tan complicada?
El conflicto en Irak desde 2003 ha provocado un cambio de la situación. En una situación de confusión y de dificultad, los cristianos, que son una minoría, han sufrido persecución y han debido afrontar muchas dificultades, en los últimos tiempos de manera especial con la irrupción del autodenominado Estado Islámico. Muchas personas, sacerdotes, incluso algún obispo, han sido asesinados, y eso ha provocado un éxodo de cristianos de Oriente Medio. Y es una pena, porque la presencia de los cristianos es una riqueza no solamente para la Iglesia, sino para toda la sociedad.
En un clima de fuertes divisiones sectarias, los cristianos han sido un factor de cohesión en Irak, en ocasiones incluso el grupo que parece que ha creído más en la unidad nacional.
Sí, ahí tienen un papel muy importante como artífices de paz, de reconciliación, de unidad, de desarrollo, en países como Irak, Siria u otros países de Oriente Medio. Es lo que han hecho siempre en toda la región. Incluso ahora, en esta situación tan difícil, siguen tendiendo la mano a todos los demás grupos. Es algo similar a lo que pude conocer cuando estuve en el Líbano, donde se veía la labor preciosa que hacían los cristianos por la unidad, por la paz y por el bien del país con los musulmanes suníes o chiíes. La Iglesia se vuelca para intentar ayudar no solo a los católicos, sino a toda la población. Es muy bonito este testimonio de gratuidad. Ellos insisten mucho en el concepto de ciudadanía. No quieren ser considerados una minoría que es tolerada, sino ciudadanos con los mismos derechos y deberes que el resto, que quieren ofrecer su contribución al bien común. En un momento, también, en que muchas personas en la región expresan su deseo de una mayor democracia, de una mayor participación política, los cristianos tienen un papel fundamental que desempeñar, porque en nuestra tradición están muy presentes conceptos como la dignidad de la persona o el respeto a los derechos humanos.
¿Es realista hoy la propuesta de la Santa Sede de un diálogo para la paz en Siria e Irak que involucre a todos los países de la región?
La Santa Sede siempre ha defendido que la respuesta debe ser global, y a través del diálogo y la negociación. Intentar solucionar los problemas mediante la guerra o la violencia solo complica más las cosas.
Jordania, un país de menos de siete millones de habitantes, acoge a unos 650.000 refugiados sirios, según las cifras oficiales. ¿Teme que pueda descontrolarse la situación?
La presencia de un enorme número de refugiados es un desafío en Jordania, y también en el Líbano, que con 4,5 millones de habitantes acoge a 1,2 millones de refugiados de Siria. Hay que acompañarlos para no dejarles a ellos solos el peso de la acogida de tantos refugiados. La ayuda internacional es necesaria. Hay que apoyar a estos países también para que puedan seguir teniendo una cierta estabilidad y ser un factor de paz para toda la región.
¿Cómo ve el contraste entre la acogida a los refugiados en estos países y la cicatería que muchas veces ha mostrado Europa?
Sí, hay un fuerte contraste. Ver a estos países que tienen menos medios que nosotros y acogen con generosidad nos debe hacer plantearnos alguna pregunta. Entiendo que el problema es complejo, que existen muchos elementos que considerar, pero el factor que tiene que dominar es el bien de las personas en medio de una situación de gran sufrimiento, de emergencia y de necesidad. En este sentido, sería bueno seguir el ejemplo de los que acogen en otros países y pensar que también esto nos podría suceder a los europeos, como históricamente ha ocurrido en otras circunstancias. Se trata de recordar la regla de tratar a los otros como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Y luego, colaborar con los países de origen de estos refugiados e inmigrantes para que no tengan que salir de sus países.
«Las religiones tienen un papel muy importante como artífices de paz, de reconciliación, de unidad, de desarrollo», asegura el nuevo nuncio en Jordania e Irak. «Es importante, en primer lugar, poner de manifiesto que la religión tiene que ser promotora de paz. Cuando hay un grupo que mata a gente en nombre de la propia religión, se debe denunciar, porque la verdadera religión debe estar al servicio de la paz, como continuamente insiste el Papa. Los líderes religiosos tienen una responsabilidad enorme de educar en la paz, y al mismo tiempo es necesario fomentar el diálogo interreligioso para vencer la desconfianza y conocer mejor al otro. El desafío es enorme. En Oriente Medio, está en juego el poder vivir en paz. ¡Qué bonito que Oriente Medio fuera un lugar en el que la gente de diversas religiones convive en paz!».