Ven, y sígueme - Alfa y Omega

Ven, y sígueme

La semilla que sembraron los mártires, al derramar su sangre, sólo dará su fruto hoy si estamos dispuestos, como ellos, a perdonar y pedir perdón, y a llevar nuestra cruz de cada día con fidelidad y sencillez. Don Vicente Cárcel Ortí ofrece, en dos completos volúmenes sobre Mártires del siglo XX en España (BAC), las historias de los 1.523 mártires ya reconocidos por la Iglesia, así como unas acertadas reflexiones sobre las lecciones de vida que nos dejan hoy a nosotros. Ofrecemos algunos de sus párrafos:

Redacción
‘Los discípulos de Emaús’. Detalle de un capitel del claustro del monasterio de Silos.

Nunca ha faltado en la Iglesia el martirio. Ya Jesucristo, su fundador y Señor, lo anunció: Os detendrán y perseguirán, presentándoos ante las sinagogas y los pretorios, llevándoos a presencia de reyes y gobernadores a causa de mi nombre; todo esto para dar testimonio… Pero, además, proclamó dichosos a sus discípulos cuando os insulten y os persigan y con mentira digan contra vosotros toda clase de mal por mí. Y no puede extrañar que sea así, porque un discípulo no está por encima del maestro.

En su larga historia de veinte siglos, nunca han faltado los mártires: son una constante en la vida de la Iglesia. La persecución ha servido para probar la solidez de la fe. Mártires los ha habido en todas las épocas, y siempre han sido considerados con especial veneración. El testimonio de su fortaleza ha cautivado a muchos corazones y ha servido de estímulo para los cristianos.

Desde fines del siglo XVIII, diversas revoluciones han ocasionado la muerte de numerosos mártires: en Francia, Rusia, México, Polonia, Alemania, España… Ideologías anticristianas, de uno u otro signo, han querido arrancar las raíces cristianas o sofocar la vida cristiana, y se han cobrado muchas víctimas. Incluso en nuestros días, ¿quién podrá conocer con exactitud el número de los que siguen dando su vida por permanecer fieles a su fe?

En la época actual, el martirio, sin menoscabar su grandeza tradicional, está siendo sometido a revisiones de alcance y de sentido. Las nuevas formas de persecución de la Iglesia influyen en el concepto cristiano del martirio. Considerar a la Iglesia enemiga del Estado es algo que sigue utilizándose. No es que se pida a la Iglesia la apostasía de la fe, o la renuncia de sus dogmas. Hoy se le pide el silencio, cuando no la colaboración con la injusticia y la opresión; se intenta reducir la fe a un sentimiento vago de escasa operatividad y evidente ineficacia social.

España: olvido e indiferencia

A propósito de las beatificaciones de los mártires españoles, Vittorio Messori ha escrito: «Hicieron falta el valor y el amor por la verdad de Juan Pablo II para reabrir una página de la Historia que muchos, incluso ciertas fuerzas poderosas de la misma Iglesia, hubieran preferido que continuase cerrada para siempre».

Nuestro tiempo será recordado como el siglo de los mártires, pero también será recordado como el de las paradojas del martirio .Una de ellas es que los mismos mártires han sido olvidados en la conciencia de tantos hermanos suyos en la fe. Siglo de mártires, ciertamente, pero también, con demasiada frecuencia, siglo también de indiferencia a los mártires, o incluso de su rechazo por parte de muchos católicos, en nombre de un mal entendido diálogo o tolerancia. Esta cruz de la indiferencia, o del abandono, por parte de sus mismos hermanos en la fe es, quizá, la más difícil de llevar.

En la época de los primeros cristianos, Tertuliano llegó a decir: «La sangre de los mártires es semilla para los cristianos». Pero, ¿qué decir de la falta de interés de tantos cristianos hoy con respecto a los mártires de este siglo? No se quiere saber porque, en el fondo, el tema de los mártires molesta en España y se prefiere no hablar demasiado de ellos. Pero la verdad histórica es que hubo muchos mártires y que la persecución fue muy dura y cruel.

En Europa, muchos obispos hablan con gran devoción, veneración, gratitud y afecto de los mártires del nazismo y del comunismo. Un obispo de un país oriental, que sufrió en sus carnes los horrores de la Alemania nazi y, luego, la barbarie de la Rusia soviética, me comentaba: «¿Cómo es posible que los españoles no se den cuenta del ingente patrimonio de fe que poseen por tantos mártires? ¿Cómo es posible que obispos y sacerdotes no hablen de ellos con más insistencia en público?».

Vivir y morir con alegría

Jesús nos ha enseñado que no hay mayor prueba de amor que dar la vida por la persona amada. Es lo que hicieron, con alegría y sencillez, todos los mártires de la persecución religiosa. Debemos acercarnos con devoción a ellos, para recoger muchas lecciones para nuestra vida cristiana.

Para todos los cristianos, el momento del dolor y del sufrimiento debe ser recibido con tranquilidad de conciencia y hasta con alegría; eso sí, con la certeza de que Cristo va con nosotros y por delante de nosotros.

La vida cristiana no se puede entender sin la cruz. Hay que tomar la cruz de cada día y seguir con ella a Jesús. El ejemplo de los mártires no puede ser más actual. Su muerte es un grito poderoso para tantos hombres y mujeres a quienes asusta sufrir las más pequeñas carencias e incomodidades en la vida. La vida y el martirio de los mártires nos dice que vale la pena vivir y morir cuando se vive y se muere incorporados a la vida y la muerte del Señor.

En nuestros hermanos mártires, vemos ese seguimiento de Jesús día a día, en una fidelidad ensayada en lo pequeño. El martirio no es algo que se improvise. Si no se ha ensayado antes en la fidelidad diaria, en los pequeños deberes del propio estado, no se puede culminar la vida. El martirio es la última escena de un drama de amor y entrega sin límites.

La sangre de los mártires constituye una poderosa llamada a la reconciliación de los corazones. Si hay un rasgo especialmente característico de los cristianos es el perdón: saber perdonar a los que nos han ofendido, y saber pedir perdón a aquellos a quienes hayamos ofendido. Es más, los discípulos de Jesús hemos de estar dispuestos a amar a los que nos maltratan y nos quieren mal, y a rogar a Dios por ellos: Amad a vuestros enemigos. Los mártires no guardaban odio o rencor para con nadie. Pedían por sus verdugos y los perdonaron.

Los mártires fueron símbolo de perdón, reconciliación, amor y paz. ¡Que su testimonio no se olvide!

Mártires del siglo XX en España
Autor:

Vicente Cárcel Ortí

Editorial:

BAC

Año de publicación:

2013

Páginas:

1.472

Precio:

50,24 €