Velázquez pintó su Cristo para este templo madrileño que abre ahora al público
La iglesia de San Plácido abre sus puertas por primera vez tras el traslado de las monjas benedictinas que han rezado allí 400 años
Por primera vez en su historia, la iglesia de San Plácido, una de las joyas del barroco madrileño, abre sus puertas al público general. Aunque no se celebrarán cultos de momento, los visitantes podrán conocer de cerca este monumento histórico, dependiente de la iglesia de San Antonio de los Alemanes, sede de la Hermandad del Refugio, la encargada de gestionar las visitas a partir de ahora. Para Juan Idarreta, vocal de San Plácido en el seno de la hermandad, se trata de «la joya del barroco madrileño, la más representativa de este estilo hasta nuestros días».
El monasterio, en manos de la misma comunidad de benedictinas de hace 400 años «fue diseñado por el mejor arquitecto de la época, fray Lorenzo de San Nicolás, alberga retablos de Pedro de la Torre y pinturas de Claudio Coello, a quien se considera la cumbre del barroco madrileño», explica Idarreta. Además, en su capilla de la Inmaculada hay un Cristo yacente de Gregorio Fernández, y los frescos fueron realizados «por algunos de los mejores artistas italianos que pisado suelo español, y adornan una cúpula de una belleza extraordinaria».
Pero la joya que ha albergado durante siglos este lugar ya no se encuentra aquí. Se trata del famoso Cristo de Velázquez, realizado por el pintor para las benedictinas de este monasterio por encargo de Felipe IV, que fue quien lo donó a la comunidad. Permaneció allí durante casi 200 años, hasta que Godoy, «en un acto caprichoso», se lo llevó. Finalmente, tras muchas vicisitudes, terminó en el Museo del Prado, donde aún se conserva con el nombre de Cristo de San Plácido, cuenta Idarreta.

San Plácido también es testigo de la historia de España. «Como muchos conventos de clausura, ha sido testigo de fragmentos de nuestra historia, pues por sus muros han pasado personajes ilustres como el rey Felipe IV o el Conde Duque de Olivares», comenta además.
Fue en 1908 cuando el monasterio sufrió un duro revés. El Ayuntamiento de Madrid ordenó su demolición y dejó intacta la iglesia. Las monjas lograron rehacer su vida y reconstruirlo a imitación del original del siglo XVII, donde permanecieron hasta hace dos años. Como con la Hermandad del Refugio «hemos tenido una relación de buena vecindad que ya dura cuatro siglos», las benedictinas les pidieron encargarse de las visitas. Así, por primera vez en sus cuatro siglos de vida, el público en general podrá tener acceso a esta joya del barroco, en horario de lunes a viernes de 10:30 a 17:00 horas, y los sábados de 10:30 a 16:30 horas.