Veinte años después del ignominioso atentado contra el Papa. Una deuda con Fátima
Juan Pablo II está convencido de que este viernes cumplirá los 81 años gracias a la intervención de la Virgen de Fátima, en el atentado de Mehemet Alí Agca que a punto estuvo de quitarle la vida el 13 de mayo de 1981. El domingo pasado, al recordar el acontecimiento con una misa de acción de gracias en la que ordenó a 34 nuevos sacerdotes, fue escueto, pero explícito. Dirigiéndose a María, afirmó: Yo mismo tuve la posibilidad de experimentar su protección el 13 de mayo de hace veinte años
Un obispo vestido de blanco camina con dificultad hacia la Cruz, entre los cadáveres de hombres y mujeres martirizados. Son obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos. Después, de repente, también él cae a tierra, como muerto, bajo los disparos de un arma de fuego. Con estas palabras el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, anunció la revelación de la tercera parte del secreto de Fátima, hace un año, el mismo día en que el Papa beatificaba a los dos pastorcillos videntes de las apariciones de la Virgen María de 1917, Francisco y Jacinta.
Una interpretación del sangriento atentado, del que todavía no se conocen los auténticos autores e inductores, que había sido confirmada 16 días antes por la misma sor Lucía, en un encuentro oficial mantenido con el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Tarsicio Bertone.
La ordenación de 34 nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma (once de ellos del Camino Neocatecumenal) se convirtió así en el tedeum del Pontífice en este domingo cargado de intensos recuerdos.
Juan Pablo II, que entregó simbólicamente a los nuevos presbíteros la carta apostólica con la que cerró el gran Jubileo del año 2000, la Novo millennio ineunte, en la que traza las líneas del camino de la Iglesia para esta nueva etapa de la Historia, les dejó un consejo sumamente personal: Sed, ante todo, enamorados de la Iglesia, de la Iglesia terrestre y de la celeste, mirándola con fe y con amor, a pesar de las manchas y de las arrugas que pueden marcar su rostro humano.
Se trataba de jóvenes, –el promedio de edad era de 30 años–, que procedían de los seminarios de la diócesis de Roma, de instituciones religiosas de derecho diocesano y de alumnos del Colegio diocesano Redemptoris Mater, fundado por el Camino Neocatecumenal. Estos últimos provenían de España, India, Uruguay, Francia, Zambia, Chile, El Salvador, Venezuela, Honduras e Italia.
La fiesta del Papa sólo quedó oscurecida por las noticias de sangre que siguen llegando de Oriente Medio. Antes de despedirse de los fieles, no pudo dejar de mencionar los cruentos atentados que en esas tierras se han cobrado en las últimas semanas vidas de recién nacidos y adolescentes: En realidad, ¡nos encontramos ante una espiral de violencia absurda!, aclaró. ¡Sembrar la muerte todos los días no hace más que exasperar los espíritus y retrasar el día bendito en el que todos los pueblos podrán mirarse a la cara y caminar juntos como hermanos!, continuó advirtiendo. Todos, y en particular los responsables de la comunidad internacional, tienen el deber de ayudar a las partes en conflicto a romper esta cadena inmoral de provocaciones y de represalias. Hay que recordar, además, eso que tantas veces se ha repetido, que el lenguaje y la cultura de la paz tienen que prevalecer sobre la incitación al odio y a la exclusión.
Juan Pablo II presidirá del 21 al 24 de mayo el Consistorio al que ha convocado a los 183 cardenales de la Iglesia católica (participan también los que ya han cumplido ochenta años, que no serían convocados a un cónclave). Entre los temas que se afrontarán en el encuentro, destaca el de la nueva evangelización y la colegialidad, es decir, la relación de los obispos con el Papa y de los obispos entre sí; una cuestión que afecta a algo tan importante como el papel de la Curia romana, o el futuro de las relaciones con las Iglesias ortodoxas para seguir avanzando hacia la recomposición de la fractura del cisma de Oriente que tuvo lugar hace casi mil años.