Valor sentimental, la última cinta del director noruego Joachim Trier (La peor persona del mundo) arrasa en nominaciones, premios y críticas: Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, nominada a Mejor Película por la Academia de Cine Europeo, ocho nominaciones en los Globos de Oro, gran favorita para los Óscar y laureada por medios especializados como «la mejor película del año». Pero, ¿podemos confirmar tantos méritos?
El guion está tan bien levantado sobre algo tan sencillo como la casa familiar, hermosa y aparentemente sólida, para epicentrar el drama que desarrolla alrededor de estos cimientos; pero a medida que el largometraje avanza se deja ganar en complejidad. El conflicto llega en seguida: esta casa está atravesada por una enorme grieta que refleja las fisuras psicológicas y emocionales de la familia que lleva décadas viviendo en ella. Ahí, el guion pasa a ser magistral y rico en matices narrativos y psicológicos, en la escritura e interpretaciones de unos personajes perfectos.
La historia se construye alrededor de la huella que deja la desaparición del padre, Gustav, en la vida de Nora (Renate Reinsve), hoy una actriz de prestigio en los escenarios teatrales. Ese vacío temprano define su recorrido y adquiere una nueva tensión cuando el padre regresa, decidido a reclamar una autoridad que nunca sostuvo, apoyado ahora en una presencia física imponente: altura, rigidez, un rostro impenetrable. Stellan Skarsgård encarna esa figura con una fuerza magnética, desplegando una interpretación grave y ambigua, a la altura de un personaje lleno de zonas oscuras.
Trier analiza con claridad cómo esa carencia inicial se traduce en la intimidad emocional de Nora: la dificultad para confiar, para tejer relaciones duraderas, para identificar un refugio afectivo. En paralelo, el director se detiene en el vínculo con Agnes, la otra hija, y observa con sutileza cómo una misma ausencia puede dar lugar a respuestas divergentes: una hija aprende a protegerse mediante el control, la otra opta por la retirada; una transforma la herida en armadura, la otra en distancia. En este tejido de miradas y silencios, se consolida una vez más la afinidad creativa entre Trier y Renate Reinsve. La intérprete noruega deslumbra por su honestidad y madurez, sostiene el filme desde una mezcla de coraje y vulnerabilidad que convierte el relato en una indagación profunda sobre quiénes somos y cómo nos construimos.
Más allá de la reflexión de Evelyne Sullerot sobre el debilitamiento de la figura paterna en la modernidad, Trier expone aquí con naturalidad a la vez el misterio de la vulnerabilidad propia del padre ausente, muy bien entretejido con la capacidad de introspección, duda y asombro de su hija mayor. Se da una transformación lenta, sin renunciar al dolor, la incomprensión, la admiración y la esperanza. Bien merecidos los méritos enumerados; y sí, muy posiblemente la mejor película del año.
Joachim Trier
Noruega
2025
Drama
+12 años