Valencia impulsa el milagro eucarístico de Moncada: «Mamá, ¡es el Xiquet!»
El cardenal Cañizares anuncia la apertura del proceso histórico para la canonización de la niña Inés, que en 1392 vio en la Sagrada Forma al Niño Jesús
«Ya les gustaría a muchas diócesis tener tantos milagros eucarísticos como tenemos en Valencia», dijo el cardenal Antonio Cañizares el sábado en la parroquia San Jaime Apóstol de Moncada, durante el día jubilar que recuerda cada año el milagro eucarístico de la niña Inés. El milagro se remonta al día de Navidad de 1392, cuando en esta misma iglesia una niña de 5 años vio repetidas veces en la Sagrada Forma al Niño Jesús.
«Lo interesante del caso es que tiene lugar en medio del Cisma de Occidente, con la Iglesia dividida entre dos Papas», afirma el párroco de Moncada, Javier Grande. «Fueron unos años en los que se puso en duda la sucesión apostólica y la validez de la ordenación de muchos sacerdotes», explica. Es lo que le pasó al entonces párroco del pueblo, Jaime Pedrós, que «vivía esta situación con mucho sufrimiento, hasta el punto de pedirle a Dios un signo que le ayudara».
Ese signo llegó el 25 de diciembre de 1392 en la Misa de las seis de la mañana. Al levantar Pedrós la Hostia santa, una pequeña de 5 años llamada Inés exclamó: «Mamá, ¡es el Xiquet!», refiriéndose al Niño Jesús. Lo mismo volvió a suceder en la Misa de las diez, y también los dos días siguientes. «Entonces la madre fue a hablar con el párroco y este entendió que ahí estaba la respuesta a sus oraciones. El día 28 reunió a los notables del pueblo y sometieron a la niña a varias pruebas para comprobar la certeza de sus visiones», señala.
Primero le enseñaron dos formas, una consagrada y otra sin consagrar, y le pidieron a la niña que indicara dónde está Jesús. Respondió correctamente en varias ocasiones, de tal modo que unas no se atrevía a cogerlas «porque ahí está el Xiquet», y de las otras decía que eran «solo un trozo de pan». El sacerdote llegó incluso a romper una Forma y se la enseñó a Inés: «Ahí hay dos Niños», dijo la niña de nuevo.
Poco más se sabe de Inés hasta que llega a la juventud. En Valencia llegó a escuchar la predicación de san Vicente Ferrer y decidió consagrase al Señor. A su vuelta a Moncada, los padres le anunciaron su decisión de casarla, pero ella se cortó el pelo y se escapó de casa.
Durante tres días vagó perdida por el monte hasta que llegó a la cartuja de Porta Coeli. Allí se hizo pasar por un muchacho y trabajó como mozo de almacén. «Solo quería estar protegida y cerca del Señor», cuenta Javier Grande. Al final un sacerdote con el que se confesó le encargó cuidar de las ovejas de la cartuja, y es en ese ir y venir por los pastos de alrededor cuando se encontró con una cueva en la montaña, en la que decidió encerrase como eremita el resto de su vida.
«Allí pasó 20 años en los que se dedicó a tejer y a orar, bajando a la cartuja para recibir la Eucaristía», afirma el párroco de Moncada. Finalmente, un día los monjes vieron un gran resplandor en la montaña; subieron y se encontraron a Inés muerta, en postura de adoración. La enterraron de forma anónima en la misma cartuja, como uno de ellos, y desde el principio la cueva se convirtió en lugar de peregrinación para gentes de toda Europa.
«A día de hoy no tenemos su cuerpo, ni reliquias, ni imágenes, por lo que es verdaderamente impresionante que su devoción se haya mantenido durante tantos siglos», afirma el párroco de Moncada.
Por todo ello, «para que no se pierda esta devoción», el cardenal Cañizares anunció el sábado la apertura del proceso histórico para la canonización de la niña Inés. «Es la mejor manera de que siga viva y no se pierda», concluye.