Los jóvenes cristianos del mundo rural denuncian que los incendios son consecuencia del «abandono»
«Se han de cuidar los pueblos y sus ritmos vitales, se ha de hacer atractiva la vida en un medio que es esencial», señalan desde el Movimiento Rural Cristiano y el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos
«Se han de cuidar los pueblos y sus ritmos vitales, se ha de hacer atractiva la vida en un medio que es esencial. Cada verano lo recordamos con el rojo resplandor de los bosques y tierras de cultivo que arden. El mundo rural ha sido abandonado y vaciado durante décadas, y ese fuego atroz no se apaga en verano: se apaga el resto del año con unas políticas adecuadas de desarrollo y de gestión positiva del territorio», afirmaba recientemente un comunicado del Movimiento Rural Cristiano y del Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos al hilo de la oleada de incendios que arrasa España desde hace semanas.
Para ambas realidades de Iglesia vinculadas a Acción Católica, uno de los propulsores del fuego «es el abandono del mundo rural», porque «en unos pueblos con una población menguante vemos que se abandonan tierras y que dejan de cultivarse y de gestionarse adecuadamente».
Según Celia Carnero, presidenta del Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos, para evitar que los jóvenes abandonen el campo «es necesario invertir más en sanidad y en educación. Esas necesidades básicas tienen que estar cubiertas, al igual que las comunicaciones por carretera y el acceso a internet».
Pese a que el fenómeno de la España vacía es uno de los temas abordados por las autoridades nacionales y europeas, las políticas agraria y ambiental que impulsa la Unión Europea «se hacen desde despachos en ciudades no vinculadas con el territorio. Eso no tiene lógica, y a veces proponen cosas que no son planteables». Por eso, ese tipo de decisiones de calado «se tienen que hacer contando con las personas que sobre el terreno saben qué es lo más rentable y viable», incluidos los jóvenes.
Desde su vida en el campo en un pequeño pueblo de Zamora llamado Nuez de Aliste, Carnero propone «una alternativa al sistema capitalista, una economía circular y basada en el bien común. Ya hay experiencias que demuestran que es posible una economía distinta en el medio rural, con otros valores».
Para ello, hay que comenzar con «cambiar nuestra manera de pensar», aprovechando que en el campo «los ritmos son distintos y la interacción y la confianza entre vecinos son diferentes a las que hay en otras partes», por lo que «se puede vivir y trabajar de otra manera».
Por eso, «aunque nuestros padres quizá tuvieron que huir del campo por falta de medios, hoy no tiene por qué ser así. Hay que dar un mensaje positivo a los jóvenes sobre la vida aquí. Hoy la gente ya se puede formar e ir a la universidad. No somos paletos de pueblo, eso es cosa del pasado. Quedarse en el pueblo ya no significa haber fracasado», dice Celia Carnero.
Al contrario, el mundo rural «es muy atractivo por las relaciones personales, por el tú a tú y por la relación con el entorno. Solo hace falta desarrollar negocios e infraestructuras compatibles con la vida aquí. El mundo rural no hay que modificarlo, solo es necesario cambiar nuestra mirada sobre él».