Unidos a la Virgen y al Resucitado, por Belén y José
Belén Jordana de Pozas y José Amián —alumnos del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo— fallecieron el 9 de mayo. Sus familiares y amigos se han apoyado en la fe y en la comunidad para afrontar estos difíciles momentos
La vida de Belén Jordana de Pozas y José Amián terminó de forma inesperada el martes 9 de mayo en el ascensor del número 4 de la calle Hermanos Bécquer de Madrid. La joven pareja de novios, de 17 años, se disponían a celebrar con sus compañeros de colegio el fin de los exámenes de 2º de Bachillerato cuando, por un accidente, se precipitaron al vacío desde el elevador de la casa de Belén. Lo que debía ser una jornada festiva, antes de volver a ponerse a estudiar para la Prueba de Acceso a la Universidad, se convirtió en una tragedia de la que es difícil entender el porqué y de la que a duras penas se atisba un para qué.
«Esta mañana me decía la madre de uno de los dos que como intentes buscar el por qué [de la muerte de un hijo tan joven], no lo encuentras con facilidad», explica a Alfa y Omega un miembro del departamento de Pastoral del colegio Nuestra Señora del Recuerdo (donde estudiaban Belén y José). «Sobre el para qué, pienso que esto es como los efectos de la Resurrección, que transforma a los apóstoles. Los seguidores de Jesús cambiaron por completo».
En este sentido, según explican desde la Pastoral, en el colegio ha impresionado la actitud de los compañeros de Belén y José que el mismo martes, «por iniciativa propia, decidieron juntarse en la capilla del colegio para llorar, rezar y para pedir por los novios» junto a la Virgen del Recuerdo.
Un día después, la capilla volvió a llenarse esta vez en torno a las familias de José y Belén. Durante el acto, el padre de José Amián tomó la palabra y explicó que «sentía que su hijo había sido un préstamo de Dios y que los años que lo habían tenido lo habían disfrutado mucho». Ahora José, también Belén, ha vuelto a quien es el autor de la vida.
La capilla, un pequeño santuario
Desde entonces, la capilla del Recuerdo se ha convertido «en un pequeño santuario en el que los alumnos, personal, familias y amigos damos cauce a la oración, unas veces silenciosa y otras compartida, en ocasiones organizada y la mayoría de las veces espontánea», ha explicado el colegio en un comunicado. «Y así compartida, la fe se hace más profunda. Se reaviva la esperanza y se aquilata el amor», añaden.
Fe y comunidad
«A las familias les está ayudando mucho el sentirse acompañadas por los amigos, por los compañeros, por todo el personal, que en todo momento han estado ahí». «Se han sentido parte de la comunidad, comunidad que en este momento se junta a llorar, a recordar, a rezar…», explican desde el colegio a este semanario.
En este difícil momento, los padres de los estudiantes fallecidos «también se están apoyando mucho en la fe, que les da tranquilidad a pesar del dolor tan grande que supone la pérdida de un hijo».
Un fe vivida
La misma fe desde la que las familias están afrontando la situación es la que tanto Belén como José vivieron en su día a día. Ambos «acudían a la Misa dominical y se pasaron estos dos últimos años asistiendo a catequesis en el colegio. Cuidaron y alimentaron su fe hasta el final. Hace pocos días, –subrayan desde el colegio– recibieron el sacramento de la Confirmación».