Una vida de libro
32 jóvenes voluntarios han compartido durante seis meses el día a día de otros tantos mayores con el objetivo de escuchar sus vivencias y convertirlas en un libro
María Asunción Iglesias tiene 90 años y su vida da como para escribir un libro. Vio la luz del sol, por primera vez, en 1929 y desde entonces ha tenido que luchar contracorriente porque «mi madre nunca me quiso». El supuesto libro de su vida se convirtió en un auténtico drama durante la guerra civil española. María Asunción pasó gran parte del conflicto en una habitación de la madrileña calle de San Marcos. «Mi madre se iba a trabajar y nos dejaba todo el día a mi hermano y a mí solos en una habitación cerrada con llave y nos dejaba una jarra de agua, un mendrugo de pan y un orinal», rememora para Alfa y Omega. Ella era la mayor y «no podía permitir que mi hermano pequeño llorara del hambre». De su ración de pan, Iglesias comía lo imprescindible y el resto lo guardaba debajo de la almohada hasta la noche. Y «cuando mi hermano no podía más, lo sacaba y le iba dando pequeños pedacitos de mi pan». Así, la mujer recuerda el conflicto «por el hambre que pasé».
Los capítulos posteriores de la vida de María Asunción Iglesias cuentan cómo se casó, tuvo seis hijos y se separó «después de que mi marido se buscara a otra y, encima, la trajera a casa». A pesar de la afrenta, ella hizo por su marido «todo lo humanamente posible». «Cayó enfermo de cáncer y yo me volqué. Incluso le amortajé. Mi conciencia está muy tranquila», asegura. Tras la separación y posterior fallecimiento, Iglesias tuvo entonces que sacar adelante a su prole con sus propias manos. «Limpiaba casas, así puede pagar la carrera de Historia del Arte a mi hija mayor», asegura.
En el epílogo de su vida, la nonagenaria transita por una dulce cuesta abajo en la que no puede «olvidar las lágrimas y todo el sufrimiento vivido», pero donde también quiere dejar constancia «del cariño de sus hijos y del reconocimiento que me tienen».
Una vida por escrito
Sin embargo, el libro ha dejado de ser un supuesto y se ha convertido recientemente en realidad. Los escribió Rosa María, una joven que se apuntó al proyecto Tu historia de verdad importa, impulsado por la fundación Lo Que De Verdad Importa (LQDVI) en colaboración con las fundaciones Telefónica, SM y Gondra Barandiarán.
«Los jóvenes salían muy removidos de nuestros congresos, pero luego no podíamos canalizar todas esas inquietudes hacia ningún proyecto propio porque, simplemente, no teníamos ninguno», explica Manuela Lacalle, responsable de la iniciativa. Así nació Tu historia de verdad importa, que está pensado para «unir generaciones, fomentar el intercambio de experiencias y sobre todo poner en valor la vida de nuestros mayores», añade.
La misión de los jóvenes voluntarios es la de acompañar a los mayores, escucharlos y trabajar codo a codo con ellos con el objetivo de reflejar la historia de su vida y convertirla en un libro que recoja sus vivencias y valores.
La entrega de libros tuvo lugar a mediados de septiembre en un evento presentado por el famoso climatólogo Jacob Petrus y en el que participaron los 32 protagonistas —así es como llaman a las personas mayores del proyecto— y los 32 narradores, es decir, los jóvenes acompañantes escritores.
«Los narradores se trasladaban a las residencias o casas de los protagonistas una vez por semana y, poco a poco, iban escribiendo el libro de sus vidas. Al final, se trataba de recuperar la figura de los mayores y volver a ponerla en el centro de la sociedad», concluye Lacalle.
No están reconocidos
Para Andrea Noronha Saldarriaga, «las personas mayores no tienen en la actualidad todo el reconocimiento que se merecen». Para esta venezolana de 26 años y residente en La Coruña desde hace doce, los jóvenes «nos dedicamos a vivir el ahora sin importarnos mucho lo que ha pasado y mucho menos lo que pueda pasar. Sin embargo, «creo que los mayores son la clave del pasado y del futuro, porque nosotros somos, por así decirlo, el presente. Ellos nos pueden hablar de lo que ha pasado y qué cosas se pueden hacer para cambiar un futuro que nosotros sí viviremos. A partir de sus experiencias, podemos construirlo de una forma mejor», asegura.
Dentro del proyecto de LQDVI, al que Noronha Saldarriaga llegó gracias a la Fundación María José Jove, la joven fue la narradora de la historia de Antonio Pintor, también de 90 años, fundador del Liceo La Paz de La Coruña y «del que aprendí muchísimas cosas. Él es una persona superconstante, muy trabajadora y, sobre todo, muy muy muy agradecida. Insistía constantemente en que el agradecimiento es lo que le ha abierto las puertas para llegar hasta donde está hoy en día». Aunque, lo que más impresionó de Antonio a Andrea es «su vida entregada a los demás». «No quería nada para sí. Si tenía algo, incluso algo comercialmente interesante, no se lo quedaba o lo registraba a su nombre, sino que lo compartía con quien lo necesitara».