Una víctima del Holocausto: «Los adultos perdían la razón y los niños se peleaban como animales por el pan»
Peter René Pérez sobrevivió al exterminio nazi. Ha dado su testimonio en el Senado con motivo del Día Internacional en Memoria de las víctimas del Holocausto
En el año 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 27 de enero como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Un 27 de enero de 1945, el Ejército de la URSS liberaba el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, una fábrica de muerte donde se estima que fueron asesinadas en torno a un 1,1 millones de personas. Este día pretende, por un lado, recordar de forma oficial a las víctimas del régimen nazi y por otro, promover la educación sobre el Holocausto en todo el mundo. Sobre todo, porque han pasado 79 años del final de la Segunda Guerra Mundial y cada vez hay menos testimonios vivientes de aquel horror.
En todo el mundo se están escuchando sus voces en estos días. En España, el Senado ha acogido un año más el acto de Estado con motivo de esta jornada. Peter René Pérez, superviviente del campo de Rivesaltes, en Francia, ha contado su terrible experiencia vivida cuando era un niño de poco más de 3 años. Peter, o Pedro, su nombre de judío sefardí, nació en Viena en 1936 de padre judío de origen búlgaro y madre católica vienesa. Tenía 2 años, por tanto, cuando Hitler se anexionó Austria.
El superviviente ha contado cómo un policía acudió a su casa para avisar a su padre y a su tío de que la Gestapo pensaba detenerlos al día siguiente. Estos pudieron huir a París. El hermano de Peter enseguida fue trasladado fuera de Viena en un convoy para niños, pero Peter y su madre permanecieron en Viena. «Mi madre se quedó conmigo en nuestro piso. Cada día atormentada por los nazis. Sin recursos. Nos exigían cada día dinero. Mi abuelo, con sus condecoraciones militares, nos defendía de bandas de nazis lideradas por nuestro conserje que me apuntaba con una pistola en la cabeza repitiendo a mi madre: “Dame el dinero o le hago explotar la cabeza”», explicaba el hombre en un perfecto español.
Con mucha dificultad, la familia logró reunirse en París, si bien los nazis ya habían ocupado Francia. Caminaron hacia el sur del país, donde acabaron internados en el campo de Rivesaltes, que servía para cumplir el decreto sobre el internamiento administrativo de «extranjeros indeseables». René Pérez ha compartido algunos de sus recuerdos en aquel campo, donde separaban a las madres de los hijos: «De noche, las madres cavaban con las manos la tierra bajo las verjas para abrazar a sus hijos, so pena de dos semanas de búnker con solo agua. Paco, mi amigo gitanito, me consolaba repitiéndome que de noche llegaría mi madre a verme».
El hombre narraba emocionado todavía hoy cómo les daban de comer solo 50 gramos de pan enmohecido con sopa de nabo y cómo las enfermedades campaban en un lugar totalmente insalubre, donde «ratas gigantescas asaltaban a moribundos o muertos». «Los adultos perdían la razón mientras que los niños se peleaban como animales por un cachito de pan», ha relatado. De Rivesaltes conserva vivas imágenes de su padre, reivindicando su origen búlgaro, y de su madre, declarándose cristiana. A ella le repetían los nazis: «La puta de un judío no puede tener familiares en el glorioso Ejército alemán».
En 1942 toda la familia consiguió salir de ese lugar porque su padre se hizo pasar por minero gracias a algunos documentos falsos. En 1948 regresaron a Viena, donde descubrieron que su casa y su negocio de taxis habían sido usurpados. El padre, la madre, Peter y su hermano vivieron dos años en diez metros cuadrados.
«Estoy feliz de volver una vez más a España», subrayó, presentándose como «el último sefardí de la última comunidad de Viena. He vuelto a España, a nuestra España querida», concluía esta intervención en el Senado español. Peter René Pérez participará estos días en España en distintos eventos organizados por el Centro Sefarad-Israel de Madrid con el fin de que su testimonio permita que lo que él vivió no vuelva a repetirse nunca más.