Una verdadera amistad entre los pueblos
Frente a «la violencia, las amenazas, el miedo y las injusticias, el diálogo es la única estrategia que podemos adoptar». Son palabras del cardenal Parolin, secretario de Estado del Papa, en el Meeting de Rímini
Lo que heredaste de tus padres, vuelve a ganártelo para hacerlo tuyo. El lema del Meeting de Rímini de este año no era inmediato. Respecto a la edición de 2016 (Tú eres un bien para mí), esta frase rescatada del Fausto de Johann Wolfgang von Goethe planteaba una serie de preguntas que centraron esta 38ª edición del congreso cultural, social, económico y político que reúne cada año a más de 700.000 personas en la ciudad de Emilia-Romaña: ¿Qué supone hoy la herencia recibida? ¿De qué forma convive el legado personal con el histórico, el cultural, el político? ¿Qué merece la pena ser rescatado, qué regenerado y qué descartado?
Entre los 118 encuentros y conferencias, 17 exposiciones y 14 espectáculos, este macroevento dialogaba, por ejemplo, sobre los orígenes de la Unión Europea y el sentido del proyecto en el siglo XXI –para lo que contó con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani–. También se preguntaba qué habíamos aprendido de la utopía comunista cuando se cumplen 100 años de la Revolución bolchevique, cuál es el futuro de la inteligencia artificial o de qué forma viven las nuevas generaciones de inmigrantes.
Decía el politólogo francés Olivier Roy en un encuentro sobre terrorismo que «hace falta abrir un espacio de espiritualidad en Europa» como respuesta al nihilismo que genera la violencia. En la intervención final del Meeting, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, insistía en lo mismo: «Precisamente en un momento como este, en el que la humanidad está atravesada por la violencia, las amenazas, el miedo y las injusticias, el diálogo es la única estrategia que podemos adoptar. La Iglesia no puede hacerse otra cosa que palabra, mensaje, súplica, coloquio dentro de esta estrategia».
Un espacio de diálogo interreligioso real
Frente al terror que asola el mundo, el Meeting que organiza la fundación Meeting per l’Amicizia fra i Popoli propone un compromiso por la paz. Un tema que ha caracterizado los testimonios venidos de Israel, Egipto, Venezuela y Jerusalén (con la conferencia del custodio de Tierra Santa, el padre Francesco Patton), pero que también se hacía carne, de forma conmovedora, en una oración conjunta entre las diferentes religiones. El monje budista Shodo Habukawa, habitante del monte Koya y antiguo amigo de Luigi Giussani (fundador del movimiento de Comunión y Liberación que inspira el Meeting), representaba el budismo junto a otros miembros de su congregación, que entonaron su plegaria con sus hábitos monacales; Mauro Lepori, abad general de la Orden Cisterciense, lideró el Pater Noster en latín que une a todos los cristianos, y también hubo espacio para el Shemá Israel de los judíos y para la Salat musulmana.
¿Cómo es posible que se dé un espacio de diálogo interreligioso real? ¿Y que ese diálogo traspase lo terrenal, las diferencias y los dolores, el terror y la enemistad, y se convierta en oración conjunta, universal? «A pesar de las diferencias, estamos unidos en la contemplación del Misterio: conocer a Habukawa ha sido volver a vivir la sorpresa de Cristo resucitado», explicaba Lepori en el acto posterior, haciendo suya la herencia de amistad trazada por Giussani. Todo encuentro es posible si Dios, si el Misterio, está en el centro: porque el corazón del hombre, como continuaba el monje, «arde como una antorcha que permite reconocer a Cristo y que nos reconozcamos los unos a los otros, hasta el corazón: el Misterio conversando con el hombre nos vuelve capaces de reconocernos, de reconocer al hombre, el misterio del hombre que arde en cada corazón».
Herencia y paternidad
De esta forma, el encuentro, el diálogo y la paz, la amistad más grande, que los cristianos llamamos comunión, se produce, según Lepori, «cuando cada uno conserva en sí mismo la llama del corazón del otro, como si el corazón del otro fuera tan nuestro como el nuestro, amando su deseo». Y valiéndose de la parábola del hijo pródigo, explicaba la importancia no tanto de la herencia, sino del padre que la lega: «A veces el hijo dilapida la herencia no por placer, sino porque la herencia transmitida es sin paternidad: una herencia sin el padre que la dona. Ninguna herencia es interesante sin el corazón que la comunica y el corazón que la recibe y, de alguna forma, merece ser dilapidada. Pero la herencia que transmite el corazón es un tesoro, y puede ser siempre vuelta a ganar, recuperada del olvido, de la destrucción, porque sigue viva, como una fuente, eterna».
El secreto del Meeting es el mismo que el secreto de la vida, recogido en el mensaje enviado por el Papa Francisco a los participantes: «No tenemos parcelas que defender porque el amor de Cristo no conoce fronteras que no se puedan superar. Solo debemos agudizar la vista para vislumbrar los muchos signos de la necesidad de Dios como sentido último de la existencia, para poder ofrecer a las personas una respuesta viva».