Una torre amarilla y piedra de Arucas para abrigar una aparición
La basílica de Nuestra Señora del Pino alberga una talla «muy milagrera» de la Virgen y es lugar de devoción en Canarias
«Nuestros padres nos han dicho que, dirigidos por un resplandor maravilloso, la encontraron en la eminencia de un pino, rodeada de tres hermosos dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de nicho». Así narraba el poeta Fernando Hernández Zumbado en 1782, tres siglos después de los eventos, cómo la Virgen se apareció en Teror, Gran Canaria, sobre el lugar en que hoy se erige la basílica de Nuestra Señora del Pino. El templo, finalizado en 1767, «tiene la imagen de la patrona de la isla y es un lugar de encuentro y peregrinación», explica a Alfa y Omega Jorge Martín de la Coba, su párroco.
El solar ya era un espacio de devoción mucho antes de la finalización de la basílica. Gustavo Trujillo, natural de Teror, historiador y organizador de visitas guiadas al templo, explica que poco después de las apariciones de 1481 «se levantó una ermita sencilla y humilde» junto al pino canario que eligió María para manifestarse. Después, a medida que aumentó la afluencia de peregrinos, se amplió la ermita convirtiéndola en el siglo XVII en una iglesia parroquial con una llamativa fachada de cantería amarilla a imagen de la catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria y de estilo manuelino portugués.
Pero el suelo de Teror es arcilloso, por lo que, como apunta Martín de la Coba, aquella parroquia «se hundió por la inestabilidad» y acabó siendo derruida y sustituida por la basílica de tres naves que ha llegado hasta nuestros días. De entonces solo se conserva su campanario, conocido como la Torre Amarilla y «el más antiguo de la isla» después de que la catedral de Santa Ana en la que se inspiró remodelara su fachada a finales del siglo XIX. Aparte de ese llamativo anexo amarillo, «el resto de la basílica está hecha con piedra gris de Arucas», una roca basáltica de la zona, explica su párroco.
Por su parte, Trujillo revela que, debido a la imponencia de la basílica y lo pequeño del pueblo de Teror, de 12.000 habitantes, «a más de uno le choca ver un edificio tan monumental metido en las montañas de un pueblo». También sus entrañas, pues están profusamente decoradas con las «importantes donaciones de indianos» al volver de las Américas, rica orfebrería y maquetas de barcos. «Al ser un santuario del interior, los marinos le tenían mucha devoción porque representaba tierra firme», cuenta el historiador. Y añade que hasta 1684, cuando un fuerte temporal acabó derribando el pino junto al que se erigió el templo, «los devotos cogían sus piñas para curar todo tipo de enfermedades y del tronco del árbol brotaba una fuente de aguas medicinales».
No obstante, el patrimonio más importante de la basílica no está en sus piedras sino en una estatuilla de madera de la Virgen del Pino, ubicada en el altar mayor, «muy milagrera» según su párroco y que supone la única advocación mariana del templo. Data del siglo XVI y se atribuye a Jorge Fernández Alemán, autor también del retablo del altar mayor de la catedral de Sevilla. Con influencias del Renacentismo sevillano y de Flandes, «la talla tiene poco más de un metro de estatura, y a partir del siglo XVI se vistió con alhajas y con joyas», añade Gustavo Trujillo. Normalmente bajo un manto, la Virgen del Pino solo permanece descubierta los cinco días al año que duran sus fiestas y «tiene un fondo de armario con una decena de mantos, cuatro del siglo XVIII y el resto del XIX o más tarde».
El guía de la basílica narra la misteriosa salvación de esta talla de la Virgen en 1718, cuando, en las vísperas de la fiesta patronal, «estalló un barril de pólvora que tenían para petardos y la imagen salió despedida a varios metros de distancia». Aunque la explosión «produjo muchos desperfectos» en la entonces todavía parroquia, el icono quedó indemne.
Para el próximo domingo 8 de septiembre, festividad de la Virgen del Pino, Teror espera una multitudinaria aunque menos accidentada afluencia de devotos desde las islas e incluso la península. «Todos los canarios venimos caminando para festejar a la Madre y el pueblo hace una romería de ofrendas el día anterior con presencia de los 21 municipios de Gran Canaria», culmina Jorge Martín de la Coba.