Una solución para la España vacía
Acostumbrados a perder población a marchas forzadas, municipios como Sigüenza confían a los migrantes la supervivencia de su modo de vida
Ante el fenómeno de despoblación que atraviesa la España del interior, la llegada de refugiados al ámbito rural ha supuesto un soplo de aire fresco para municipios como Sigüenza, donde hay menos 4.300 personas censadas. Aquí, el centro de refugiados de Accem, un proyecto que comenzó de forma experimental, ha atendido a más de 6.000 personas desde su creación en los años 90. «Y que 800 de ellos vivan ahora en Sigüenza es una cifra de integración muy importante que nos puede servir de modelo para repetir la experiencia en otros lugares», explica Braulio Carlés, responsable territorial de la institución en Castilla-La Mancha y vicario episcopal de Pastoral Social de la diócesis de Guadalajara.
La población de origen migrante o refugiada supone ya 20 % de los empadronados en Sigüenza. Algo que su alcalde, José Manuel Latre, considera «una contribución importante para una zona que pierde población». Y aunque estas cifras sean mayores que en otros pueblos, esto no ha generado ningún conflicto. «Aquí no existen problemas de tipo xenófobo o racial. Históricamente la sociedad seguntina ha demostrado tener un talante acogedor», señala el edil. Esta buena relación entre refugiados y vecinos no es fruto del azar, responde a los esfuerzos de Accem durante años. «Para nosotros era muy importante que la gente de Sigüenza se acercara al centro y viera que los usuarios eran gente normal», subraya Carlés. Así, a través de fiestas o eventos culturales, los vecinos de siempre se mezclaron con los inmigrantes hasta que el pueblo se ha acostumbrado «a vivir con personas de todos los colores».
La llegada de extranjeros jóvenes a Sigüenza ha renovado la red apoyo de sus vecinos, muchos de ellos ancianos y necesitados de ayuda. También ha vuelto a llenar los colegios de niños, un bien preciado en este pueblo que ha perdido 700 habitantes en los últimos diez años. «Son un soporte básico para la ciudad que obliga también a que se trabaje la diversidad en las aulas, sembrando entre nuestros niños y jóvenes valores sólidos para trabajar la convivencia», apunta José Manuel Latre.
Gracias a las relaciones que estos niños han establecido con los compañeros de clase, muchas de sus familias han decidido instalarse en el pueblo tras finalizar su estancia el programa de acogida. «El punto de inflexión para integrarse es tener una red de relaciones y, una vez que se genera, es mucho más sencillo», considera Marta Sanz, trabajadora social del centro.
Otro de los beneficios de la llegada de inmigrantes es que generan una demanda en los servicios públicos que estaban a punto de echar el cierre. Igual sucede con las empresas que, por el envejecimiento del territorio, atravesaban serias dificultades para encontrar trabajadores. «Hace años que los empresarios de la comarca vieron el potencial que muchos de ellos pueden tener para cubrir las necesidades de personal de sus negocios. Sobre todo en empleos relacionados con el turismo, la construcción y el cuidado a personas dependientes», recuerda el alcalde.
Conscientes de los beneficios de la inmigración, los ayuntamientos de uno y otro signo político han apoyado el proyecto desde sus orígenes. «El Ayuntamiento mantiene una coordinación extraordinaria desde diferentes concejalías. En todas las legislaturas hemos intentado prestar atención a las necesidades de este colectivo para que nos acompañen en el desarrollo económico y cultural de nuestra ciudad», afirma Latre.
Haciendo balance de la llegada de refugiados a Sigüenza , Braulio Carlés reivindica el bien que estas personas hacen en las comunidades. «Nos estamos equivocando cuando levantamos vallas más altas», opina. Y propone «que nos sentemos los políticos, empresarios y entidades sociales para ver cómo podemos ser más solidarios».
Pero a pesar de estos esperanzadores datos, el alcalde de la ciudad del Doncel recalca que la despoblación no puede resolverse solo a través de la inmigración. «Son parte de la solución, pero no toda. Los diferentes gobiernos deben incentivar el desarrollo económico de las zonas despobladas para consolidar la población y empezar a recuperarla», exige.