Una pequeña parroquia abierta a un barrio nuevo
Los feligreses de San José María Rubio se implican en la vida de El Cañaveral y los vecinos recién llegados valoran en Google su acogida
La parroquia San José María Rubio es a día de hoy la única de El Cañaveral, uno de los nuevos desarrollos urbanísticos que está experimentando Madrid en los últimos años. En lo que hasta hace poco eran campos de labor, se han construido en tiempo récord 15.000 viviendas que dan cabida a 45.000 habitantes. Es, por tanto, un barrio aún en formación, en el que han aterrizado principalmente vecinos de los colindantes Vicálvaro, Coslada, San Fernando y Rivas. En sus casas, hechas de materiales modernos, viven sobre todo familias de dos perfiles: parejas jóvenes a partir de 30 años y también muchas monoparentales. Todo ello conforma el nuevo sureste de Madrid, donde están creciendo a pasos agigantados otros cuatro vecindarios similares, con una población total que ya supera a la de la ciudad de Salamanca.
«Los precios en esta zona se han disparado de una forma irracional en cuestión de diez años, duplicando su coste», señala Miguel Ruiz de Zárate, párroco de San José María Rubio, al hilo de las crecientes dificultades que tienen hoy los madrileños para encontrar un lugar donde vivir y que también afectan a una zona tan alejada del centro. En El Cañaveral, un problema añadido es la «poca conectividad» con el resto de la ciudad, por lo que «si no tienes un vehículo propio es difícil vivir aquí. Eso encarece aún más la vida».
En las amplias avenidas del barrio, en las que los primeros negocios que han aterrizado son farmacias, bares y gimnasios, «la gente en general tiene poco tiempo para la convivencia», cuenta el párroco, pues normalmente «la mayoría hace su vida comercial, laboral y familiar fuera». Todo eso influye en el funcionamiento de la parroquia. Pero eso no desanima ni al sacerdote ni a los fieles: «Este es posiblemente el único lugar de la zona donde se dan relaciones personales y familiares que hacen comunidad además de crecer en la fe, que es nuestro objetivo prioritario», afirma.
San Jose María Rubio está tan insertada en su entorno que ni siquiera tiene edificio propio: el Arzobispado de Madrid compró hace unos años tres locales a pie de calle en los bajos de un edificio de viviendas y allí lleva tres años a pleno rendimiento. En tan poco tiempo, «la vida ha brotado con mucha fuerza», exclama Ruiz de Zárate. Cuentan con todos los elementos propios de una parroquia: liturgia, catequesis y caridad. «Y somos conscientes de que estamos construyendo una comunidad abierta a todos». Así, cuenta que los feligreses están presentes en los movimientos asociativos de El Cañaveral, y «desde el principio participamos de la vida de aquí, no estamos aislados». También menciona las actividades que ofrecen en las fiestas del barrio, haciendo paellas o montando actividades para los vecinos.
En Ucrania y en la DANA
Eso implica asimismo «responder con rapidez cuando hay necesidades sociales», como cuando un grupo de fieles acudió a la frontera con Ucrania al estallar la guerra para llevar ayuda y traer refugiados a Madrid. «En un primer momento estuvieron viviendo en la parroquia y después pudimos distribuirlos en casas de aquí y de fuera», dice el párroco. Y cuando se desencadenó la crisis por la DANA de Valencia, lograron recoger en un solo día 18 toneladas de comida con destino a las poblaciones más afectadas.
Pero a la hora de destacar una faceta que los caracterice, Ruiz de Zárate menciona «la acogida que queremos ofrecer a todos los vecinos de El Cañaveral». Lo dice porque «cuando llegas a un sitio nuevo para empezar tu vida, es fundamental que te reciban bien, que te hagan sentir como en tu casa». Y lo consiguen, dice aludiendo agradecido a las valoraciones de Google, que hablan de un sacerdote «cercano» y una comunidad «pequeña, ilusionante y con encanto».